La narratividad en las canciones de Luis Enrique Martínez Argote

Luis Carlos Ramírez Lascarro

Historiador y Gestor patrimonial

La vida, obra y aportes de Luis Enrique Martínez Argote (Fonseca, 1923 – Santa Marta, 1995) han sido poco referenciadas dentro de la extensa bibliografía sobre música vallenata, en comparación con las de otros personajes, a pesar de ser una figura de capital importancia para esta manifestación, tal como ya lo hiciera saber Consuelo Araujo en su fundacional libro Vallenatología. Orígenes y fundamentos de la música vallenata (1973) al ubicarlo como un hito en la interpretación del acordeón vallenato, introductor de la forma de interpretación moderna o impresionista, dejando relegada a la llamada tradicional o expresionista (Araujo, 1973, p. 129).

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Cultura vallenata: 30 años instrumentalizando fuentes históricas

Luis Carlos Ramírez Lascarro

Luis Carlos Ramirez Lascarro

En este 2022 se cumplen treinta años de la primera edición del libro Cultura vallenata, origen, teoría y pruebas, de Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa. Uno de los dos pilares fundamentales de la vallenatología tradicional y en el cual se amplían y enriquecen las posiciones fundacionales planteadas por Consuelo Araujo en Vallenatología (1973).

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¿Que es la vallenatologia?

Luis Carlos Ramirez Lascarro

“Los juglares se convirtieron en reyes;
la música en ciencia, por cuenta de Vallenatología, el libro de Consuelo;
y una familia con más de dos músicos, en dinastía”.
José Jorge Dangond.

Una de las características que define a la gran mayoría de los escritos y comentarios acerca de la música vallenata es el uso de un lenguaje hiperbólico, justo como el empleado en el fragmento que sirve de epígrafe a este artículo, el cual es recogido en el libro Mitología vallenata (Sánchez, 2.020).

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¿Centro comercial o cultural?

Luis Carlos Ramirez Lascarro

La reciente adjudicación del faraónico Centro Cultural de la Música Vallenata presenta una serie de dudas e inquietudes, parecidas a las que debió plantear la construcción del Parque de la Leyenda Vallenata, otra monumental obra que no pasó del coliseo que sirve de escenario para las rondas finales y los grandes conciertos del Festival. ¿Dónde están las colecciones que alimentarán el museo y el centro de documentación? ¿No debió pensarse primero en el contenido que en el continente? ¿Será, realmente, este espacio un aporte significativo para la Salvaguardia de la música vallenata tradicional? ¿Por qué se enfatiza más en las formas qué en el fondo al presentar la obra? ¿Se necesita todo ese cemento?

Desde mediados de la década de 1990 se decía que en el parque habría un anfiteatro de investigación, una sala de cine, una videoteca, una biblioteca y una fonoteca, dedicadas exclusivamente a la preservación y difusión de la música vallenanta y, además, se colocarían los bustos de los reyes vallenatos desaparecidos, todo lo cual quedó en veremos. Antecedente poco esperanzador para esta nueva obra descomunal y multimillonaria.

En el CCMV se habla, además de los locales comerciales destinados para tienda, banco y cafetería, de un gran salón de eventos y el Museo del vallenato, enfatizando en las posibilidades de configuración y reconfiguración de la primera, además de su dotación con las más modernas tecnologías de audio y video, por encima de la propuesta museográfica que habrían desarrollado de acuerdo al PES del Vallenato, de la cual hablan escuetamente, nuevamente enfatizando en las herramientas tecnológicas que permitirían a los usuarios aproximarse a la historia y comprensión de los elementos característicos, musicales y literarios del vallenato, sin mencionar los proyectos y productos de investigación que alimentarían la línea museológica de la entidad, más allá de un centro de documentación que estaría en el piso 4. ¿Notan el énfasis en la forma y no en el fondo? ¿Qué en esa exposición de la gobernación no se ocupa de lo realmente importante?

Se vende al CCMV como el edificio que “recoja y explique a propios y a extraños que es este bien inmaterial que es el Vallenato, la música vallenata”, pero esto se realiza enfatizando en el supuesto impacto económico de 34 mil millones de pesos derivados de las actividades comerciales asociadas a él. ¿Es este un centro comercial o cultural? Si, la iniciativa debe ser sostenible en el tiempo. Si, es necesario incentivar el turismo en la ciudad. Si, es necesario dinamizar la economía. Pero nada de esto incide directamente en la salvaguardia del vallenato tradicional, que debe ser la consigna primaria del asunto. Es mucha, demasiada plata invertida en infraestructura física que podría destinarse a financiar proyectos de investigación por toda la costa e incluso más allá, porque hay otras regiones de Colombia que han contribuido grandemente al posicionamiento de la música vallenata sin que se les reconozca su importancia, como Bogotá. Entonces sí, cuando tengamos montañas de documentos pensemos en un centro de documentación y hasta en un museo. Esto, sin pensar en que ese mismo dinero puede ser invertido en otras cosas prioritarias para la ciudad y el departamento, que todos conocemos y no es necesario enunciar.

Los Festivales han hecho las veces de depósitos de la memoria del vallenato tradicional, pero, si ni siquiera el de Valledupar, que es el referente, tiene documentada y disponible para la comunidad toda su historia, ¿qué podemos esperar de los más pequeños y desfinanciados?

Hace años se suspendió el Encuentro nacional de investigadores de la música vallenata y, ni con el PES en vigencia, ha surgido un evento que supla su falta. No se conocen los trabajos de investigación y documentación que hayan surgido del seno del Clúster de la música vallenata y la mayoría de las acciones que se han promocionado en torno a la implementación del PES tienen más que ver con el turismo que con la exégesis de la manifestación. Aun así, no se conocen planes robustos de turismo cultural, con ecomuseos y rutas asociadas a la vida y obra de los juglares u otro tipo de productos patrimoniales que muestren un verdadero interés en esa salvaguardia.

Se dice que el CCMV va a jalonar el desarrollo de la ciudad y el departamento, dejando en sus manos una tarea que no han logrado siquiera las minas con todo el dinero que produce. ¿Se creerá, honestamente, que este sitio logrará eso? Aparte de que esa no es su función no creo que pueda lograrlo, no solo. Suponiendo que ese sea el producto estrella para vender en la ciudad, que no lo es, ¿Cuáles son los demás productos asociados a él que pueden permitir mantener un flujo interesante de turistas durante todo el año? Si es verdad que se le desea apostar al turismo en torno a la música vallenata se necesita mucho más que este centro para poder convertir al territorio de la música vallenata en un gran atractivo turístico nacional e internacional.

Sé que en torno al Parque de la leyenda hay un lío que dificulta hacer inversiones, pero iniciar otro mega proyecto en vez de solucionar lo que corresponda con aquél y llevarlo a feliz término no parece lo más sensato al margen de las intrincadas cuestiones legales. ¿Por qué no se optó por repotenciar ese Parque que, entre otras cosas, es un espacio subutilizado?

Son muchas las preguntas planteadas que, probablemente, nadie responderá, sin embargo, espero haber suscitado con ellas muchas reflexiones en los defensores de la música vallenata y la comunidad en general, quienes deben velar porque, ahora sí, se pueda tener las dinámicas necesarias para el estudio, documentación y salvaguardia de su patrimonio, algo que va más allá del concreto y las despampanantes infraestructuras que, fácilmente, pueden quedar como otro cascaron hueco que poco a poco empezará a caerse.

Luis Carlos Ramirez Lascarro

LA CIENCIA Y EL VALLENATO

Luis Carlos Ramirez Lascarro

En un debate sostenido en un grupo de Facebook, dedicado a la música vallenata, entre la barahúnda de comentarios, se planteó al profesor Roger Bermúdez la pregunta: ¿Hay que encasillar al vallenato en teorías científicas?, pregunta a la cual presento mi respuesta en las líneas siguientes, esperando que, por supuesto, sea debatida con argumentos, como en todas las otras ocasiones que participo en un debate sobre el vallenato, deseando poder contribuir a la construcción de nuevo conocimiento acerca de esta manifestación cultural y/o en la revisión del conocimiento existente acerca de ella, bien sea para confirmarlo y usarlo como punto de partida o refutarlo.

Enfoques divergentes

La música en general y las músicas populares en particular, incluido el Vallenato, son un objeto susceptible de estudio, bien sea dentro o fuera de la academia, aunque, hay que decirlo, la aceptación de las músicas populares como objeto válido de estudio por parte de la academia, es bastante reciente. Quizá, por esto, el tipo de pensamiento predominante en el abordaje de la música vallenata sea el intuitivo, no el crítico, y se considera, mayoritariamente, que la investigación debe centrarse más en la acumulación de hechos, que en su comprensión.

Estas diferencias de enfoques no son necesariamente contrarias, sino complementarias, siempre y cuando los hechos sean verificables, sustentados con evidencias. Los hechos atesorados por la gran mayoría de estudiosos de la música vallenata, frecuentemente no pasan de ser un pintoresco anecdotario sobre la vida de los músicos, anécdotas que no pocas veces parecen inventadas.

Estos, sumados a una, a veces asombrosa, erudición acerca de las carátulas de discos y los créditos de esos trabajos, constituyen un insumo importante para la construcción de las biografías de los actores de esta música o darle un contexto a una investigación más amplia, pero, en sí mismos, no permiten hacer ninguna deducción o interpretación. Se necesitan una serie de herramientas para poder procesar el contenido bruto acumulado y elaborar, a partir de él, hipótesis que pueden ser refutadas o ampliadas en siguientes estudios. Las teorías y el método científico son algunas de esas herramientas.

La utilidad del conocimiento científico

Las teorías científicas constituyen un sistema de referencia, necesario, que ayuda en la caracterización, clasificación, descripción e interrelación de los hechos e ideas, permitiéndonos adquirir o elaborar nuevos conocimientos, mediante el método científico. Hacer uso de estas herramientas para intentar un desarrollo analítico del vallenato no es, de ninguna manera, encasillarlo. Puede el investigador encasillarse en una herramienta, si, o en una temática en particular o en una visión, pero esto no invalida, per se, sus conclusiones.

Pensar o creer que analizar el vallenato, apoyándose en alguna teoría científica es limitarlo implica un desprecio o un desconocimiento total del método científico y las ventajas que brinda su uso en el estudio de cualquier fenómeno, sin importar la procedencia de sus desarrolladores o sí estos conocieron o conocen la música vallenata, ya que corresponde al investigador que las aplica realizar sus propios aportes en procura de mostrar su pertinencia y utilidad.

La música vallenata se puede abordar desde diferentes ramas del conocimiento, principalmente las relacionadas con las ciencias sociales, las cuales tienen una serie de métodos y técnicas, para aproximarse a sus objetos de estudio, que varían de acuerdo al fenómeno que se esté investigando y los objetivos planteados. Construir un concepto a partir de los aportes previos de otros autores y citarlos en el desarrollo de una exposición o argumentación sirve para aportar credibilidad a las proposiciones, mostrando, además, que se conoce el estado del arte y a que línea de pensamiento o investigativa se suscribe el autor.

Las opiniones si se pueden dar sin citas, no los conceptos.

La posibilidad de verificación de las teorías, puestas a prueba metódicamente, permite que se realicen los ajustes necesarios o que, en el ejercicio dialéctico, sea sustituida por otra que se ajuste de manera más adecuada al contexto y brinde una mejor interpretación de los hechos. Esto, sin olvidar que pueden coexistir visiones o teorías que abordan un mismo fenómeno de manera distinta sin refutarse. A veces, siquiera, sin contradecirse.

Se debe tener en cuenta que en el desarrollo de un estudio pueden presentarse errores metodológicos o fallos argumentativos, que pueden llevar a invalidar las conclusiones presentadas, siendo, a mi parecer, más comunes y más difíciles de solventar los segundos. Las falacias argumentativas se presentan como aparentes argumentos, pero su validez es débil o nula, así mismo, incurren en la descalificación o el engaño, fracturando el proceso argumentativo a través del error o una información falsa. La ventaja que tiene presentar una conclusión de manera metódica, a la cual se puedan evaluar sus premisas, para ser refutada o confirmada, frente a una opinión o creencia infundada es que con la primera se puede crecer, se puede construir conocimiento y con las segundas no.

Fallos argumentativos comunes en la vallenatología

En los diferentes espacios donde se estudia a la música vallenata, particularmente en los que se hace de manera informal, aunque no son extraños, tampoco, en el ámbito académico, se advierte una aversión a abordarla científicamente, optando por analizarlo con los parámetros propios o de la propia cultura, impidiendo o queriendo impedir la revisión de ciertos postulados básicos, que se tienen como inamovibles y perpetuando, de esta manera, muchos mitos, infundios y verdades a medias.

Este sesgo etnocentrista implica la creencia de que algunos o todos los aspectos de la cultura propia sean superiores a los de otras y, por ello, quienes caen en este sesgo, tienden a describir las creencias, las costumbres y los comportamientos de su propia cultura en términos positivos, mientras que las costumbres y creencias de las otras son descritas negativamente. Ejemplos de este sesgo en la vallenatología hay muchos, siendo, quizá, los más prominentes: La división en escuelas hecha por la Consuelo Araujo y la idea de cultura vallenata promovido por Tomás Darío Gutiérrez.
Otros fallos comunes, recurrentes, encontrados en la vallenatología, aunque se pueden observar en todos los ámbitos, son los siguientes:

1. Autoridad. Es normal recurrir a autoridades en un tema para reforzar nuestras ideas, sin embargo, al acudir a una autoridad no relacionada con el tema a desarrollar, se incurre en la falacia de autoridad, por ejemplo:

“El vallenato es un género literario, no musical, aseguró Juan Gossain”. Se puede pasar a creer que la profesión de periodista, la afición por los diccionarios y sus libros publicados le avalan como estudioso del lenguaje o la literatura, sin que haya realizado una publicación al respecto en la cual sustentar dicha autoridad. Existen lingüistas que han incursionado en el periodismo, como Chomsky; periodistas que han ejercido un ejercicio crítico literario destacado y respetado, como Italo Calvino; lingüistas de referencia que a la vez han escrito narrativa de trascendencia mundial, como Umberto Eco y poetas que han realizado crítica literaria, siendo destacados y referentes en ambos ámbitos, como Octavio Paz, T.S. Elliot, Dereck Walcott y, sin irnos tan lejos, filólogos y poetas de tanta trascendencia como Caro y Cuervo. Ni Gossain, ni Gabo, ni McCausland tienen estudios críticos sobre la lengua española que respalden las opiniones que en la vallenatología han querido tomarse como fundamentos de análisis lingüístico del vallenato, descartando a quienes sí tienen estudios formales al respecto y que no reafirman en ellos sus ideas preconcebidas.

2. Generalización. No redactar de manera específica o detallada nos puede llevar a caer en una generalización, por ejemplo:

“El vallenato es narrativo o El vallenato es poético”.

Es indudable que existen canciones vallenatas que tienen elementos narrativos, en algunas con predominancia y en otras no. Así mismo, se pueden encontrar elementos del género poético o lírico en muchas canciones, lo cual no las convierte, necesariamente, en un poema, ni les permite atrapar la poesía, como tal. Que una o algunas canciones del género vallenato tengan características de uno u otro género literario no implica que estas se puedan trasladar al conjunto en general.

3. Ataque directo. Busca descalificar u ofender al contendor con enunciados contrarios o inconsecuentes frente a lo que se defiende, de esta manera se desvía la comprobación argumentativa hacia la ofensa, por ejemplo:

“No estás autorizado para hablar sobre música vallenata porque no eres músico o compositor”. Este enunciado en particular inhabilitaría a la mayoría de investigadores y opinadores del vallenato. Se debe tener presente que hay ataques directos que llegan a convertirse en ofensivos, lo cual es una vergüenza.

4. Apelar al sentimentalismo. Intenta persuadir a partir de razones conmovedoras, pero no consecuentes con lo que se está argumentando.

Esto sucede mucho cuando se echa mano a la nostalgia de los tiempos idos, los cuales, para muchos, siempre fueron mejores, cosa que no es, objetivamente, cierta.

5. Apelar a la popularidad. Se intenta validar una postura a partir del apoyo mayoritario que pueda tener.

Esto se puede evidenciar al revisar el nivel de verdad que han alcanzado las tradiciones inventadas que el discurso hiperbólico ha llevado a constituirse en mitos y que muy bien señala el profesor Abel Medina Sierra en un reciente artículo: https://revistaentornos.com/los-mitos-en-el-vallenato-el-discurso-hiperbolico/

6. Causa falsa. Ocurre cuando las razones que empleamos para defender un postulado no comprueban el argumento, ya que tienen una relación circunstancial que genera confusión, por ejemplo:

Si el vallenato no es narrativo y no es poético, entonces el vallenato ¡es nada!

7. Falsa analogía. Presenta una comparación con cierta similitud en algunos aspectos para establecer una razón general, pero las características erróneas de la comparación propician falsedad en la postura, por ejemplo:

“Los compositores trabajamos la literatura de una canción con: introducción, desarrollo y fin. Se llama narrativa breve…” Esto sólo hace referencia a la estructura clásica de las narraciones, sin embargo, esto no es lo único que define a una narración ni, tampoco, se evidencia en la gran mayoría de las canciones vallenatas, por lo cual la analogía no es adecuada.

8. Ambigüedad. Surge cuando la redacción es descuidada o busca sensacionalismo, lo que produce confusión en el lector, por ejemplo:

Esto se puede revisar en la mayoría de las publicaciones que se realizan en los foros de internet acerca de la música vallenata. Existen artículos de opinión, donde uno espera que exista un mínimo de rigor, en los cuales se encuentra una redacción descuidada. El sensacionalismo, el lenguaje hiperbólico, si es moneda común entre los comentaristas de la música vallenata, posiblemente, con la intención o por el afán de resaltar una manifestación cultural que les causa mucho arraigo y orgullo, incurriendo en un sesgo que termina por ser dañino.

Volviendo a la pregunta motivo

Revisando, puntualmente, la pregunta del título podemos encontrar que está hecha para dar un tipo de respuesta conducida, lo que la convierte en manipuladora, por lo cual debemos estar muy alertas y así evitar caer en ese juego, mediante un pensamiento crítico.

Veremos, a continuación, la estructura de pensamiento que se encuentra en el trasfondo de la pregunta:

Argumento: Aplicar teorías científicas a un objeto de estudio lo encasilla.
Premisa: El vallenato es un objeto de estudio, que se puede teorizar.
Premisa: Las teorías científicas encasillan lo que describen.
Conclusión: El Vallenato se ha encasillado.

El argumento de fondo de la pregunta es incorrecto en la medida en que el estudio de un objeto no lo limita, no le pone talanqueras, no impide su desarrollo, como se puede evidenciar con todos los desarrollos que ha permitido la ciencia, desde la aparición e implementación de su método, en términos generales, a menos que esta aproximación al objeto sea realizada de manera dogmática y sesgada, como suele suceder en muchas de las publicaciones en donde prima más la emoción que la razón, no solo sobre nuestras músicas populares.

Conclusión

Valorar un fenómeno en su justa medida, como se pretende con los estudios académicos, no implica menospreciarlo como muchos perciben que sucede con el vallenato. Estudiar esta manifestación desde la academia no le hace daño, a menos que esto sea menoscabar algunas verdades que se dan por establecidas y pocas veces se ponen en tela de juicio.

Si es necesario el uso del método científico para el estudio del vallenato y de todo fenómeno en general. Esto, sin embargo, no excluye a otras formas de conocimiento que no sigan este método y que pueden ser complementarias en el abordaje de la manifestación, para lo cual se deben tener presentes los alcances y limitaciones de cada una de las formas de conocimiento o aproximación al fenómeno que sean empleadas.

A un corpus de conocimientos que se le da un nombre de disciplina científica, como la vallenatología, es necesario ponerle un orden que, a mi parecer, solo puede ser aportado de manera efectiva por el método científico, que tiene la gran virtud de generar conocimiento perfectible, que no es inmutable ni estático. Lastimosamente esto va en contra de la pretensión de inmutabilidad de los esencialistas.

Luis Carlos Ramirez Lascarro

COMPARTO ‘VALLENATO LLORÓN’ CON USTED

Luis Carlos Ramirez Lascarro

La vertiente compositiva romántica del vallenato, entendida como aquella que empezó a tratar la dualidad amor/desamor con arreglos más estilizados y un lenguaje y melodías más elaborados, fue disruptiva y rechazada, en su momento, antes de pasar a hacerse canónica y tuvo, en lo que despectivamente se ha llamado «Vallenato llorón», una variante que solo ahora, treinta años después, logra verse con cierta benevolencia patente en las nuevas versiones de temas de ese periodo, hechas por varios artistas de la Nueva ola y la gran acogida que estas tienen en las redes sociales.

Ambas vertientes tuvieron su época de auge comercial predominante, dando paso el vallenato romántico de corte clásico al vallenato llorón y este a la nueva ola; sin que, por esto, se pueda ni deba considerar al vallenato llorón como un epígono del romántico clásico. Son vertientes distintas, aunque tienen muchas cosas en común, quizás más de las que los ortodoxos quisieran.

Al vallenato romántico clásico lo despreciaban llamándolo abolerado y, análogamente, al llorón o sensiblero lo llaman abaladado. Estas comparaciones buscan descalificar de, al menos, dos maneras: En primera instancia, identificándolos como menos auténticos al recibir influencias de géneros foráneos en contraposición al vallenato que representa lo que los esencialistas consideran propio, puro, auténtico. La otra búsqueda de invalidación se da por la forma en la que son expresados los sentimientos en estas vertientes, por la actitud del hablante lírico en los textos de estas canciones y del interprete al representarlas, cosa que veremos en detalle más adelante.

La comparación del vallenato llorón con la balada es válida en la medida en que sus canciones se caracterizan por ser piezas de tiempo lento, tratando siempre temas de amor. Cosa que también se podría decir del bolero y del vallenato romántico clásico, sin embargo, cabe señalar que en estos últimos se solía usar un lenguaje más elaborado que en los primeros, sin que esto implique que el lenguaje de la balada y el vallenato llorón sea llano o simple, en general. Se debe decir, también, que el tipo de lenguaje empleado en los boleros suele ser, incluso, más elaborado y, si se quiere, más artificioso, que el empleado en el vallenato romántico clásico, notándose bastante en ellos la influencia del modernismo en imágenes, palabras y la forma de concebir la relación entre los enamorados.

La cursilería, un invento español que los latinoamericanos hemos perfeccionado al grado de la maestría, está presente por igual en todas nuestras músicas populares, aunque sus alcances se extienden hasta la literatura, el fútbol, la política… a toda nuestra cultura, a decir verdad. A muchos puede chocar la idea de asociar al vallenato romántico clásico con la cursilería. Saldrán, seguramente, a decir que no se puede poner a los autores de este periodo como los Corin Tellado del vallenato, lo cual, sin dudar, si harían con los más representativos del periodo sensiblero, cometiendo el error de generalizar, ya que en todos los periodos por los que ha pasado la música vallenata podemos encontrar canciones de lamentación del despecho y los autores componen de tal manera que algunos, como Romualdo Brito, se han paseado por todos los periodos indistintamente, del mismo modo que Wilfran Castillo, uno de los más representativos del periodo sensiblero se ha mantenido vigente en la Nueva Ola.

Si bien los autores vallenatos no acostumbran morirse de amor en sus letras, no se puede negar que en todas las canciones de corte lírico romántico, sean consideradas lloronas o no, está presente un sentimentalismo edulcorado que busca generar emociones a flor de piel. Incluso en canciones del periodo campesino – juglaresco se pueden encontrar canciones donde el autor manifiesta una honda pena, aunque su lenguaje sea menos rico que el de los románticos.

Se puede ser cursi y, también, melodramático (otro elemento común en todas nuestras músicas populares) y a la vez artísticamente aceptable, echando mano a un lenguaje que logre llevar a la situación sentimental a una estatura y un poderío estético fuera de los lugares comunes. Esto, sin embargo, es menos común de lo que se pueda creer, por esto abundan las canciones de fórmula, facilistas e intrascendentes. No son más que esquemas repetitivos en los que la calidad poética o estética carece de relevancia, así hayan logrado conseguir la aceptación comercial. El lugar común, el estereotipo, se encuentra por igual y en abundancia en todas las artes y esto se debe, en gran medida, a nuestra preferencia por lo conocido, con lo que se aseguran: ventas, recordación, sintonía. Éxito.

El paralelo entre el melodrama y las canciones populares, incluidas las vallenatas, se puede encontrar por la vía de las imágenes redundantes que narran estereotipos y se refieren a enormes e insalvables heridas o idilios conmovedores de grandes emotividades. Se llega al límite de lo cursi con la exageración en el estilo expresivo y el abuso de situaciones cliché, que derivan en un exceso sentimental, que deleita al espectador voyerista, quien se deleita e identifica con los avatares de los protagonistas de esos pequeños culebrones cantados.

Buscando en el amplio repertorio de nuestras musicas populares tradicionales latinoamericanas se encontrará, sin mayor dificultad, canciones que hablan del amor flagelante, pasional y fatal de un hombre exhibicionista, desaforado y desgarrado, dispuesto a tragarse todo su orgullo y hasta a mendigar amor, mostrando un masoquismo sentimental contrastante con la imagen del macho dominante y conquistador que todos venden y se esfuerzan por sostener. Estos temas suelen entrar en facil sintonia con ese auditor que, queriendo autoinfringirse unas buenas puñaladas en el corazón, se obstina en escucharlas autocompadeciendose y encerrándose en una celda no pocas veces contaminada con alcohol, tabaco u otras drogas, licitas o no. Para verificar la cursilería y el melodramatismo de muchas de estas canciones es necesario leerlas, examinarlas desprovistas de la música, del canto. De esta misma manera se encuentran, también, los mejores versos de la música vallenata, los que son capaces de sostenerse solos, leidos en silencio.

Dejando de lado la actitud del hablante lírico, que tiene mucho en común en ambos tipos de vallenato romántico, se debe revisar la actitud interpretativa de los cantantes. Esta, sin duda, en nuestro medio, se ve muy afectada por el tipo de voz del interprete, siendo las recias las mejor valoradas, en contraposición de las dulces, delicadas o muy agudas, chillonas. Es por este tipo de voces, que algunos llaman andróginas, que se rechaza, a veces tan ácidamente, a este vallenato llorón o sensiblero, más que por sus letras. Ni siquiera por los cambios introducidos en la orquestación, con los cuales se quitó protagonismo al acordeón, cediéndole espacio a las guitarras eléctricas y a los teclados, principalmente en los interludios de los temas. A los sensibleros nunca se les acusó de no estar tocando vallenato, sino degenerándolo, en contraposición a los de la Nueva ola, a quienes si se acusa de no hacer vallenato, acabándolo.

Voces fuertes y potentes logran camuflar, por lo menos en el gusto de la mayoría de los vallenateros, desgarramientos como los cantados en: Regresa pronto (Luis Enrique Martínez), Corazón herido (Alejo Durán), Rancho triste (Enrique Diaz), Adiós amor (Jorge Oñate), Que te vaya bien (Poncho Zuleta), Desengañado (Beto Zabaleta) o No era el nido (Diomedes Diaz). Estos mismos temas grabados por un cantante de la línea sensiblera, serían señalados, sin duda, como llorones, mientras que las versiones de los cantantes de la nueva ola de los temas de la vertiente llorona, ya no son percibidas de la misma manera, lo cual confirma que lo que se percibe como llorón por el público vallenato es el tipo de voz y la forma interpretative, no las letras de las canciones.

Las voces vallenatas con una tecitura aguda y un timbre brillante no son exclusivas de la vertiente llorona del vallenato romántico. Se pueden rastrear desde mucho antes, siendo Rafael Orozco el primer cantante (1975), de los más reconocidos, en irrumpir con unas cualidades vocales distintas a las de sus predecesores, de voz recia, típicas del vallenato “grueso”. A finales de la década del 70 del siglo XX aparecen, también, Elías Rosado (1976), Plinio Rico (1977) y Otto Serge (1979). En la década del 80 aparecen: Miguel Patiño (1981), Robinsón Damián (1982), Miguel Morales y Marcos Díaz (1985) y Jesús Manuel Estrada (1988).

Entre estos cantantes podría situarse a los iniciadores de ese estilo, principalmente en Serge, Patiño, Díaz y Estrada; sin embargo, la corta carrera de Patiño no permite ubicarlo en el inconsciente colectivo como cantante de esta vertiente, lo que si sucedió con Estrada, a pesar de que en su carrera no interpretara solamente temas de este estilo, menos, en sus inicios al lado del maestro Ismael Rudas. Serge, al igual que los otros nombrados, se deja por fuera del calificativo de Llorón, por la mayoría de las personas, debido a que su repertorio exitoso no se ajusta, en su totalidad, al molde hecho tendencia por los conjuntos representativos del vallenato llorón. Este molde se puede definir de la siguiente manera: repertorio dedicado exclusivamente a la temática de la dualidad amor/desamor, enfatizando en el despecho, en el cual no se encuentran covers de temas tradicionales ni de compositores del periodo campesino/juglarezco. Además se caracteriza por canciones de tempo lento en las cuales los interludios son interpretados, preferentemente, con teclados o guitarras eléctricas y de las que están excluidos los famosos “piques” o improvisaciones de los acordeoneros, haciendo alarde de su digitación.

Con este molde deberían quedar por fuera de la etiqueta de llorones: los Chiches, por los menos en sus primeros LP, el Binomio post Rafa Orozco y los Diablitos, incluso en la época de Alex Manga, ya que incluyeron en sus trabajos algunos temas de tempo rápido y hasta jocosos, como puede verse incluso en los demás grupos que sustentaron su fama y su prestigio en los temas sensibleros. Sin embargo, el repertorio exitoso de estos grupos, así como el de Amín, Alex y Jeanca, es netamente llorón, estilo que contribuyó grandemente, en su momento, a la consolidación de la música vallenata en el interior del país y, también, a su internacionalización, principalmente hacia Venezuela y la zona de Monterrey, Nuevo León, México.

Después de Jean Carlos Centeno (1993) y Alex Manga (1995) aparecieron, en la década del 90, Hebert Vargas y Nelson Velásquez (1996) como las voces líderes de los conjuntos llorones por antonomasia: Los gigantes y Los inquietos, agrupaciones a las que estuvo ligado el guitarrista y compositor Iván Calderón, a quien se considera el creador de la formula de este vallenato que siempre se ha asociado más a la sensibilidad andina que a la costeña: el Urabanato, como lo llama la investigadora Marina Quintero, variante que ya vió su fin comercialmente, a pesar del gran momento que tuvieron Los gigantes con Daniel Calderón, de epígonos como Los infieles y Los genios, por ejemplo, y de recientes lanzamientos de Hebert y Nelson, ya como solistas.

El vallenato romántico, principalmente el llorón, subvierte el papel tradicional del hombre en el teatro del amor, pasando de dominador a sometido, sufriendo una especie de feminización que chocó abiertamente con la imágen tradicional del hombre, llegando a hacerse cliché la imagen de una mujer tirana y fatal en medio de unas letras que empezaron la inversion de papeles que hoy día se hace más evidente que nunca, en las letras que retratan a las mujeres con actitudes que, hasta hace unos años, eran exclusivas de los hombres y son mal vistas en las mujeres.

El professor Abel Medina en su más reciente libro: Representaciones sociales de género en las líricas vallenatas considera que en el periodo romántico clásico se pasó a glorificar a la mujer, migrando de temas en los que se resaltaba la vida parrandera y mujeriega del periodo anterior a unos en los que, si bien también se cantan las penas de amor, el amante contrariado se sostiene de pie ante la adversidad en contraste con la derrota del hombre que representa la postración y autoflagelación del cantor del vallenato sensiblero. En ambas vertientes se pueden encontrar canciones de autoflagelación de un cantor postrado, la diferencia es que en el vallenato llorón estas canciones ocuparon casi todo el repertorio, atendiendo a las preferencias de su público objetivo. El agotamiento de esta formula permitió que la nueva ola llegara a devolver, en varios sentidos, al vallenato a sus primeros estadios, empezando por la reaparición del macho desdeñoso y dominante, con letras despojadas de lirismo y sensiblería. También aparecieron los temas de tempo rapido, jocosos, cargados de picarezca, volvieron los piques en los interludios y se dió mayor protagonismo al acordeón, aunque ya no tanto al acordeonero. Se desanquilosó el vallenato, a fuerza de acercar sus sonoridades a las de otros ritmos foráneos, cosa que no se le perdona estos nuevos cantores, como tampoco la constante presencia de mujeres frívolas, inestables, promiscuas y de moral cuestionable en sus canciones, cosa que no es nueva en la sociedad sexista, patriarchal y machista en la que vivimos hace siglos y que mide con doble racero las actuaciones de hombre y mujeres, llevandose las segundas la peor parte.

No estoy seguro de que se logre quitar del todo el estigma que ha acompañado a los vallenatos llorones desde su irrupción, de lo que no me cabe ninguna duda es de la carga de machismo que subyace en la denominación que se le ha dado y en la forma como se valoran sus letras.

Luis Carlos Ramirez Lascarro