Por: Gustavo Rodríguez Gómez
Para nadie es un secreto que el problema de la salud en Colombia, cada día se complica. Basta con abrir el periódico, encender el televisor o la radio, para que, si entramos a las secciones de noticias o de opinión, encontremos que por encima de otros sucesos -también abundantes e igual de preocupantes- proliferen los referentes a lo intrincada que se ha vuelto la prestación del servicio de salud en nuestro país.
Antes, cuando aún no existía la Ley 100 -esa que “regula” los servicios de salud en Colombia- las empresas grandes y formales tenían su propio servicio médico y sus trabajadores contaban con la atención adecuada, que cubría el suministro de medicinas y la hospitalización, si se requería. Para los trabajadores informales y los desempleados, el acceso a estos servicios se realizaba a través de los hospitales oficiales y estaba limitado por los recursos del enfermo o sus familiares o allegados; pero, de todas maneras, gracias al apostolado de los médicos y sus auxiliares, los pobres también podían permitirse el “lujo” de enfermarse, y si la expectativa de vida era poca, se debía al menor avance de la ciencia de Esculapio e Hipócrates y no, como ahora, a la degradación en la prestación del servicio.
Y no porque los médicos hayan empezado a faltar al juramento hipocrático; no, todo obedece a que la atención en los servicios de salud en Colombia, gracias a la Ley 100, quedó encomendada a personas ajenas a la medicina: porque, ¿quiénes son los dueños de la llamadas EPS, si no individuos adscritos al mundo empresarial, cuyos motivos siempre estarán signados por el lucro mercantil?. Si nos asomamos a la composición de la junta de socios de cualquier EPS, encontramos que allí figuran bancos, aseguradoras, ex presidentes, congresistas, ex ministros, grandes empresarios, etc. Pero muy pocos -poquísimos- representantes de la medicina.
Son muchas y variadas las reformas que se le han querido hacer a la ya mencionada ley, pero ninguna ha logrado llegar al punto clave de la solución: una mayor y completa cobertura a los beneficiarios, una mayor y total amplitud en la formulación de los medicamentos, una mejor y pronta atención a los pacientes; porque, en verdad, nunca se había utilizado de mejor manera este vocablo -pacientes- para referirse a todos aquellos que llegan a enfermarse en Colombia, ya que deben revestirse con la virtud del santo Job, para poder culminar positivamente cualquier proceso curativo.
Aunque son muchos -profusos- los casos en los cuales el paciente muere. Porque la salud en Colombia dejó de ser un derecho, para convertirse en mercancía cuyos costos de producción deben de ser mínimos para que la rentabilidad aumente.
Pero alguien desprevenido se preguntará, si es tan fácil reformar el sistema de salud, ¿por qué no se hace? Por la sencilla razón de que quienes deben hacerlo, son juez y parte en la contienda; pues a la vez que deberían buscar la solución, pertenecen a la casta dominante que todo lo posee y, entre otras cosas, también son dueños -o alguien allegado lo es- de las ya tristemente célebres EPS.
Y así, nadie podrá ponerle el cascabel al gato.
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P. S. *En esto del confuso enfrentamiento entre los nasa y miembros del Ejército Nacional, se ha hablado de todo; hasta se ha menospreciado a los indígenas, cuando se dice que están siendo manipulados por la guerrilla. Pero nadie ha recordado la ausencia del Estado cuando, antaño, el paramilitarismo masacraba poblaciones indígenas o campesinas, cuando a pocos kilómetros de guarniciones militares se asesinaba a los pobres para quitarles sus tierras.
Entonces, ¿por qué la alharaca ante el desdén de los indígenas caucanos? Y, si bien es cierto que la guerrilla está interesada en la región, no es menos incuestionable que el terrorismo de la ultraderecha del Nogal tenga puestos sus ojos en ese río revuelto.
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** ¿Será mera coincidencia que Mario Iguarán -ex fiscal general- y María del Carmen Vallejo -juez tercera de garantías- hubieran conversado a solas durante tres cuartos de hora y después de esto, la juez declarara la libertad de Cárdenas, el cliente de Iguarán? Cuando Iguarán dice que el video que muestra las circunstancias del diálogo, es una canallada, ¿insinúa que el sistema de seguridad del complejo judicial de Paloquemao en Bogotá, está manejado por canallas?
El Pilón.Valledupar, 24 de julio del año 2012
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