Vecinos del populoso sector se reencontraron con el pasado y otros que se fueron estuvieron en plan de visita, reconociendo el barrio donde crecieron, acogiendo la convocatoria del programa ‘Barrios Creativo

En la calle Oriente, es decir en la 19, pleno corazón de Rebolo, el palpitar ayer era de añoranzas, aunque el ambiente se tornara verbenero.

Al colegio Alfonso López Michelsen, el mismo que su progenitora Carmen Umaña como fiel celadora cuidó, llegó Freddy Osorio, a untarse de recuerdos, a encontrarse con sus vecinos.

Dibujos en blanco y negro y otros a color dispuestos en los corredores del plantel le muestran a Freddy, pensionado de las Fuerzas Militares, que muchas casas se conservan como él las conoció en su juventud, aunque otras tengan rejas de protección, como en el barrio Alto Prado donde él ahora vive.

Es domingo y quiere ver de qué se trata el programa ‘Barrios Creativos’, del cual se enteró por la prensa y la radio.

Freddy, el hijo de la que fue celadora, observa cómo Carlos Maestre, quien vive a ocho cuadras del colegio, se pasea de un lado a otro con el atuendo de la Danza Toro Cimarrón de Rebolo, quien al darse cuenta que lo sigue la cámara fotográfica, levanta su sombrero carnavalero y dice: “Soy rebolero, y a mucho honor, aunque haya nacido en Plato, Magdalena. Ya está bueno de que el barranquillero nos estigmatice”.

Se arremolinan en el patio, cubierto por la sombra de los mangos, niños, niñas, adolescentes que saben por boca de sus abuelos que el arroyo que cruza el barrio y que también se llama Rebolo era tan grande y furioso que había que subirse al techo de la casa para no morir.

Ahora el peligro es otro, dice María Abanico, personaje del Carnaval de Barranquilla. “En ese arroyo se juntan los muchachos a consumir droga, falta vigilancia en el sector”, asevera con preocupación aunque se esté arreglando la peluca y la corta falda de su personaje. Fredy Alvear es su nombre de pila. Pese a ello le gusta su barrio “es el corazón de Barranquilla. A pie me voy al Centro, tengo cerca un hospital, está bien situado”, dice a las cuatro de la tarde, cuando muchos van por las pavimentadas calles que un abrir y cerrar de ojos, en el pasado, comunicaban con ‘La Pista’, ahora Bulevar de Simón Bolívar, cerquita al colegio José Martí, donde todavía está la torre de control del que en un momento fue el aeropuerto de Barranquilla, y funcionaban Avianca y Lanza.

Así lo cuenta Jorge Núñez Navarro, hijo natural de Rebolo hace 80 años, quien si tuviera la oportunidad de hablar con los que pueden le pediría un parque para el barrio y vigilancia.

“Tenemos cosas buenas: nunca se va el agua, por ejemplo, y recuerdos bonitos como el colegio La Palmera Cubana, donde estudié”, dice Núñez Navarro, quien vive a media cuadra del Centro Social Don Bosco, donde antes funcionaba la capilla del Carmen, que era de madera con techo de zinc. Cuenta que la misma desapareció para dar paso al Centro Social que fundó el reverendo padre Stanley Matutis, y quien tuvo como antecesor a un cura antioqueño al que llamaban Coscorrón.

Algo así como un coscorrón es lo que quisiera darle a los pelaos de ahora doña Martha de De la Hoz, quien a sus 86 años se dedica como muchos otros de sus vecinos a actividades manuales, como hacer flores, colchas de retazos y alcancías que les enseña a hacer la Fundación Senderos de Sabiduría para el Adulto Mayor.
La señora Martha está mostrando sus manualidades en el patio del colegio Alfonso López, cuyos pupitres lucen descuidados.

“Antes nos sentábamos dos o tres en el mismo pupitre y se veían como nuevos”, ahora es uno para cada alumno y vea”…dice esta pensionada de la fábrica Marysol que se resiste a vivir en otro barrio, al igual que sus hijos que la acompañan en su vivienda de la calle 17 (Soledad) con 26 (Callejón La Libertad).

Y si a nombres vamos, en Rebolo casi todos citan la nomenclatura de antaño: Fe, Caridad, Esperanza, Las Vacas.

La historia de este Barrio Creativo sucede en inmediaciones de la calle Oriente, desde donde un altoparlante bota las letanías de Las Ánimas Rojas de Rebolo. Ahí también se divisan una casa rosadita y otra verde. Freddy, el hijo de la celadora, se aproxima en compañía de Álvaro López, ahora abogado y catedrático que como él vive en el norte de Barranquilla. Hacía 20 años no se veían, y menos sus casas. Llegan por el mismo impulso: Barrios Creativos y por ser reboleros. Eran vecinos, de paredilla con paredilla. “Esto está igualito, siga”, le dice Agustina Orozco a Freddy, en la casa rosadita. “Inseguridad hay en todas partes, no es bueno que se siga diciendo que Rebolo es inseguro”, dice convencida. “Vea, Agustina, si pudiera, yo volvería a nacer en Rebolo”, dice Freddy. Sus hijos, en carro, acaban de llegar por él.

Barrios como museos

Acogiendo el concepto de vanguardia que dice que el museo es la gente, el Parque Cultural y Museo del Caribe se unieron al programa Barrios Creativos, de la Secretaría Distrital de Cultura de Barranquilla que busca, al igual que el Parque y Museo del Caribe, generar procesos de pertenencia hacia la historia, cultura y procesos de ciudad.

La próxima jornada de Barrios Creativos será en el barrio El Bosque.
En el mes de noviembre, en barrio Santuario, y en diciembre, en Las Flores y Montecristo.

Por Martha Guarín R./El Heraldo