almojabanas

La almojábana, una tradición en incierto

Alicia Sierra enseñó su secreto en la preparación de las almojábanas, a una conocida proveniente de Barranquilla, quien ahora comercializa este producto en el exterior.

La suavidad que envuelve el gusto de un músculo habido de saborear una delicia extiende su mayor grado de exquisitez para satisfacer de igual forma el olfato embelesado de cientos de personas que disfrutan con el aroma de las tradicionales almojábanas de La Paz, Cesar. Las mismas cuyo futuro actualmente se divide entre lo cierto y lo incierto.

Lo cierto hace referencia al hecho de que permanezca con vida una de las mujeres que hace muchos años contribuyó para forjar una tradición gastronómica que sigue vigente en este Municipio.

Ella es Alicia Sierra Márquez, de 93 años, una mujer que vio en la venta de las almojábanas una oportunidad para salir adelante, trabajo con el que le puso el pecho a las adversidades, cumpliendo un compromiso que sin darse cuenta le aportó significativamente a la cultura de su Municipio.

Alicia está agotada, sus piernas y aliento fueron víctimas de los caprichos de la vejez, la misma que se apoderó de su voluntad y la obligó a abandonar hace 10 años el oficio del que vivió casi toda una vida.

Esta ‘señora de las almojábanas’ es la única en su especie, como diría cualquier persona con un sentido popular y para referirse a una de las últimas sobrevivientes de aquellas 10 que se iniciaron en este “negocio”, según ella lo explica.

Una mujer que aprendió a hacer almojábanas empíricamente, sin fórmula alguna, pero con la suerte de hacer las “más deliciosas” en aquel tiempo y que hoy mantiene el favoritismo de la comunidad. Su secreto: “yo nunca le negué nada a mis almojábanas”.

De hecho, Alicia hoy recuerda como dicha estrategia de preparación le generó algunos malos entendidos con las otras compañeras de lucha, que como ella se dedicaban a la comercialización de este producto y quienes veían que las almojábanas de Alicia eran de las que más se vendían en La Paz, sobre todo cuando llegaban allí los vehículos de transporte nacional, con personas que desde afuera ya referenciaban dicho municipio como la cuna las almojábanas.

La situación manifiesta, se convirtió en una de las principales razones que también por accidente llevó a Alicia a establecer una novedad y marcar un camino para la expansión de este producto.

De esta manera, ella se convirtió además en la primera mujer que llegó hasta la capital del Cesar, Valledupar, promocionando un producto que pronto conquistó el paladar de los vallenatos, quienes sorpresivamente encontraron en la Plaza ‘Alfonso López’ y en Alicia, una opción culinaria de encanto, esa que sigue en pie con el paso de los años.

De a centavo

El negocio fue y es tan productivo que en su tiempo de bonanza la sumatoria de centavos era casi incalculable, cuando las almojábanas tenían un costo entre los cinco y los 10 centavos, representados en las aproximadamente 150 unidades que se vendía Alicia.

Aquella era una época en la que salir a vender persiguiendo el seno amamantador de una madre, era el mayor placer para Luis Enrique Moscote Sierra, de 61 años, uno de los nueve hijos varones de Alicia.

Experiencia que lo fue atrayendo por la labor que cumplen las almojabaneras, tarea que él decidió sacar adelante, con la idea de supervivencia y la de mantener viva la tradición que en su familia comenzó a gestarse sólo desde el momento en que su madre tomó la iniciativa de preparar almojábanas a su gusto. Un oficio que en algún tiempo fue continuado por otra de sus dos hijas, que luego encontraron otra posibilidad alejadas de la venta de las almojábanas.

Quien sí continuó fue él, Luis Enrique, el famoso ‘Pichola’, a quien así como a Alicia nadie le enseñó cómo preparar una almojábana, él tampoco recibió lección alguna, sólo aprendió lo que pudo ver y eso que vio lo convenció.

Entonces, parece como si se tratara de un saber innato o una especie de chip con el que nacieron madre e hijo y algunas de sus hermanas también, que les permitió a ellos hacer de las almojábanas una exquisitez.

Y entonces comienza lo incierto de esta actividad, cuando ya muchas personas son concientes que el producto que consumen no es el mismo que el de hace varios años.

Tan claros les es el panorama que hoy día a ‘Pichola’ le basta únicamente media hora para vender cerca de 250 almojábanas, que va distribuyendo en su platón cuando los días son buenos.

Su punto de ubicación es incluso una referencia para todo el que quiera consumir una almojábana de excelente calidad, porque las de él conservan la característica de la tipicidad y tradición.

Hecho que al parecer y según lo sostiene la misma comunidad, no ocurre con las otras almojábanas, que no presentan la textura, olor y sabor similar a las que ‘Pichola’ vende.

Según explica la misma Alicia, los almojabaneros de ahora piensan más en cuánto economizar y en la cantidad que producen, en lugar de pretender obtener un buen producto.

De hecho, aseguran que una de las afectaciones que presenta este producto en cuanto a calidad tiene relación con el ingreso de decena de vendedores y productores provenientes de otras ciudades, quienes realizan una preparación diferente a las almojábanas.

Las de ‘Pichola’ y Alicia parecen tener un final muy pronto, uno inesperado por la comunidad consumidora, pero anhelado por la familia de Alicia, quienes visualizan esta actividad como una opción que prefieren reemplazar en el momento en que se les presente mejores oportunidades laborales.

Es así como el sentido de lo incierto lo propone la misma Alicia, que aunque llena de emoción porque uno de sus hijos mantuviera latente su legado en la venta de las almojábanas, prefiere ver a sus nietos atendiendo otros asuntos y profesionales en otro campo.

Lastimosamente esta familia ve en la venta de las almojábanas un escalafón ya superado, una etapa que para ellos se debe superar.

Aunque, por lo pronto, Luis Enrique asegura que no dejará de vender sus almojábanas por el bien de su propia economía, de la comunidad que disfruta de estas que tienen el toque secreto y el hecho de velar por la tradición de un producto insignia de la gastronomía pacífica.

Cifra

10 años han transcurrido aproximadamente desde que Alicia dejó de vender almojábanas.

Opine

¿Qué piensa de las almojábanas de Luís Enrique, ‘Pichola’?

Jhonny López

“Estas almojábanas son las mejores, porque se sienten suaves, las demás no se sienten como estas. Esta preservan el sabor de las autenticas almojábanas que uno estaba acostumbrado a comer antes”.

Ubal López

“Aquí se ha venido acabando poco a poco la tradición de las almojábanas, porque no las están haciendo como era la autentica de acá. Se está haciendo la comercial y las de ‘Pichola’ es una de las que conserva ese sabor autentico”.

septimo_dia004Alicia Sierra Márquez es de las únicas mujeres almojábaneras vivas, que iniciaron en el municipio de La Paz con el negocio de la venta de almojábanas. (Foto: Luis Fernando Malagón/VANGUARDIA )
vendedores-almojabanasHasta el municipio de La Paz, Cesar, han llegado vendedores de otras ciudades, quienes también se han dedicado a la venta de almojábanas. (Foto: Luis Fernando Malagón/VANGUARDIA )
vendedor-almojabanaLuis Enrique, hijo de Alicia, lleva casi toda una vida vendiendo almojábanas, asegura que seguirá haciéndolo por el bien de su economía y el de la comunidad, que disfruta con su producto. Cada minuto llega un comprador hasta la esquina donde se ubica en el municipio de La Paz. (Foto: Luis Fernando Malagón/VANGUARDIA )

Publicada porAlejandra Murgas Márquez/VANGUARDIA