AL RESCATE DE NUESTRO FOLCLOR

Por: Alejandro Gutiérrez De Piñeres y Grimaldi

Cuando se habla de un rescate de nuestro folclor, debe ser porque algo grave ya está ocurriendo con la pérdida de nuestra identidad y, de allí, se deriva nuestra preocupación, pues es tal el avance de la tecnología en el campo de las comunicaciones, que nos resulta complicado poder entender cabalmente una serie de fenómenos culturales que de una u otra manera están incidiendo en el comportamiento actual de nuestra generación.

Colombia ha sido indudablemente, una tierra de promisión por varios factores, entre los cuales podemos mencionar la calidad de sus tierras, su hidrografía, montañas y cordilleras, mares y ríos, la belleza de sus sabanas, el desarrollo de un numeroso grupo de ciudades intermedias, vías de comunicación, el comercio, su variada climatología, costumbres y gastronomía, pero existe una en especial, por la cual es reconocida: su exótico y variado folclor, el cual es amplísimo y de una abundante producción.

Solo basta con efectuar una revisión de cada una de las regiones en que se halla dividido nuestro territorio colombiano, y ubicar uno por uno los diversos aires vernáculos de esos lugares. No obstante, debo hacer claridad, en que no es mi intención extenderme por hoy, en cada uno de ellos, dado que tendría que escribir muchos tomos al respecto; pero si voy a referirme en detalles, al Folclor nacido en la Región Caribe de Colombia, y específicamente a esos ritmos sonoros, alegres, picarescos y cadenciosos que emanan de los fuelles traídos hace muchísimos años y que entraron a Colombia por algunos puertos ya establecidos.

No pretendo entrar en polémicas innecesarias acerca de, por dónde fue que llegaron a Colombia los primeros Acordeones, ni que ritmos se ejecutaron, ni cuales fueron los primeros juglares, ni nada por el estilo. Partamos de un hecho real e indiscutible: la música de Acordeón, con su variedad exquisita de ritmos, concebidos en TODO el Caribe colombiano, han sido el fruto de un proceso largo, de una sumatoria de esfuerzos y de voluntades, iniciadas por humildes juglares hasta llegar al día de hoy, donde concurre un número bien crecido de aportes de toda clase: los instrumentales, las voces, los nuevos formatos, el sonido, la academia, las composiciones, etcétera.

Hoy por hoy, las músicas de Acordeón constituyen la expresión genuina más representativa de Colombia, aunque existan ciertas diferencias en la misma Región Caribe. Cuando hago énfasis en este punto, es porque resulta imprescindible ir zanjando diferencias, por celos o por ciertos regionalismos que no convencen (de parte y parte), y que se convierten en talanqueras para el desarrollo del Folclor, para muchos conocidos como Vallenato, pero para otros como una parte del mismo.

Lo real, verídico a todas luces, es que entre los diversos aires musicales de Colombia, los que se ejecutan con Acordeón son los que han tenido una mayor acogida, no solo en el territorio nacional, sino también en el exterior, pues fueron evolucionando tanto en la forma como en cada contenido, pasando de un ambiente rural al urbano, e introduciendo elementos que le permitieron no quedar rezagados. Pero existen unos factores, producto de esa evolución, que están chocando e impidiendo una mayor consolidación de estos aires musicales nuestros.

En primer lugar resulta un imperativo eliminar de una vez por todas, esas subdivisiones morbosas o dañinas que miran solo la producción de una parte e ignoran a la otra. Desde que se comenzaron a organizar los diversos concursos de música de Acordeón en Colombia, se les aplicó el rótulo de Vallenatos, pero con el óbice que solo se aceptaban cuatro aires musicales, excluyendo a otros tradicionales. Una parte del Caribe no puede abrogarse un todo. De tal modo que, para subsanar ese error garrafal, el primer paso para enmendar, en que de ahora en adelante, los eventos, concursos o festivales que se programen en cualquier lugar de Colombia, llámense como se llamen, que incluyan mínimo 6 aires representativos y de mucha tradición, a saber: 1) El Son, 2) El Paseo, 3) El Merengue, 4) La Puya, 5) La Cumbia y 6) El Porro.

Estoy absolutamente seguro, que este constituye el camino ideal para procurar un acercamiento entre los denominados Vallenatos, Bajeros y Sabaneros, y que no se pretenda imponer sonidos solo de una parte. Este fue el primer error en el cual cayeron los amigos del Valle de Upar al querer establecer como norma (no escrita), que quienes concursaran en el Festival Vallenato, tenían que reproducir el estilo emanado de los aires ejecutados en el antiguo Magdalena, desconociendo por completo que en los Departamentos como Córdoba, Sucre y Bolívar se gestaron sonidos muy particulares. Fue así como músicos de gran envergadura se vieron obligados a ejecutar sus canciones en el Festival Vallenato, en estricta rigurosidad con sus cánones cerrados.

Pretender que músicos sabaneros o bajeros reproduzcan los mismos sonidos de los tradicionales del Magdalena, Guajira o Cesar, es como a un Santandereano obligarlo a ejecutar Bambucos o Pasillos, al estilo vallecaucano, tolimense o del eje cafetero, cuando cada lugar tiene sus propias formas interpretativas, ciñéndose eso sí a los compases de cada aire musical. Ello es superable e igualmente poder ampliar el número de aires en cada evento o concurso y, así, de este modo integrar y no separar. ¿Acaso los músicos vallenatos, no han ejecutado Porros, Cumbias y otros ritmos más? Luís Enrique Martínez, músico guajiro, fue el primero en grabar la Cumbia Cienaguera con todo el sabor del caso; Calixto Ochoa, vallenato por su origen, se volvió un gran maestro de los aires sabaneros, compuso e interpretó grandes éxitos; los Hermanos Zuleta lo han hecho muy bien; Alejo Durán, Beto Zabaleta, El Binomio e Ivo Díaz, son una muestra de cómo se han ido integrando estilos para tocar los mismos ritmos. Los festivales están operando ese milagro, y ya por todo el Caribe, es tal la camaradería entre músicos y estilos, que todo lo que impedía una mayor fraternidad, esas barreras ya están siendo superadas. Ahora falta que la dirigencia tome conciencia de ello.

Para complacencia de quienes observamos la importancia de acercar a las partes, nos resulta muy grato poder contemplar, como ya existe un Festival denominado Bolivarense del Acordeón, que se lleva a cabo en Arjona, donde los participantes deben interpretar los 6 aires descritos anteriormente. (Lo mínimo para dar inicio). La Cumbia y el Porro no pueden dejarse de lado, porque ellos han sido durante años los ritmos representativos de nuestra amada tierra colombiana y, antes debemos es incentivarlos. Veamos cómo transcurre el Festival bolivarense:

Además de ello, es menester que sepamos, lo que viene ocurriendo en las Academias de Música de Acordeón, donde se está implementando también la enseñanza, no solo de los cuatro aires tradicionales, sino ampliando el abanico, para que los nuevos talentos tengan mayores posibilidades para perfeccionar su espectro musical. Es el caso de la Academia que funciona en Valledupar, llamada “Los Niños del Turco Gil”, donde este gran Maestro y tutor, ha entendido la importancia de no castrar un buen talento, reduciéndolo solo a la interpretación de 4 aires o ritmos de la región. Veamos algo al respecto:

Lo ideal es que llegue el momento en que toda esa riqueza musical, que se ha venido construyendo durante décadas, con paciencia y tenacidad, no se vaya a pique. Los mayores que hemos tenido la fortuna de poder disfrutar cabalmente nuestro folclor, dejemos de lado regionalismos y permitamos que las nuevas generaciones también sepan valorar este precioso legado y no se dejen llevar por manifestaciones foráneas cuya vulgaridad resulta altamente nociva y perjudicial para sus vidas.

Si unos dirigentes no quieren acceder al clamor de las gentes, bien sea por caprichos o intereses, pues tampoco se les ha de rogar. La música que hoy ha alcanzado lugares de privilegio en el ámbito mundial, y ha sido declarada patrimonio inmaterial y cultural de la humanidad, debemos protegerla y, a los que la amamos nos incumbe ese deber. Quienes deseen seguir atados a viejos esquemas sectarios, pues que continúe su sendero, pero que tampoco se opongan a abrir espacios, para que el Vallenato sea incluyente y las posibilidades de éxito sean cada vez mayores.

Personalmente estimo que están dadas las condiciones para unificar los criterios de participación, y que se abran las puertas a la creatividad, para no quedarnos atrás, repitiendo los mismos lugares comunes. Que las Academias de Música, no solo enseñen a sus alumnos a interpretar los aires folclóricos del Caribe, con sus respectivos instrumentos, sino también que contemplen la idea de formar compositores, que retomen la esencia raizal y se abran también para explorar mezclas musicales con aires del mismo sentir, alegres, líricos, autóctonos que reflejen la idiosincrasia del tipo costeño, en lugar de esos cantos melancólicos, cargados de despecho, que nos introdujeron con fines comerciales. Un ejemplo interesante de una mezcla de Porro con la Cumbia, la hizo en su momento el Binomio de Oro, en un arranque moderno, sin perder su originalidad. Escuchemos el “Porro – Cumbé”:

Cuando se renueva la música, sin perder su matriz, se avanza y se evita que perezca algo tan preciado a nuestra identidad. Tampoco podemos quedar a la deriva, añorando a aquellos juglares que sentaron bases muy importantes, pero que estamos en el deber de enriquecer para no quedar atados a la rueda del olvido y con ella perecer. Es indiscutible que la juventud actual, se inclina cada vez más por las figuras frescas de la llamada “Nueva Ola”, aunque sus ritmos y compases no cuadran con los aires tradicionales sino con estereotipos que riñen de uno u otro con los aires típicos, pues no se ajustan a ninguno de ellos.

La solución sería aceptarlos como parte del género Vallenato, pero no tradicional e identificar con nombres propios cada ritmo que se atrevan a crear. Ese sería el caso del legado de Kaleth Morales y otros que han retomado ese camino por él trazado.

Señores y señoras amantes de nuestro folclor vallenato y sabanero, por una misma causa unidos, trabajemos. Lo que hizo Carlos Vives en el pasado Festival Vallenato, versión 51, fue algo digno de admirar, pues se brindó un reconocimiento especial, a tantos músicos que han puesto toda una vida al servicio de esta causa, y que ahora se acercan cada vez más, para que la integración folclórico – musical de toda la Región Caribe sea total, bien sea bajo un mismo rótulo (Vallenato) u otro que abarque a ambos.

Quiero ver en un mismo escenario a Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza y el Chane, Aníbal Velásquez, Adolfo Pacheco, Felipe Paternina, Juan Piña, Rodrigo Rodríguez, Ramoncito Vargas, Freddy Sierra, etcétera, al lado de los Zuleta, Jorge Oñate, los Hermanos López, Beto Zabaleta, Silvio Brito, Iván Villazón, Ivo Díaz, Israel Romero, Pangue Maestre, Wilberth Mendoza, etcétera, sellando en un encuentro de mucha altura las bases de un folclor unificado, respetando estilos y formatos.

Finalmente debo decir: No veo inconveniente alguno en que la unidad de todas las expresiones musicales del Caribe colombiano, ejecutadas con Acordeón, lleven el rótulo de Vallenato, pero estableciendo algunos matices, a saber:

Vallenato clásico y tradicional (al cual se le otorgó el título de Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Humanidad)
Romanza
Nueva Ola
Mezclas o fusiones con otros ritmos caribeños

Concluyamos esta reflexión con un sentido homenaje al Rey de la Cumbia: Andrés Landero

BLOG DEL AUTOR: Alejandro Gutiérrez De Piñeres y Grimaldi
Email: alejandro.gdep@gmail.com

2 comentarios sobre “AL RESCATE DE NUESTRO FOLCLOR

  1. Hola Alejandro

    Hay que aguzar la reflexión, tomar distancia, abrirse a nuevos puntos de vista. Creo que «nuestra identidad» no se pierde, sino que nacen nuevas identidades que hay que entrar a analizar. Algo similar ocurre con los valores cuando se dice que «estos se han perdido», falso de toda falsedad; los valores son universales y siempre estarán; ocurre que algunos sentidos de los valores envejecen o caen en desuso, mientras que otros se empoderan.

    Saludos, Donaldo Mendoza

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