El logo de Google celebra hoy la independencia con un maestro del arte.
Por NATALIA ESTEFANÍA BOTERO* | Publicado el 20 de julio de 2012
El maestro Armando Villegas acumula hallazgos. Con la misma curiosidad con la que recoge piedras de la calle, investiga en libros de arte, enseña con rigurosidad y realiza ensambles en su estudio, que ya acumula más de 1.500 objetos, transforma el logo de Google.
Hoy, las seis letras se visten de independencia, pero con la paleta del artista plástico exponente del realismo fantástico, quien a sus 85 años, sigue muy activo gracias a la pasión por investigar. “Es un sino. No puedo acostarme sin haber hecho alguna cosa”, dice con una voz jovial y entusiasta, a través del teléfono.
En esta oportunidad, el Doodle (el resultado de la transformación del logo de Google) incorpora los tres colores primarios, que son los de la bandera, y en ellos expresa una alegoría.
El rojo son los seres en proceso de evolución; y luego ascienden al azul los que buscan superarse y en la franja amarilla, los que se desarrollan, gracias a su intelecto.
Y justo allí, el animal elegido es el colibrí, porque como explica el maestro, en la cultura precolombina es el símbolo de la libertad absoluta: vuela a la altura que quiere y no se le puede tener cautivo. “Debemos actualizar esta simbología porque necesitamos estar en esa actitud de amplitud, generosidad y desarrollo intelectual que ha primado en la cultura colombiana”.
Para realizar esta obra de arte utilizó una técnica por sustracción en la que crea accidentes y allí pone su personaje y lo talla a manera de grabado. “Un diseño muy fresco que luego trato de que sea legible”.
Como será visible hoy para todos los internautas la vida y obra de este precursor del arte moderno en el país, que dedica sus días a enseñar y a hacer reflexionar sobre el sentido de la libertad y la evolución personal.
ENTREVISTA
Un buscador innato que continúa creando arte
Armando Villegas
Pintor colombiano, exponente del realismo fantástico
El pintor Armando Villegas nació en Perú, en 1926. En 1951, llegó a Bogotá para estudiar pintura mural, con el pintor muralista Ignacio Gómez Jaramillo. Desde entonces, vive en Colombia.
¿Sigue muy activo?
“Desde que me jubilé de la dirección del departamento de Artes de la Universidad Nacional sigo dedicado a la actividad artística. He ido acumulando una suerte de hallazgos”.
¿Como cuáles?
“Hay artistas que se acomodan en un solo estilo y no salen de él. Yo he sido siempre un buscador. Investigo y motivo a otros de forma permanente. Estoy al día en la marcha del arte. Mi estudio se ha vuelto como un laboratorio porque llevo 1.500 objetos o ensambles, un caso insólito para un artista colombiano”.
¿Por qué se inscribe en el realismo fantástico?
“He pasado por distintas etapas, primero la academia, luego la de la figuración a la abstracción y está última la sigo alternando. Tras haber llenado mi curiosidad en este campo, dije: en mi memoria caben una serie de leyendas y mitos ¿por qué no idearme unos personajes simbólicos? Alguna vez, por casualidad, noté que uno de ellos encarnaba el sincretismo cultural: un conquistador que vino de Europa y se mezcla con un guerrero de aquí. Los llamé guerreros. A veces me han interpretado mal y me han clasificado como ‘el pintor de los guerreros’ pero la intención no era esa, sino la de plasmar seres que viven en el interior de uno, que son de lucha y de trabajo”.
¿Qué lo hace a usted sentirse colombiano?
“La acogida que siempre tuve, lo que me permitió desarrollar mi talento. En el año 1993, el presidente César Gaviria me llamó sin yo haberlo pedido y me entregó la nacionalidad de este país y desde entonces he sido colombiano”.
*NATALIA ESTEFANÍA BOTERO|El Colombiano|Medellin
