RODRIGUEZ-GUSTAVO-2DESDE LA BARRERA

Por: Gustavo Rodríguez Gómez*

“Cuando los dioses quieren perder a los hombres,
les dan poder.” (proverbio griego)

En 1981 Álvaro Uribe Vélez, siendo director de Aerocivil, le otorgó una licencia a Jaime Cardona con el fin de que trabajara algunas rutas. Cuando Iván Duque Escobar, a la sazón gobernador de Antioquia, se enteró de la autorización puso el grito en el cielo. Como no conocía al funcionario que había cometido semejante exabrupto, preguntó quién era. Uno de sus asesores le contestó que era  uno de los hijos de Alberto Uribe Sierra. -¿Y qué méritos tiene para que lo hayan nombrado? El asesor dijo: -Es un joven de 29 años, y su padre ha sido siempre liberal. -Nada de eso tiene importancia,  tronó el gobernador -A mí lo que me interesa es que sepa que Jaime Cardona es un empresario vinculado a la mafia. Duque, un experimentado político casi veinte años mayor que el nuevo funcionario, pidió que lo llamaran.

-Director, me he enterado de la licencia que usted le otorgó a Jaime Cardona, un empresario vinculado a la mafia. Al otro lado de la línea, el gobernador oyó un silencio pesado. Y luego, cuando esperaba alguna reacción positiva, escuchó estupefacto que el hasta entonces desconocido hijo de Alberto Uribe, sostenía con voz fría y serena que el gobernador estaba mal informado y que el señor Cardona era un hombre de bien. Colgaron. De inmediato, el gobernador pidió que lo comunicaran con la Secretaría Privada del presidente Turbay Ayala, donde solicitó una cita. -Es urgente, le dijo al funcionario.

(Meses después, Cardona sería condenado por el delito de narcotráfico y más tarde moriría en un extraño accidente, cuando su avión particular despegaba de la pista que había construido en su hacienda, con el aval de Aerocivil.)

Mientras el presidente lo recibía, Duque se dedicó a averiguar qué otras medidas había tomado Aerocivil en los últimos meses. Supo entonces que había otorgado licencias para la construcción de aeropuertos en varios municipios de Antioquia y en la hacienda “El 90″, en Caucasia, propiedad de Jaime Cardona. Con esos datos, viajó a Bogotá. En el despacho del presidente, hizo un relato pormenorizado de los hechos. Turbay se tomó la cabeza a dos manos y dijo: -¡Válgame Dios, mi madre! El gobernador salió convencido de que el asunto se resolvería en pocos días. Pero estaba equivocado. Aunque las licencias fueron derogadas, los archivos aparecieron misteriosamente borrados y el funcionario siguió en su puesto hasta el 7 de agosto de 1982, cuando Turbay terminó su período. Pero sobre la polémica actividad que Uribe Vélez adelantara en Aerocivil, cayó el manto del olvido.

Pero los parientes de Femando Uribe Sénior, que había sido alcalde de Medellín y concejal de esa ciudad durante varios períodos hasta que, en enero de 1980, el presidente Turbay lo nombró director de Aerocivil, jamás la olvidaron. Uribe Señor  tomó su cargo con seriedad. En los primeros días de febrero ordenó clausurar algunos aeropuertos clandestinos por donde salían cargamentos de marihuana con destino al exterior. Al mes de haber tomado posesión fue asesinado. Todos culparon a la mafia. Pero en Aerocivil no creyeron esa versión, y se negaron a comentarla, con el peregrino argumento de que, hacía poco tiempo había sido asesinado en Bogotá el jefe de Operaciones de Aerocivil, coronel Osiris Maldonado.

Sobre la muerte de Uribe Sénior, El Colombiano informó que “la incógnita sobre los móviles no se ha despejado. Las causas siguen ocultas, mientras aumentan las versiones. La mayoría está de acuerdo en que al destacado personaje lo mató la mafia por cuanto durante el poco tiempo que llevaba al frente de Aerocivil había tenido que proceder contra ciertas organizaciones.”

Pasaron las semanas, hasta que el 24 de marzo de ese año, Turbay nombró para reemplazarlo a Álvaro Uribe Vélez, el siniestro personaje que, más adelante, fuera dictador en esta pobre patria durante ocho años y que, ahora, quiere seguir, de forma directa o por interpuestos lacayos, usufructuando el tesoro nacional.

Porque, no obstante, con semejante rabo de paja, tiene el atrevimiento de asomarse a la candela y despotrica de todos sus adversarios y de todo aquel que no está de acuerdo con sus no muy honestas formas de proceder.

Bibliografía: “El señor de las sombras”, Fdo. Garavito y Joseph Contreras, mayo/2002.

Valledupar, 19 de febrero del año 2013

*Gustavo Rodríguez Gómez/El Pilón
grg1939@yahoo.com