Por: Imelda Daza Cotes*
El acuerdo para la finalizaciÛn del conflicto y la construcciÛn de paz en Colombia es una noticia que los medios de comunicaciÛn occidentales han destacado con mucho interÈs y que los colombianos obligados al exilio hemos recibido con gran expectativa, convencidos de que hay espacio para el optimismo y de que una Colombia mejor es posible.
La historia del paÌs ha estado signada por la falta de democracia social, econÛmica y polÌtica a causa de lo cual las carencias de todo orden han marcado la vida ciudadana, ha predominado la injusticia, la riqueza ha sido privilegio de pocos y la pobreza el lastre de la mayorÌa; la politiquerÌa y los vicios que de ella se derivan han dominado el escenario nacional, la corrupciÛn superÛ lo imaginable y la violencia en todas sus formas nos atrapÛ. De tantos males surgiÛ la rebeldÌa y la confrontaciÛn se hizo inevitable. Son varias las generaciones de colombianos que no han conocido la paz. Los que hoy son jÛvenes sÛlo han escuchado el lenguaje de la guerra; tambiÈn ha sido asÌ para sus padres y abuelos. Pero ninguna guerra puede ser eterna. Parece que llegÛ la hora de decir BASTA!!! no m·s insensatez, paremos el horror y la barbarie y dispong·monos a superar las causas que dieron origen al enfrentamiento. No hay m·s caminos. LA PAZ es el ˙nico camino.
Al pueblo colombiano le llegÛ la hora de la reconciliaciÛn, del debate civilizado, de la discusiÛn amplia y abierta para ventilar los grandes problemas del paÌs y, entre todos, identificar las soluciones. Se ha firmado un Acuerdo General para iniciar las conversaciones que han de llevarnos a otros acuerdos sobre las reformas m·s urgentes que demanda el paÌs. Se definir·n tambiÈn los mecanismos para implementarlas.
La reacciÛn interna y externa ante el primer acuerdo firmado ha sido m·s que favorable. Hay confianza en el proceso y el respaldo general se ha hecho sentir no sÛlo desde los vecinos latinoamericanos sino desde varios paÌses europeos. Es el momento de comprometerse con la paz, serÌa imperdonable y catastrÛfico para el paÌs desaprovechar esta oportunidad. Hay que entender la coyuntura y convencerse de que hemos iniciado un proceso de no retorno.
Los obst·culos para llegar a la paz definitiva son m˙ltiples y de variada Ìndole y eso no debe desanimarnos. Estamos ante un reto histÛrico que exige mucho coraje. No es tarea f·cil terminar una guerra que se prolongÛ y por eso mismo se degradÛ. El di·logo mismo es difÌcil porque los protagonistas son dos partes(gobierno-fuerzas armadas y pueblo-insurgencia) que durante medio siglo han estado incesantemente confrontados. Por eso es indispensable el acompaÒamiento y participaciÛn de otros actores polÌticos y sociales de Colombia y de otros paÌses tambiÈn.
Otra gran dificultad la constituyen los guerreristas, los pirÛmanos que se crispan complacidos ante el fuego de los fusiles y a quienes la muerte y el dolor no conmueven. Son la peor amenaza a este proceso de paz; ya han mostrado sus ìcolmillosî y no hay que ser adivino para sospechar que se disponen a sabotear las conversaciones. Sin escr˙pulo alguno promueven la guerra y la confrontaciÛn porque les resulta ˙til a sus macabros propÛsitos polÌticos. Muy cerca de Èstos est·n los beneficiarios econÛmicos del conflicto para quienes la guerra es un magnÌfico negocio pues a travÈs de infinidad de mecanismos se apropian impunemente de buena parte de un presupuesto nacional que en vez de financiar la paz va para la guerra.
Como soporte de los enemigos de la reconciliaciÛn est·n muchos medios de comunicaciÛn que act˙an como aliados de los guerreristas, les ofrecen generosamente sus micrÛfonos, sus espacios y sus p·ginas para enlodar el proceso y oponerse a la paz. Desde luego, las conversaciones y los di·logos tienen que ser amplios, y el pluralismo y la diversidad son legÌtimos siempre y cuando sean para construir paz, no para destruir las posibilidades de alcanzarla.
Hay que estar alertas y hay que disponerse a defender el derecho que tenemos los colombianos a vivir en paz, a convivir en armonÌa con la naturaleza, a tener igualdad de oportunidades, a resolver nuestros problemas con el concurso de todos, en fin, a vivir en verdadera democracia. Esa es la meta definitiva. Por ahora el af·n es terminar la confrontaciÛn, mientras m·s r·pido mejor. Vendr·n luego los an·lisis y debates que, con la participaciÛn de todos, definir·n las reformas que el paÌs demanda. Por la paz valen todos los esfuerzos.
*Imelda Daza Cotes/El Pilón
