EL TINAJERO

Por José Atuesta Mindiola/El Pilón

La actitud del indígena Arhuaco de reconocer la paternidad de una de las trillizas que tuvo con su compañera sentimental, no puede aceptarse como un caso general de la cultura arhuaca; es una actitud subcultural o infrahumana, porque corresponde a un comportamiento personal, aislado de alguien que manifiesta desconocer las normas básicas de la reproducción humana que toda persona normal en capacidad de procrear debe saber,   independiente de su etnia o estrato social.  La cultura en sentido amplio,  incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el ser humano como  miembro de la sociedad,  y esto determina que el  comportamiento, en gran medida, sea el resultado del aprendizaje y la experiencia. La actitud de este indígena nos infiere a pensar que tiene un problema de conocimiento, que atenta contra natura, contra los derechos biológicos de la mujer, contra la intimidad y su ternura de madre.  Un ser humano, que no vive aislado del mundo social de sus semejantes, que no ha naufragado como Robinson Crusoe, sino que comparte la vida en comunidad, no se le puede aceptar como hecho cultural,  su ignorancia en  cosas tangibles como la reproducción.    Es que tener hijos es una gran responsabilidad, y las autoridades que orientan la defensa y conservación de las costumbres (que tienen todas las etnias indígenas), educan a sus miembros para que se identifiquen con su comunidad, y entre esas normas están el respeto por la vida y las leyes de la naturaleza. La maternidad es una ley de la naturaleza, y el contacto con la experiencia enseña que los animales como las ovejas tienen una cría, pero a veces tienen  dos o tres. Además, no es el primer caso de nacimientos trillizos en seres humanos.  Otro ejemplo de subcultura. En Mariangola conocí a un señor, completamente iletrado, cuya pasión era el cuidado de sus burros; se jactaba de tener los mejores en la región, los compraba cerreros, los domaba y posaba su maestría de jinete. Un día, decidió dejar a su mujer, madre de su único hijo, porque se montó en uno de sus burros para hacer una diligencia en una finca vecina. La razón, del iracundo señor: Sus burros no eran para ser montados por mujer, porque perdían su capacidad de padrote.  Un parroquiano con poses de erudito,  argumentaba que eso, “era un problema cultural, que por respeto no debía ser tomado de sustento para chiste”. No hay que ser filósofo, sólo hay que tener un sentido común y mirar desde la óptica axiológica para entender que, era un comportamiento infrahumano, de alguien que de manera particular concebía el concepto de autoridad suprema y tenía falsas apreciaciones de la masculinidad animal.  Para superar estos comportamientos infrahumanos o subculturales, expertos pedagogos, opinan que la clave está en la educación, en ser un agente asequible a la cultura y a todas las instancias superiores de aprendizajes y de respeto por la vida.  Como reflexión final, retomo un fragmento del discurso de posesión del gobernador del Cesar: Una población educada con pertinencia es una población productiva y competitiva, porque la educación permite desarrollar capacidades que nos brindan independencia y libertad. Como lo diría el Nobel de Economía Amartya Sen: “no sólo está preso quien está tras las rejas, sino también, quien no ha tenido derecho a la educación”.

JOSE ATUESTA MENDIOLA