En una común esquina de su barrio El Cafetal de Villanueva, Idelfonso Ramírez Bula (izquierda), rememora su paso por la composición vallenata.(Foto: Richard Dangond/VANGUARDIA)
En la falda del ‘Cerro Pintao’ en La Guajira pareciera que el Creador hubiese derramado un abono intelectual que acelera la creación de letras y melodías que hacen específico un determinado lugar llamado Villanueva.

“La agonía termina el resto de mi vida
y ya se aleja el ‘ruiseñor herido’
en el alma, una melodía sentida
que aunque sabes que se pierde en el olvido
pero si tú lo escuchas negra querida
sabrás que siempre te llevó con migo”
En la misma división interna del territorio, la ‘bendición’ se acumuló en un sector bautizado como el barrio ‘El Cafetal’, donde haciendo apología a esta plantación, se produce el ‘grano’ más excelso de la cultura vallenata, en las ‘variedades’ de cantantes, acordeoneros y compositores.

De estos últimos hay uno del que tal vez las nuevas generaciones tengan pocas referencias, pero si se levanta el ‘ancla’ de los recuerdos, es meritorio que la historia le dé un mejor tratamiento al nombre de Idelfonso Ramírez Bula, quien inexplicablemente desapareció del panorama folclórico cuando su mente estaba en plena ‘cosecha’ musical.

Nadie se explica el por qué Ramírez Bula no apareció más en las carátulas de los famosos long play de los años setenta cuando irrumpían con furor los primeros grupos vallenatos que se despegaban del lastre discriminatorio que sufrieron los primeros cultores.

Basta con repasar el impacto de ‘Rosa Jardinera’, una canción con la que se extasiaron los parranderos de la época, en la voz de Jorge Oñate con los Hermanos López, para dimensionar la calidad melódica y narrativa  del compositor:

“Hay grandes penas que hacen llorar a los hombres,
a mí en la vida me ha tocado de pasarlas
fue cuando entonces se enlutaron mis canciones
hasta llegué a pensar que ya mi fuente se secaba
Pero volvió el compositor que no cantaba,
regando con sus canciones florecitas
hoy ya de nuevo se escucha en la madrugada
este bullicio de un parrandero que grita
ay hombe huepajé
es el grito de mi tierra alegre
ay hombe huepajé
un grito que hace llenar el alma”.

Como esta, son nueve las canciones, todas exitosas, las que comprenden el catálogo de este autor, que prefirió la docencia a la vida parrandera que en el entonces no prometía un futuro muy ‘decente’. Sus amigos dicen que se ganó a un gran profesor, pero se perdió un cultor que también enseñaba con su musa, y por además se convirtió en pilar estructural del crecimiento del vallenato”.

Querido en el cafetal
Pese a esto, Idelfonso no se arrepiente y dice que con lo poco que hizo fue suficiente para que su nombre rutilara en la galería de los buenos hijos de ‘El Cafetal’, ese barrio donde aun vive y parrandea con el recuerdo imperecedero de los motivos que lo volvieron compositor, como María Esther Montero aquella despampanante morena que le inspiró la obra ‘Terco Corazón’, canción que también le grabó Jorge Oñate con Emiliano Zuleta:

“Ay terco corazón ya te volviste a enamorar,
te hacen sufrir bastante y después estás arrepentido,
ya no te acuerdas cuando estabas en olvido,
y decías que lo mismo no te volvería a pasar.
en este caso ya estás prevenido,
por si el intento te vuelve a fallar”.
Nació Idelfonso hace seis décadas, un cinco de septiembre, fecha que muchos años después se empotró en la memoria de los colombianos, tras el histórico partido que Colombia le ganó a Argentina; desde entonces Ramírez Bula tiene dos motivos para celebrar y en fiestas en las que no faltan sus canciones.

Sólo nueve canciones grabadas tiene este juglar guajiro, suficientes para meterlo a una especie de hall de la fama, pese a su ermitaño encierro al pie de la sierra villanuevera. Los que realmente dimensionan su potencial creativo saben que aunque son pocas sus obras, encierran el contenido tan similar o superior a los que hoy comercialmente se volvieron maquinas de fabricar letras.

Su primera grabación se la hicieron sus paisanos ‘Poncho’ y Emilianito en el año de 1973, gracias al reconocimiento que ya se había ganado en el famoso colegio ‘Roque de Alba’, inminente centro de la cultura villanuevera donde precisamente nació el Festival Cuna de Acordeones. Allí en el ‘Roque’, Bula hizo la canción ‘Paso a Paso’, la que lo catapultó a esa gloria que debiera ser más explícita, pero que para él no es más placentera que la que le brindan sus vecinos ‘cafetaleros’:

“Oigan amigos cuando escuchen acordeón
y de sus aires salgan aires vallenato
vendrán recuerdos con un poco de emoción
de aquellos días que para todos fueron gratos
después vendrá un dolor
recordando, recordando”
Como todo poeta innato, Idelfonso no ha dejado de componer, pero ya las temáticas actuales le abren una brecha muy notaria a su estilo con los nuevos exponentes de ahí que prefiere ‘acariciarlas’ en su libreta o cantarlas mientras califica a sus estudiantes de la escuela de El Cafetal o mientras comparte una parranda en cualquier esquina de los altos pretiles de su barrio querido.

Publicada por
William Rosado Rincones/VANGUARDIA