GUSTAVO TATIS GUERRA|@ElUniversalCtg|Cartagena
Gerald Gassman y su esposa Carmen Gassmann entregan acordeones a Juan David Atencia (15 años), Adriana Lucía Alí (5 años) y Carlos Andrés de la Cruz (9 años). Los acompaña Andrés “El Turco” Gil. // ELKIN ARRIETA
Con los acordeones ha ocurrido lo mismo que con el lenguaje. Los acordeones vinieron de Alemania de contrabando por el río Magdalena y sus flejes sembraron entre nosotros un sonido que terminó pareciéndose a nuestra nostalgia de vivir. El instrumento fue el pretexto para que surgiera una música bella que está en todo el Caribe colombiano, en las sabanas, en el Valle de Upar y en el desierto de la Guajira. El acordeón musicalizó nuestras tristezas y nuestras esperanzas.

El acordeón alemán se volvió un acordeón colombiano: vallenato, sabanero y guajiro a la vez. Como el lenguaje que heredamos de España: lo mejoramos, lo corregimos y lo enriquecimos en América. Ese lenguaje es mejor que el que heredamos de los conquistadores. Ahora me sorprende saber que desde Stuttgart ha venido Gerald Gasmann con su esposa Carmen Gassmann, a traer tres acordeones de marca alemana Hohner para los niños de la Academia de Andrés “El Turco” Gil en Valledupar.
Es un gesto amoroso de Gerald y Carmen y del Círculo de Amistad Colombo Alemán que integra a quinientos miembros en Alemania. La Academia de Andrés “El Turco” Gil ha sorprendido al mundo en cada una de sus presentaciones. El Turco Gil fue aquel niño precoz de Villanueva (Guajira) que a los siete años ya tocaba la trompeta, luego el saxofón y más tarde el clarinete.
Muchos recuerdan aquella escena en la que el presidente Clinton quedó hipnotizado por los acordeones de estos niños y al final hizo lo inesperado: se puso su sombrero vueltiao para celebrar la música. Desde ese instante se encarecieron los sombreros vueltiaos en Colombia. Pero la música de los acordeones avivó nuevas audiencias.
Gerald Gassmann quien es Cónsul de Colombia en Stuttgart me cuenta que ha vivido junto a su esposa uno de los días más bellos de su vida, al escuchar los acordeones de los niños en Valledupar. Los acordeones fueron entregados a Juan David Atencia Berrío, de 15 años, un muchacho ciego que parece encarnar el destino artístico de Leandro Díaz. A Adriana Lucía Alí de 5 años y a Carlos Andrés de la Cruz de 9 años.
Estos acordeones de Los Niños Vallenatos del “Turco” Gil han viajado desde 1999 a los lugares más lejanos del mundo, aunque su impulsor confiesa que le tiene pavor alejarse de su propia tierra. Han representado a Colombia en los Estados Unidos. Alemania. Francia, Tokio, México, Venezuela, Rusia, España, estuvieron en la Cumbre de las Américas (2012) y en el Palacio Imperial de Tokio (2003), y el mundo impactado con el prodigio de estos acordeones ha irrumpido a Valledupar hasta su escuela que tiene la forma de un enorme acordeón en donde asisten disciplinadamente centenares de alumnos de toda la región. Es un fenómeno social y cultural.
Los acordeones suenan ahora y dejan sobre el aire una estela de pájaros que vuelan a ras del río. Gerald y Carmen y el Turco están felices. Los niños también.
Andrés “El Turco” Gil.
