BREVE HISTORIA DEL ALGODÓN

Por Donaldo Mendoza

He leído en estos días noticias sobre el propósito de volver a sembrar algodón en el ardiente valle de Agustín Codazzi. Y me llama la atención el tono romántico de quienes promueven la idea, empezando por el alcalde Ómar Benjumea. Viví en Codazzi durante el periodo de nacimiento, auge y decadencia de esa fibra natural que vistió de insólita blancura el paisaje. Bellos son los campos cuando estallan las estrellas que ocultan el copo de algodón. Como en el imperio romano, se puede decir que en aquellos tiempos todos los caminos conducían a Codazzi.

Según los entusiastas promotores, esta vez se comenzaría con un proyecto piloto de sembrar cien hectáreas; prudente y mesurada decisión, si se compara con las más de 60 mil que se cultivaban en los tiempos de la prosperidad. Hasta ahí, bien. Pero cuando insinúan que es un principio de respuesta (agropecuaria) al fin de la explotación carbonífera, que ya se avizora, entonces surgen reflexiones que se han incubado con los años y el distanciamiento. En aquellos esplendorosos tiempos, no todo fue fortuna. Porque, ojo, el esplendor sabe mutar en espejismo.

Codazzi, mientras hubo algodón, dio trabajo durante tres décadas a miles de colombianos que llegaban desde el Valle del Cauca hasta el Caribe; en plena cosecha la población nativa y la flotante superaban los cien mil habitantes. Una ciudadela de cuadras alegres, en la periferia del casco urbano, que se alumbraba con luz propia, hacía que el municipio despareciera en las noches, porque no contaba con fluido eléctrico. Esa ciudadela era la zona de tolerancia, más conocida como La Curva. Allí, entre mujeres, ron y músicas que se cruzaban a todo volumen, miríadas de hombres dilapidaban vidas y fortunas.

La interconexión eléctrica llegó en 1970, cuando el principio del fin de la bonanza ya se sentía. Codazzi seguía sin alcantarillado y las calles eran lechos de piedra. Así era aquel pueblo, que ironizaron con ínfulas de ciudad: «la capital blanca de Colombia». Y así lo sorprendió la crisis al terminar esa década. Una suerte idéntica a la Zona Bananera que describe García Márquez en su novela cumbre. Muchos agricultores de la fibra acabaron arruinados por el encarecimiento sin control de los insumos, particularmente el metil-paratión, que ya no hacía cosquilla a la plaga, pero que sí acabó con la fauna nativa. Sobre este último punto, bien vale aportar la noticia siguiente. Una estudiante de Biología de la Universidad del Cauca, que en el año 2001 acopiaba información para su tesis de grado, entró en la página del Ministerio de Salud, y halló que “Codazzi tiene un índice altísimo de cáncer. Lo cual podría estar asociado a muchos factores, genéticos y ambientales. Un factor ambiental potencialmente asociado a esa incidencia de cáncer, podría ser el uso masivo y no regulado de insecticidas sobre los cultivos de algodón y la contaminación de cuerpos de agua y/o otros cultivos.” Es una información que vale la pena tener en cuenta en el proyecto de volver a sembrar.

El trágico colofón de la ruina fue la desesperación de algunos modestos productores, desde Aguachica hasta el departamento de Córdoba, que se suicidaron agobiados por las deudas y asediados por los bancos, que si algo les falta es corazón. Ese fue el macabro escenario de la decadencia del algodón en Codazzi. Y como si el sombrío eclipse de esa actividad agroindustrial no hubiese sido suficiente, en los 90 el conflicto armado en su accionar violento acabó con el escaso bienestar de los desolados codacenses. La población de Codazzi vino en descenso, al punto que en el censo de 1993 apenas llegaba a los 50 mil habitantes, la mayoría en la pobreza.

Para los optimistas jóvenes agricultores que hoy le quieren apostar al algodón, antes que la capacitación en “buenas prácticas agrícolas”, deberían conocer ese azaroso periodo histórico de Agustín Codazzi, y escuchar las voces sabias de los que sobrevivieron al desastre, algunos hoy rondan los noventa años. De parte mía, y desde el sentido común, les comparto la imagen de los campos que vi a principios de la década del 80, viajando hacia el sur: potreros erosionados, con unos lunares amarillos cual “alopecia de suelo”, ya por la fatiga de producir sin pausa, o ya por el manejo inadecuado de la labor agrícola. La mirada se me iba tratando de ver algún arisco conejo silvestre, un emblema de la fauna desaparecida en el diluvio de los venenos. En fin, no olviden, apreciados jóvenes agricultores, que quien no conoce la historia se condena a repetirla. Mi mejor deseo es que Codazzi tenga una segunda y mejor oportunidad sobre la tierra.

BLOG DEL ESTADO: Donaldo Mendoza

9 comentarios sobre “BREVE HISTORIA DEL ALGODÓN

  1. Muy bueno,no te conozco,pero se q podríamos analizar la idea de volver al algodón me interesa contactarme contigo,hablamos y nos proponemos metas.Enviame tu número celular,te llamo y hablamos,el mío 3122202970..yo fui algodonero25 años

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    1. Hablé por tel. con el Ing. Agr. Josué, vive hoy en Cali. Está dispusto a regresar al Cesar a cultivar; es de la generación de veteranos; es una voz que se debería escuchar; los promotores de volver al cultivo de algodón, lo mismo que el alcalde de Codazzi, podrían conectarse con él; es lo que el artículo llamo la voz de «los sabios». Dejo esa inquietud. Su cel. 3122202970.

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  2. Cultive algodón zona El Copey,Caracolicito,Algarrobo ,agremiado a Federalgodon,250 hectáreas,quiero volver a sembrar.Cordial Saludo. Josué Figueredo V.Ing. Agr. Licencia profesional 7252 Mineagricultura

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  3. La idea resulta folclórica, toda vez que como dice el columnista, las consecuencias de esas siembras se perciben hoy en día en la comunidad que mas pobre que de costumbre, no tuvo otra alternativa que la de quedarse en el municipio y sufrir las salpicaduras nefastas de la aplicación de insecticidas que gobiernos irresponsables permitían y que si bien terminaban en ese momento con el gusano, también iban minando sin saberlo la salud de la población

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  4. Es un proyecto, y todo proyecto debe conocer los «antecedentes»: qué factores propiciaron la bonanza, y qué circunstancias precipitaron la decadencia. Hay que hacer visibles los aciertos y los errores, y obrar en consecuencia.

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  5. Que bien sintetizado y analizado ese recorrido histórico, que marcó un punto de inflexión en la economía y la vida pueblerina de ese hermoso pedazo de tierra que me vio nacer y crecer

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