Un fenómeno que sin dudas contribuyó a partir de los años ochenta a que los artistas vallenatos fueran mejor remunerados fue la tristemente ‘bonanza marimbera’.
Después de casarse en el año 1952 con Joselina Salas en El Yucal, Bolívar, el negro Alejo Durán salió río arriba sin rumbo fijo, a conocer y a que lo conocieran, hacia la región de Palma Esteral, en el sur de Bolívar, donde un sin numero de aldeas pobladas por pesadores y cultivadores de arroz secáno, circundando ciénagas y caudalosos caños, imantaban el interés de músicos, mercaderes y aventureros, pues siempre había gente allí con ganas de beber a la hora que fuera.
En esa época los acordeoneros andaban solos, ya que todavía no se consolidaba la trilogía instrumental del vallenato, pero Alejo se llevó a Miguel Castillo, el maraquero del pueblo y a Chema Martínez, el hermano menor de Luis Enrique, quien en ese entonces fungía como contabilista del ‘Negro’ Durán.
Después de dejar el Magdalena, entrando por el río Los Patos, se encuentra Altos del Rosario, Colorao, El Sudán, La Rufina, Coco Tiquisio y Cueva Honda, pueblos donde los bebedores, que eran todos, se reunían y contrataban con Alejo un toque de doscientas piezas que se las pagaban a peso cada una.
Una botella de ron artesanal o una cerveza caliente, prendía la chispa de la cumbiamba o la parranda y al son del acordeón y las marcas de Castillo, ‘Chema’ aún adolescente, hacia rayitas en un cuaderno por cada pieza que se tocara; casi siempre los cogía el sol de la mañana y la gente de otro poblado cercano con un contrato similar o mayor.
Sesenta años más tarde coincidentes con el Festival Vallenato que acaba de pasar, Silvestre Dangond recibió cien millones de pesos por cantar diez piezas en su presentación en el parque de La Leyenda, es decir diez millones por cada pieza. Mientras Alejo y los juglares de antes realizaban largas caminatas a pié o montados en una bestia o en una vieja lancha asmática atropellando barro y plaga de todos los calibres, Silvestre viaja desde Miami en primera clase en un moderno Airbus, para lucirse en un imponente escenario, con la más alta tecnología en sonido, televisión satelital, sofisticadas luces y efectos especiales hasta con juegos pirotécnicos, que lo convierten en una verdadera ‘vedette’ del vallenato.
Es entonces comprensible que para que un artista del vallenato se gané cien millones en una presentación, ha sido necesario el sacrificio de toda esta gente, verdaderos héroes anónimos, con todas sus derrotas y fracasos, hasta que llegaron los afortunados que en un momento clave pudieron obtener los beneficios labrados a fuerza de humildad, tropiezos y tristezas de aquellos músicos que dejaban su tierra, su familia y su parcela guiados sólo por una incontenible necesidad espiritual de contar la historia de su vida y la de su pueblo entonando cantos con un acordeón. Eran nuestros más auténticos juglares.
Un fenómeno que sin dudas contribuyó a partir de los años ochenta a que los artistas vallenatos fueran mejor remunerados fue la tristemente ‘bonanza marimbera’ con sus secuelas y pecaminoso lastre del que, algunos de ellos no se han podido liberar.
Sin embargo sigue siendo baja la remuneración que se le paga en el festival a los iconos del vallenato tradicional, comparada con lo que se ganan los artistas extranjeros que se traen como dioses a este magno evento folclórico.
*Julio Oñate Martínez/VANGUARDIA (Premio Nacional Simón Bolívar)

No se puede comparar a Silvestre con el maestro Alejo Duran, él nos dejó un gran legado musical,Dangond solo está recogiendo lo que los viejos juglares el gran NEGRO sembraron. Por el bien de nuestro folclor vallenato. respetemos la historia y lo original, es decir, las raices del folclor vallenato, los nuevos que sigan su comercio, ya que eso es lo que al final, les interesa
Me gustaMe gusta