Giomar Lucía Guerra Bonilla

  “Fue la costurera que los puntos le fue dando/  El que la fue entallando que buena mano       tenía / Pero es mejor todavía el que la viene portando. ”

 En el modo de vestir se hace presente el Caribe con dos prendas cuyo uso, según investigadores cubanos viene desde el siglo XIX: son la camisa guayabera y el liqui-liqui.  Su origen y pertenencia ha sido reclamada por varios países pero son los cubanos quienes con más énfasis demandan haber ideado  estas prendas de vestir, lo que reafirma su llegada a nuestros días  rodeadas de un feliz contrapunteo de encuentros y distanciamientos que nos reiteran en su análisis más próximo a pensar que el Caribe es solo uno, es multiétnico y que una de sus manifestaciones la guayabera  y el liqui-liqui, especialmente la primera, se han convertido en signos cardinales de nuestra más fecunda epopeya cultural: la identidad Caribe.

Presidentes latinoamericanos vestidos con guayaberas

Su origen tiene visos de leyenda y realidad. Según los cubanos Eduardo Costa, historiador y el periodista Juan Álvarez Sánchez, los orígenes del uso de la guayabera está relacionado con la llegada  en los tiempos de la colonia al pueblo Sancti Spiritus (una de la villas fundadas en Cuba por El Adelantado Don Diego Velásquez en el  siglo XVIII)  de los esposos José Pérez Rodríguez “Joselillo” y Encarnación Núñez García, andaluces provenientes de Granada.

 Por la situación que se vivía debido a que sólo se recibían en la isla telas muy gruesas, francamente inapropiadas para el clima bastante caluroso de la isla, sus familiares desde España les enviaron un paquete de lino español del cual Doña Encarnación, que era costurera, cortó y cosió para Joselillo una camisa suelta, de mangas largas, luciendo al frente cuatro elegantes botones de nácar, cuello duro, redondo y discreto, abierta a los lados para facilitar colocar el machete y el cuchillo, rematada con cuatro bolsillos para llevar en ellos sus pertenencias y provisiones para envolver el tabaco. Confeccionada además para usarla por fuera del pantalón haciéndola más fresca.

 La singular camisa pronto se popularizó entre los campesinos de la región quienes comenzaron a vestirla. Se dice que su primer nombre fue yayabera pues todo esto ocurrió en las márgenes del río Yayabo cuyo cauce fluvial  cruzaba por la ciudad de Sancti Spiritus. Otros afirman que se le denominó así porque allí abundaban las guayabas y los hombres llenaban los bolsillos grandes con éstas.  Transcurre el tiempo y el cambio de costumbres influyó para las variaciones que ha sufrido hasta nuestros días.

El poeta cubano decimero Juan Nápoles Fajardo elogió así a la guayabera:

“Fuera de  sus pantalones  meciales la fresca brisa / las faldas de su camisa guarnecida de botones / Llevaba los zapatos de pellejo de majá / flores de guatapaná en la cinta del sombrero / y el tal hombre un veguero de las Vegas de Aguará / ¡ Que bonita guayabera! ¡Que bonita le quedó! / El sastre que la cortó es una buena tijera / Buena

Gabriel García Márquez. Premio nobel de literatura, vestido con guayabera

El padre de Macondo, nobel escritor Gabriel García Márquez, arranca a su pueblo de la sempiterna soledad y lo proyecta a un escenario mundial, buscando al recibir tan anhelado y merecido premio el momento preciso para dar una muestra de nuestra identidad,  no solo al llevar la música vallenata al palacio real, sino al romper con el uso del vestido formal en una de las ceremonias de gala de la Academia Sueca, mostrando sus preferencias al vestir el liqui-qui, a cambio del frac tradicional,  en una ceremonia insólita que mostró los “contrastes macondianos”.

Este histórico liqui-liqui usado por nuestros campesinos, con el que Gabo se dijo pretendía rendirle homenaje filial  a su abuelo el Coronel Márquez, fue  rechazado por Don Agustín Gómez Avilés al afirmar, que el Coronel no usaba liqui-liqui como los campesinos, sino “…que vestía impecablemente  de blanco y corbata, prenda muy arraigada en la Riohacha antañona”. Tan enraizada estaba esta costumbre de usar corbata  que Don Agustín lo ilustra con el siguiente hecho:  dice “que un distinguido comerciante riohachero, salvado de una naufragio, llegó a las playas del Pájaro (Guajira) a plena luz meridiana, sin su maletín cargado de morrocotas, sin los pantalones, sin la camisa, sin los calzoncillos y sin la franela. Pero ¡loado sea Dios, con la corbata  colgándole del cuello!” .

La guayabera se ha convertido en el smoking tropical. En Colombia ha subido de categoría, especialmente en ciudades como Cartagena donde la usan a menudo de diario y desde hace algunos años es el vestido para eventos de gala como los del reinado de belleza, matrimonios, grados, celebraciones, posesiones. De ahí en adelante la moda ha tenido muy buena acogida en Valledupar, Santa Marta, Montería, Lorica, Barranquilla, Cali y en la fría antiplanicie bogotana. Los riohacheros  conservan esta tradición.

Un vistazo sobre las tendencias en el vestir de los mandatarios latinoamericanos, nos  muestra una evolución significativa en el modo de vestir. El traje oscuro con corbata ha dejado de ser el único atuendo adecuado y de uso obligatorio el día de la investidura  y en diario gobernar.. Por el contrario vemos un desfile de guayaberas,  chaquetas informales, camisas con labores y tejidos hechos por artesanas indígenas e incluso sombrero ranchero y botas como en el caso del ex presidente  mexicano Vicente  Fox.

 El Presidente de Bolivia Evo Morales Aymá no usó corbata, ni  vistió el traje oficial para su posesión ni para las visitas que ha hecho a otros países, sino una chaqueta negra de corte moderno, casi siempre sin cuello, que combina con una camisa blanca, rematada con una tela tejida a mano por también por artesanas indígenas aimará y quechuas.

Por su parte el presidente Rafael Correa vistió de oscuro, sin corbata y con una camisa blanca de cuello redondo, adornado también con trabajos manualeshechos por indígenas, convirtiéndose en su prenda distintiva. A su vez el ex dignatario de la iglesia católica y actual depuesto Presidente del Paraguay Fernando Lugo no se ha quedado atrás, sumándose a esta moda  haciendo a un lado la pomposidad y la etiqueta para utilizar  la camisa blanca con la que siempre lo vieron sus coterráneos, por los que trabajó durante más de treinta años en labores sociales y de carácter religioso, antes de acceder a la presidencia.

Del carismático Presidente  Hugo Chávez ni hablar, muestra su versátil y extrovertida personalidad a veces vestido de militar, pero es su característica camisa roja la que lo acompaña casi siempre.  Millones de sus seguidores la adoptaron a tal grado que en la reciente campaña electoral, se habló en Venezuela de “la marea roja.”  Históricamente este color ha estado asociado a la revolución.

En ese sentido nuestro Presidente también ha brillado por su particular y original modo de vestir, usando en muy pocas oportunidades la corbata y saco, lo cual era la mayor ofensa para los rolos. Su asesor de imagen ha logrado mostrarlo juvenil y descomplicado, aunque muy elegante en el vestir.

De igual manera el Presidente Alvaro Uribe Vélez, uno de los más populares de la historia de Colombia, se paseó por el país usando esta prenda de vestir, combinada con símbolos antioqueños: el poncho, carriel y el sombrero aguadeño luciéndose en sus ya famosos consejos comunales, perorando sobre” la Seguridad Democrática”, sin saber si ésta es más importante que la justicia social.  Es posible que estas  prendas de vestir lo hayan llevado a pensar que puede aparecer casi siempre como un papá regañón y a afirmar a menudo  que “en este gobierno no hay tiempo para pensar.”

Ellos han creado de alguna manera no solo una tendencia en la moda basada en la comodidad y el rechazo al convencionalismo, sino un traslucir de los cambios que pretenden hacer, relacionados en algunos casos, con un renacer de carácter étnico, ideológico, el rescate de la identidad, la reivindicación e inclusión social de la población vulnerable, revelar lo propio y mostrarle al mundo en especial a  europeos y norteamericanos elementos de la autenticidad de “la cultura interrumpida”. Sin embargo son muchos los escollos que han encontrado en el ejercicio gubernamental estos presidentes.

Pero el cambio de mentalidad, el rescate de la identidad va más allá.  La dimensión colectiva de lo que somos tenemos que mirarla con nuestros propios ojos y aún en medio de la dialéctica del mamagallismo, desarrollar el discurso oportuno y necesario, adoptar las medidas precisas para la seguridad y la convivencia, la aceptación del diferente, la política y su servicio en la construcción del bien común, la autocrítica para revisar en qué hemos fallado y hacer oportunos replanteamientos  y velar para que los menos favorecidos recuperen la confianza y hagan realidad sus derechos, en lo cual todos estamos comprometidos y tenemos que adoptar el vestido de la justicia social,  para actuar desde el lugar y la misión que se nos ha encomendado para  un mejor vivir, no en el país de “Las Mil y una noches”, pero si, en el país posible deseado por todos.