LUZ DARYPor: Benjamín Moctezuma Longoria

El próximo diciembre recibirá, en México, a Luz Dary Díaz Monterrosa, quien a lo largo de un mes visitará, con conciertos, a las ciudades de San Fernando, Chiapas; Monterrey, Nuevo León; Zacatecas, ciudad de México.

Como su nombre: es una “LUZ” en el camino. La interpretación de sus canciones con una gran sensibilidad, una voz melódica y suave que no se desgarra como muchas otras, pero que desgarra la coraza de muchos corazones, que presenta la crueldad de lo cotidiano y lo más simple de nuestros problemas, haciéndose presente, a partir de lo singular, en la identificación común o universal de nuestra condición humana. En su trato personal, como en sus canciones, Luz Dary Díaz Monterrosa es mucho más que una cantante.

LUZ es una artista de gran sensibilidad humana que sugiere la reflexión como superación de nuestras vidas y, en consecuencia, al cambio. Aunque Luz Dary no se nos muestra como una activista ideologizante, influye poderosamente en sectores donde lo que llega es la identificación de una realidad deshumanizada, donde los valores y los principios hacen estragos en la vida diaria de las personas.

Ciertamente, esta mujer extraordinaria, se nos muestra con una postura y militancia religiosa, sin juzgar a nadie, sin reproches autoritarios de quienes se sienten poseedores de la verdad, con humildad, sencillez, persuasiva y un activismo alegre y de confianza. Pero, a mi juicio, no es su misticismo lo que la hace trascendente, aunque ella así lo cree y lo defiende. Lo que permite que trascienda es lo secular de sus temas.

La reproducción de una realidad cotidiana que se produce y reproduce como parte de nuestra realidad terrenal. Sin embargo, su concepción religiosa cristiana le permite hacer aportaciones socioculturales muy valiosas, pues rescata valores y principios humanísticos fundamentales, como el del amor al prójimo, que en su lenguaje diario le lleva a denominarnos “hermanos”, todos hijos de Dios. Es así que, platicar con Díaz Monterrosa, nos lleva siempre a una reflexión respetuosamente insinuada, pues no juzga a nadie, su madurez y tolerancia se expresa en la ausencia de reproches a los errores cometidos, en la tranquilidad psicológica que emana del perdonarse asimismo. Luz Dary es la artista que como tal, y como persona, pone por delante el interés humano (en su concepción mediado por Dios) por encima de cualquier otro y eso es indispensable para que consecuentemente se exprese muy convencida (en el decir y en el hacer) en principios como los de amor al prójimo, a Dios y así misma; promoviendo militantemente la búsqueda de un mundo mejor, de justicia, comprensión, en el que reine la paz, la hermandad, la solidaridad y la comprensión humana entre los “hijos de Dios”.

Por eso, en ella no hay cabida para la agresividad, la destrucción del mundo y la sociedad, para la guerra, el maltrato, el abandono, la avaricia y la ausencia de solidaridad. A pregunta expresa, ella ha dicho que “actualmente estoy cantando para Dios, antes lo hacía para el mundo”. Pero, en realidad sigue cantando para el mundo secular, aunque le sea inconsciente y lo haga en el nombre de Dios. Cuando conocía a Luz Dary Díaz, creí que ella era artista por las facilidades que a muchas se les da por ser muy bella por fuera.

Pronto descubrí que su apariencia externa es expresión de la belleza de su alma, de la alegría que transmite, la frescura de sus pláticas, la ausencia de reproches y lo noble de sus deseos para con los demás. En las muchas pláticas sostenidas con ella, tanto en las privadas como las realizadas para la radio, me ha mencionado que su canción “Del Infierno al Paraíso”, ha tocado muchos corazones “principalmente hombres que han maltratado a sus esposas”. Y, en su modestia religiosa, ella considera que es así porque “Yo sólo soy un medio, una transmisión de la voz de Dios”. Luz, considera que su mensaje es “una luz que llega a donde hay tinieblas, pues no vamos a colocar una lámpara donde hay luz porque nadie la va a ver”.

La canción a que hago referencia seculariza el infierno y al paraíso. Lo baja del reino de Dios para hacerlo terrenal. En el nombre de Dios desmistifica al propio Dios y confronta, con el lenguaje religioso, los contrastes sociales singulares de la sociedad, tocando la fibra más sensible de la célula (la familia) de una sociedad injusta que reproduce hechos de violencia, maltrato, abandono y descomposición familiar, todos síntomas de una sociedad injusta, egoísta e inhumana. El trama de que “el infierno está en mi casa” y que “de mi casa no se quiere ir”, rompe con el misticismo tradicional, al bajar el invierno a la vida real, hacerlo terrenal, mundano.

Así como también seculariza al paraíso, cuando baja del cielo y se coloca antes de la muerte física, para ser vivido en ésta vida. Por eso, el argumento de que “el cielo está en mi casa” y todo porque mí papá se encontró a Jesús. Trama que señala a la familia autoritaria capitalista, en el que el patriarcado puede ayudar al bienestar o a la destrucción familiar. Este desenlace feliz, muy bien recreado y actuado en voz y video por Luz Dary Díaz, deja abierta una posibilidad de cambio, aunque esta se finca en la fé y la esperanza de que el simple cambio de valores y principios pueda ser la palanca de la transformación familiar, célula básica y fundamental para operar cambios sociales de mayor envergadura.

Como lo sostengo muy al principio. Luz deja constancia de ser mucho más que una cantante. Es una auténtica artista que actúa el contenido de la canción, que no desgarra la voz para hacerse presente, sino que aprovecha sus posibilidades persuasivas.

Por eso de que un locutor de radio de África le haya dicho que “no sabemos lo que dice la canción, lo que sí sabemos es que cuando la escuchamos pasa algo”; porque el contenido del mensaje es uno que encuentra su gemelo expresivo en la tonalidad y hasta en la tesitura de su voz, en el movimiento de su cuerpo, los gestos de su cara y la frescura de su voz que no aparenta frustración o coraje, sino la alegría de haber alcanzado al paraíso, recursos que sólo se logran con una sustentable actuación y que hace de la cantante una artista, una creadora. Sin embargo, de esta bella artista colombiana conocemos muy poco.

Porque poco se ha escrito de ella. Y dedicarse al canto cristiano la limita a no producir música comercial. Pero esos límites son desbordados cuando implícitamente, y en el nombre de Dios, desmistifica lo religioso para mostrarnos que el infierno es terrenal y, así, hace de la vida diaria la trama de sus canciones.

Al tiempo que supera el pesimismo al convocar a encontrar el paraíso mundano, la alegría de vivir, aún en las circunstancias de la adversidad, porque aún en medio del sufrimiento debe mantenerse la fé y la esperanza de una vida mejor. Ese desborde permite que la radio y la televisión se olviden del cliché religioso y estén tocando sus canciones, principalmente el “Del Infierno al Paraíso”, aunque el resto de sus canciones tienen el mismo corte, como el material que ya prepara.

Por lo menos, a través de mi programa de Radio y Televisión por internet “DÍSELO A BENJAMIN MOCTEZUMA”, a mi amiga Luz Dary la han escuchado en África, Asia, Europa y América, principalmente en España, Argentina, Chile, Guatemala, Brasil, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Estados Unidos (Colorado, California, Florida, Chicago, Texas, Arizona, Nuevo México), Canadá y México (Sinaloa, Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Durango, Baja California Sur, Aguascalientes, Querétaro, Distrito Federal, Oaxaca, Hidalgo, Michoacán, Chiapas, Jalisco y Zacatecas –Plateros, Fresnillo, Sombrerete, Río Grande, Calera, Jerez y la capital del estado- principalmente). De las canciones más conocidas de Luz Dary Díaz tenemos: Fidelidad, Del Infierno al Paraíso, Puedo Volar, Me quedo en tu Altar, Hasta el último Día, Enamorada, Por Fe, entre otras.

Fuente: http://www.jerez.com.mx