
Lolita Acosta
No te «coloques» colorado por favor
Con dolor, rabia e impotencia observo el exterminio del verbo poner y el muy preocupante, por lo desacertado, capricho, de reemplazarlo por el verbo colocar.
Por suerte, no estoy sola en la lucha necesaria en defensa de nuestro idioma, enfrentando cada día a personas empecinadas, por ejemplo, en el cambio de los referidos términos.
Comparto contigo este artículo que alguien me reenvío, pero que en el reenvío se perdió el nombre de autor. Lástima, porque hay que felicitarlo.
Y pensar que la cosa empezó, recuerdo yo, por allá por los años 1960 como una “mamadera de gallo” de un barranquillero. La frase hizo carrera y aquí tenemos un problema de falta de cultura que afecta a mucha gente.
El artículo en cuestión es el siguiente:
¿PONER O COLOCAR? ESA ES LA CUESTIÓN
He tratado de quedarme callado cada vez que oigo a alguien utilizando el verbo colocar en lugar del hermoso y correctísimo poner; sin embargo, lo que más me embejuca es la excusa o la justificación de tan descabellado reemplazo: – “Es que las únicas que ponen son las gallinas”.
Y lo peor es que tal estupidez se escucha en boca de “eminentes” comunicadores y altos representantes de nuestra sociedad; de locutores y comentaristas que la defienden con tal convencimiento, que no existe nada en este mundo que los haga cambiar de opinión o “colocarse” colorados por tal desatino.
Es así como, en el colmo de la “culta ignorancia”, escuchamos por ahí algunas burradas como las siguientes, en las que nos hace caer en cuenta Soledad Moliner:
«Me coloca al borde de la quiebra»
«A la bebé la colocaron Valentina»
«Eso me colocó a pensar»
«Ella se colocó brava»
«La debo colocar en práctica»
«Esta tarjeta es para que no le coloquen problemas al entrar»
«Me colocó en ridículo»
«Voy a colocar la queja»
«Esas cosas me colocan nervioso»
«No pude asistir, porque mi mamá se colocó enferma»
No quiero parecer demasiado crítico, ni dármelas de master idiomático, porque no lo soy; aunque acudo a tu tolerancia para que aceptes que me desahogue de esta manera y me des la oportunidad de lanzar este grito que ya no puedo contener más. Es por eso, porque no soy tal maestro, que comparto contigo estas palabras de la misma Soledad Moliner:
“Parte del encanto de una lengua son sus matices. Colocar es un matiz de poner, así como guisar es una precisión de cocinar. Por eso no son sinónimos, y a menudo es una barbaridad sustituir «poner» por «colocar».
En su acepción más amplia, según don Rufino J Cuervo, colocar es «poner en el lugar debido». La Real Academia dice algo semejante. Así, pues, colocar no es simplemente poner, sino poner donde corresponde.
De manera que nadie se coloca colorado, ni enfermo. En cambio, aquella lamparita hay que colocarla en la mesa roja, porque en la verde se ve mal.
Otras dos acepciones específicas de colocar: 1) Invertir dinero, acciones o valores («Coloqué plata al tres por ciento»). 2) Acomodar a una persona en un empleo («Mi hermano se colocó en el Senado»).
Como norma general, evite el uso de «colocar» y juéguesela con «poner»: hay menos posibilidades de meter las patas y ponerse colorado.
Además, conviene hacerlo ya mismo, antes de que el virus contamine a toda la familia: «Hay que poscolocar la cita», «No es bueno antecolocar los intereses personales a los de la patria»”.
Por último, quiero compartir contigo que las acepciones del verbo colocar son cinco, y las del verbo poner son CUARENTA Y CUATRO; así que, amigo mío, cuando escuches a alguien utilizando “burrísticamente” el colocar en lugar del gallardo y fabuloso poner, por favor, hazle caer en cuenta de su infantil error, y hazlo con la plena convicción de estar haciéndole un bien a nuestro idioma.
¡Ah!; y por favor, hazlo… ¡sin colocarte colorado!
Increíble oír que un técnico o un avicultor dicen (sin colocarse colorados) que la gallina, a las 20 semanas, colocó el primer huevo.
