Efrain

Santa Marta, Santa Marta, tiene tren (bis) pero no tiene tranvia/ si no fuera por la zona caramba!/ Santa Marta Moriria ¡Ay Caramba!

Giomar Lucía Guerra Bonilla

 El nombre de Efraín Lacera lleva implícito el golpe de  la tambora, al hombre fiestero, amante del carnaval. Hace varios años, haciendo gala de una podigiosa memoria nos contó de las exóticas  y famosas fiestas de carnaval de las que gozó y aún disfruta. En su cómoda y confortable oficina nos hizo partícipes de cuitas, sueños y realizaciones de sus años mozos.

De su llegada a Valledupar, de los detalles de la conformación de su familia y de las aficiones de sus hijos. Y es que este hombre fiestero poseedor de una férrea y tesonera voluntad de trabajo, padre de tres hijos, enemigo de la improvisación, empedernido bohemio en su juventud, combinó el traje del cemento, con la afición carnavalera.

Nativo de Santa Marta “Perla de América,” ciudad turística e histórica, por sus venas corre alegría y ánimo fiestero que despierta y mantiene el regocijo de vivir y una pasión febril por las festividades carnestólendicas. Distribuye muy bien el tiempo entre sus tres aficiones: la familia, el trabajo y las fiestas. Es admirado y considerado por sacar adelante una industria, empresa respetable y reconocida en esta ciudad y pueblos circunvecinos: la industria “Postes Lacera.”

Efrain2Procedente de Santa Marta llegó a Valledupar  en 1955, contratado para trabajar en la terminación de la primera etapa del alcantarillado de la en ese momento incipiente ciudad. El Alcalde era el plateño José María Fandiño. Vino contratado por él por tres meses, porque acá no había fábrica de tubos. Dice:“ Vine con mi formaleta, cumplí con el trabajo y me quedé construyendo y haciendo conexiones internas en varias residencias. Estaba recién casado.” Este hombre sencillo, pleno de regocijo nos narró algunas de sus vivencias en estas festividades.

Tengo tres hijos. El mayor Ernesto Lacera es como yo bastante parrandero. Ha seguido todas mis costumbres en cuanto al carnaval.Claro! Ha cambiado el toque de la tambora por el de los acordeones. En los dos primeros años de estar acá, yo iba a Santa Marta a disfrutar los carnavales. Aquí eran muy buenos en especial los precarnavales que hacían Víctor Cohen, Marcos Barros, Delio Cotes y Marcelo Calderón. Para amenizar traían bandas del Magdalena y de Córdoba, en especial de Ciénaga de Oro.

Por los años 1957 tuve la idea de organizar una tambora. Para lo cual reuní a varios de mis trabajadores samarios que sabían tocar. Con el tiempo esto se convirtió en un requisito indispensable para ingresar a mi empresa como empleado. Ensayábamos sábados y domingos. La tambora con los respectivos instrumentos que tocaban, estaba conformada así:

Nery García: Tambora, Jorge Lacera: el guache, Efraín Lacera: tambora hembra, Ramiro García: tambora hembra.

Después de esta agrupación he organizado otras que tuvieron muy buena acogida. Evaristo Gutiérrez uno de los más entusiastas carnavaleros de aquí, me decía: “ Lacera, usted ha traído la alegría a Valledupar.” La tambora era solicitada a menudo por las reinas y para amenizar fiestas. Nunca cobrábamos. La ideamos porque era una de mis aficiones. Como reconocimiento a mi entusiasmo, persistencia y disciplina, me nombraron miembro honorario del Club Nuevas Juventudes, muy importante en esa época.

En 1962 hice un tubo gigante con el cual encabecé todos los desfiles como en tres oportunidades en años sucesivos. Cuando fue Alcalde Don Manuel Pineda Bastidas, me invitó a formar parte de la junta central del carnaval. Era tal la paz y tranquilidad que se respiraba en el pueblo, conformado en ese momento por los barrios Cañaguate, El Cerezo, la Garita, el Centro o la Plaza, que los “bandos,” traducidos en decretos que leía la primera autoridad del pueblo, casi siempre en Cinco Esquinas, encaramado en una tarima, con repique inicial de tambores para llamar al silencio y como indicativo de respeto a la autoridad, se referían “ al orden y moralidad que deben observarse en todos los actos de la vida social…” lo cual no se cumplía tan al pié de la letra.

En 1967 organicé la primera comparsa de danzas con bailarines magdalenenses, residenciados en Valledupar. Todos mis paisanos se disfrazaron de cumbiamberas para rendirle homenaje al recién creado Departamento del Cesar. En esta organización colaboró Jaime Pérez Parody (“Jimmy Rambal”), cantante moderno, bueno para amenizar, también los hijos de Grimaldo Guillot, Adalberto Verdecia amante perenne de estas fiestas, las danzas del cañaguate las del Guatapurí, es cuando se organiza el ballet vallenato.

El sábado de carnaval, salíamos de la plaza Alfonso López, íbamos a los distintos barrios de casa en casa tocando “ el pilón” con la banda. En esas épocas todo era armonía, colaboración, alegría. Hacíamos de todo: comunicados de prensa, programas de radio, la sectorización de los barrios por juntas de acción comunal para la elección de las candidatas. Todo el pueblo participaba, ricos, pobres, lavanderas, amas de casa, señoras encopetadas. La ilusión era divertirse, tener ratos de expansión. Poneerle pereque a la gente, mamarle gallo a los amigos.

Despuén comenzaron a venir buenas orquestas como Pacho Galán y Lucho Bermúdez. Los hermanos Flórez con Lucy González la “Cieguita” de Ciénaga de Oro (Córdoba). La Billo´s Caraca´s Boy´s. Ibámos era a bailar, tanto que no había necesidad de sillas, porque nadie parecía cansarse. Los salones de bailes comenzaban a las 10 de la mañana y la primera tanda finalizaba a las 4 de la tarde. Por la noche iniciaba a las 8 de la noche hasta las 4 de la mañana.

Las riñas eran a los puños, cuando arrebataban alguna pareja, sin que el contrincante pidiera el respectivo “barato.” De las canciones de moda en esos momentos recuerdo: Cosita Linda, La matica de mafafa, besito salao, Carmen de Bolívar, San Fernando, La pollera colorá, la banda borracha, Sonia, La tabaquera, El cebú, Atlántico, entre otras.

Por disposición del alcalde de ese momento, en 1969 prohibieron los carnavales. Con el transcurrir de los años seguimos con el mismo ánimo fiestero de ayer y quizá tenga que despedirme ahora diciendo “ todo tiempo pasado fue mejor;” pero mientras Dios me tenga con vida, estaré aquí en el Valledupar de mis amores como lo hice desde un lejano 1955, cuando llegué a colaborar en el progreso y desarrollo de la ciudad trayendo por equipaje mis herramientas de trabajo, mi tambora al hombro y la alegría del carnaval que al desempacar y “registrar” con mis obreros el sonido jacarandoso de la tambora samaria, armonizó de manera espontánea con la gente de la región y con sus manifestaciones culturales.”