El argentino presidió su primer Vía Crucis anoche, en el Coliseo Romano.
El papa Francisco llegó anoche al Coliseo de Roma para presidir desde la colina del Palatino, que se encuentra frente al famoso anfiteatro, el tradicional Vía Crucis del Viernes Santo, el primero de su pontificado.
Francisco fue recibido por el alcalde de la ciudad, Gianni Alemanno, y acogido con aplausos por las varias decenas de miles de fieles que siguieron el rito portando velas, en un ambiente de recogimiento.
Jóvenes libaneses escribieron las meditaciones del Vía Crucis de este año, en las que denuncian las injusticias de los poderosos, exigen libertad religiosa y piden a los cristianos que sigan en Tierra Santa, a pesar, incluso, de la persecuciones que sufren.
Las meditaciones que acompañaron las 14 estaciones del Vía Crucis fueron escritas bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita, y fueron solicitadas por Benedicto XVI tras el viaje que realizó a Líbano el pasado año.
Tendido en la pasión. El papa Francisco, asimismo, presidió, horas antes, en la Basílica de San Pedro, la Pasión de Cristo, la primera de su pontificado, que ha comenzado, excepcionalmente, orando durante varios minutos tendido en el suelo.
Tras la lectura de la Pasión de Cristo, el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano capuchino Raniero Cantalamessa, pronunció la homilía en la conmemoración de la Pasión del Señor, en la que dijo que la burocracia y las controversias impiden que el Evangelio llegue a los hombres, y recordando las palabras de Cristo al santo de Asís, exhortó al SUmo Pontífice: “Ve, Francisco, y repara la Iglesia”.
Rompiendo el protocolo. Francisco ofició en la cárcel romana de menores de Casal del Marmo la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, durante la cual lavó los pies a doce jóvenes allí recluidos, entre ellos dos muchachas, una católica y otra musulmana, imitando lo hecho por Jesús con los doce apóstoles.
Así, el nuevo Sumo Pontífice inauguraría la que fue su primera Semana Mayor como la cabeza visible de la Iglesia Católica, que estuvo, por más, llena de actos que rompieron el protocolo homogéneo de años anteriores en la agenda papal.
“Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo”, dijo el papa Bergoglio cuando se disponía a lavar los pies a los doce muchachos.
El Pontífice aseguró que el lavatorio de los pies “es una caricia de Jesús” y subrayó que “entre nosotros, quien está más alto debe estar al servicio de los otros y eso es lo que hago yo lavando los pies, un deber como obispo y como sacerdote”.
El Obispo de Roma lavó los pies arrodillado, después los secó y los besó. Durante el intercambio de la paz, besó a los jóvenes. También dio personalmente la comunión. Los elegidos fueron 12 muchachos de diferentes religiones y nacionalidad, dos de ellos mujeres, una italiana católica y una serbia de religión musulmana, otro gesto del Papa que ha llamado la atención, visto que los doce apóstoles fueron todos hombres.
Esta ha sido la primera vez que un papa oficia la misa del Jueves Santo en una cárcel y no en la basílica de san Juan de Letrán, que es la catedral de Roma y la que le pertenece como obispo de la misma. El papa Bergoglio ha preferido hacerlo en este reformatorio de menores, que ya visitó en 1980 Juan Pablo II y en 2007 Benedicto XVI, en el que se encuentran recluidos 46 jóvenes, de ellos 35 varones y once mujeres de entre 14 y 21 años.
