Por José Atuesta Mindiola*

 El anuncio de la serenata organizada por La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata para mañana 7 de agosto al palo de mango de la plaza Alfonso López, que según versiones de alta fidelidad cumple 75 años de haber sido sembrado por Eloy Quintero Baute, ha despertado sensibilidad ecológica en los vallenatos. En mi caso particular he recordado la teoría Fitoantrópica, que establece la relación entre el hombre y el árbol.

Esta teoría afirma que cuando el ser humano vive en contacto permanente con la naturaleza vegetal tiene preferencia por un árbol en particular que cautivó algunos instantes de su vida y alimenta los recuerdos por el aroma y el sabor de sus frutos, por el esplendor fascinante de sus flores, por la verde frescura de sus ramas, por la lejana nostalgia del patio del origen o por cualesquiera otras circunstancias de gratas remembranzas.

Los árboles son sensibles a las manos amorosas que lo riegan y lo cuidan; se ven alegres por las voces sonrientes de sus protectores y se entristecen por la arrogancia de las motosierras de los arboricidas. Los árboles son los guardianes del aire y de la vida; por eso, además de sembrarlos, cuidarlos y protegerlos, debemos identificar cuál es el árbol que llevamos simbólicamente con nosotros. Por ejemplo, una mujer bondadosa, serena en sus modales debe tener en el fértil jardín de su alma el árbol de azucena, porque éste con sus flores blancas exhala ternura y ensoñación. Una mujer que haya nacido y crecido en un pueblo a la orilla del mar Caribe donde el rumor de tambores cimbrean la plasticidad de las palmeras; no hay duda, esa mujer lleva consigo la palmera y disfruta bailando con la armonía de sus caderas.

El Croto, arbusto que emana todos los colores de la primavera, es el preferido de muchas mujeres jóvenes que viven radiantes en el arco iris de la juventud. De las mujeres que viven sonrientes y adornan sus labios con los suaves tonos de color morado, su árbol es el Roble, porque sus flores parecen arreboles regando sonrisas en el viento.

Las mujeres seductoras que hipnotizan con sus secretos encantos a los incautos enamorados, deben identificarse con el arbusto Yateví, una exótica especie silvestre que produce ciertos bálsamos que adormecen a los caminantes y los confunden hasta el punto de hacerles perderse en los caminos.

En la cultura vallenata son muchos los personajes que se identifica con árboles. Consuelo Araujo Noguera, una mujer persistente, luchadora y de espíritu alegre se identificó con la Trinitaria, planta que siempre vive florecida para contagiar de alegría. El compositor Máximo móvil, hombre firme frente a la adversidad, dijo sentirse lo mismo que un Laurel. El árbol que peregrina en mis sueños es el Cañaguate, sus flores que parecen fragmentos colgantes de sol, todavía se envuelven con los hilos de las cometas en el recuerdo de mi lejana infancia en Mariangola; pero el mango del patio de la casa materna también tiene un lugar en la memoria, sus ramas fueron ataduras a la levedad de mi hamaca.

A mis lectores los invito al lúdico ejercicio de buscar el árbol que vive atado a sus recuerdos. ¿Con qué árbol se identificarán los dueños de la explotación minera que destruyen bosques, desvían ríos, llenan de escombros y desiertos a la madre tierra?

*José Atuesta Mindiola|EL TINAJERO|El Pilón