Lolita Acosta

Por: Lolita Acosta

(A propósito del foro virtual sobre si el Vallenato es un patrimonio cultural que está en riesgo y amerita se formule para él un Plan Especial de Salvaguardia)

No cabe duda de que asistimos a una etapa crítica de revalorización de conceptos y principio en la sociedad colombiana. Fenómeno social éste que afecta todos los campos del quehacer humano.

Así como algunos elementos de la sociedad cumplen el papel de vanguardistas, revolucionándolo todo, a otros corresponde ser los guardianes de la heredad.

Es imposible que los vientos de modernidad dejen intacto algo tan vivo, vigoroso y esencial para las relaciones interpersonales, como lo es el folclor, y más en nuestro caso, en donde el folclor musical ha servido de vaso comunicante entre los tiempos y sus sucesos, narrándolo todo a través de sus cantos.

Pero cuando decimos todo, no nos referimos solamente a la cotidianidad comarcal sino a la carga de valores, referentes de un comportamiento social e individual que ha marcado, a lo largo de la historia, cada una de las actuaciones individuales y colectivas de nuestra sociedad. ¿Qué si no es esto la aceptación de la preponderancia del hombre sobre la mujer, el compadrazgo por encima de cualquier lazo sanguíneo o familiar, la exposición de los sentimientos amorosos, la transmisión de la religiosidad, la elegía a la amistad, la descripción deslumbrante del paisaje, la jocosidad y la burla picante existente en el canto vallenato?.

Esta gama temática, con toda su profundidad, es la que está en riesgo a manos de la gran mayoría de los nuevos creadores del canto vallenato, cuyo afán mercantilista está por encima de la necesidad de proteger, defender, preservar y transmitir la tradición musical heredada con todo su contenido temático y su color musical expresado en los cuatro ritmos que nos fueron dados allende los tiempo: paseo, meregue, puya y son, cuyas cuadraturas musicales son únicas e identificables, interprétese como se interprete en el formato musical de las distintas preferencias. Es lo que le da peso al amigo de Tuchín que le pregunta a Rosendo Romero: -“Compadre Chendo, usted que sabe componer sus versos que a mí me gustan tanto, ¿qué está pasando con el vallenato que ya no se parece?”.

El Vallenato que nosotros pretendemos elevar a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad necesariamente será el más simple de todos, el costumbrista porque debe, en esencia, reflejar las costumbres de nuestro pueblo, el de los barrios y veredas, la ciudad y el campo, no el de las discotecas, alfombras rojas y tarimas de la parafernalia de moda. Esto no implica que no lleve el romanticismo de Tobías Enrique Pumarejo, la poesía de Gustavo Gutiérrez, lo épico de Rafael Escalona, el compromiso social de Santander Durán, el lirismo de Rosendo Romero, el gracejo de Romualdo Brito, la historicidad de Hernando Marín, la picardía de Mateo Torres. Costumbrismo y romanticismo y todas estas variables mencionadas pueden cohabitar sin detrimento de la autenticidad del Vallenato. Y es a la vez ese Vallenato que todo lo permea y se expresa a través de todos los quehaceres comarcales, dándole vida a otras expresiones como la pintura, el cine, la moda. El Vallenato es pues ecuménico y universal.

Para bien o para su mal, la popularización del Vallenato acertó coincidir con el despegue, en la década del 40, de las industrias radiofónica y fonográfica, lo que mediatizó su fama y a muchos hace confundir pensando que si suena y se vende es porque tiene un valor esencial, y sin adentrarse en mayores análisis desechan lo que a sus oídos no llega repetitivamente. Esta consideración amerita entonces la toma de medidas como las que se pretenden a través del PES y la gestión ante la UNESCO para que el Vallenato, conectado a su realidad histórica y el papel que cumplió y cumple en la sociedad, sea considerado un valor cultural en riesgo de desaparición.

EL DIARIO VALLENATO