Por Enrique Torres

Santiago de Chile, 26 abr (PL) Luego de una incógnita de 10 años, detalles sobre los restos momificados de una pequeña criatura encontrada en el desierto chileno de Atacama salieron a la luz en días recientes, revelando que era humana.

«Puedo decir con absoluta certeza que no es un mono. Es humano, más cercano a los humanos que a los chimpancés. Vivió hasta una edad de seis a ocho años. Obviamente, respiraba, comía, metabolizaba», precisó el experto de la Universidad de Stanford, Garry Nolan.

El dictamen de Nolan, director de biología de células madre en la Escuela de Medicina de esa casa de estudios, se convirtió en noticia a través del documental Sirius, del ufólogo Steven Greer, quien intenta demostrar cómo determinadas formas de energía alternativa pueden ser usadas por extraterrestres para viajar a nuestro mundo.

Independiente de la validez o no de la teoría que defiende Greer, lo cierto es que las pruebas de ADN realizadas al minúsculo esqueleto corroboran su origen humano.

«El ADN nos narra su historia y disponemos de las técnicas informáticas que nos permiten determinar, en muy poco tiempo, si, de hecho, esto es humano», explicó Nolan en el cortometraje, proyectado en Hollywood.

La diminuta figura fue hallado en plena Pampa Salitrera, según narró en su edición del 19 de octubre de 2003 el periódico La Estrella de Arica, en un artículo titulado Hallazo en La Noria: ¿feto o extraterrestre?

«El hallazgo, que para su autor no revistió mayor importancia, dio la vuelta al mundo a través de imágenes y extensos reportajes difundidos por medios escritos y audiovisuales y de paso reubicó a Chile en el mapa de la ufología», señaló el rotativo.

Su descubridor fue Oscar Muñoz, cuyo hobby era explorar en las oficinas salitreras para encontrar fichas, botellas u otros objetos de valor histórico.

Dotado de una pala y una picota, en las inmediaciones de lo que fuera la iglesia de La Noria, otrora poblado ubicado a 56 kilómetros de Iquique, Muñoz encontró el misterioso esqueleto, de no más de 15 centímetros de largo, dientes fluidos, cráneo abultado y una extraña protuberancia sobre este.

Su escamoso cuerpo era de color oscuro, y a diferencia de los humanos, contaba con nueve costillas.

Muñoz, cuyo negocio era hacer dinero con muchas de las piezas que encontraba, vendió el esqueletillo en unos 60 dólares a un empresario iquiqueño que habitualmente adquiría las «novedades» que éste le traía.

Luego trascendió que otros negociantes de la zona estaban dispuestos a pagar hasta 160 mil dólares por la pequeña osamenta.

Pasó a otras manos hasta llegar a España, donde años después quedó en poder del ufólogo Greer, médico estadounidense, fundador del Centro para el Estudio de Inteligencia Extraterrestre y del Disclosure Project.

Este último nació a inicios de los años 90 y generó ciertas polémicas, al promover la amnistía para funcionarios del Gobierno norteamericano que estuvieran dispuestos a compartir información sobre los OVNIs, aunque violaran sus compromisos de secreto y compartimentación.

«Extraterrestre de La Noria», «Feto», «Cochayuyo» y «Alien nortino» fueron algunos de los apelativos que recibió la enigmática criatura encontrada en el norte de Chie, que en sus años de vida, bien pudo ser también el Pulgarcito de Atacama.