Por Masiel Fernández Bolaños

Roma, 19 jun (PL) La respuesta a situaciones de emergencia está entre los objetivos del nuevo marco estratégico de la FAO, una meta seguida muy de cerca por su impacto en el tema alimentario.

Dicho propósito se traduce en dar medios al sector agrícola para su recuperación tras la ocurrencia de esos sucesos, ya que las emergencias interrumpen el acceso a los mercados, el comercio y el suministro, asevera la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Además disminuyen los ingresos de las personas afectadas, agotan sus ahorros y reducen los medios de vida, lo que les hace todavía más vulnerables ante futuras calamidades.

Las mismas pueden ser provocadas por desastres naturales, sequía, enfermedades, conflictos civiles, perturbaciones del mercado y fenómenos climáticos extremos.

Por ejemplo, las inundaciones, las tormentas, los tsunamis y otro tipo de peligros destruyen la infraestructura y los activos agrícolas.

Según investigaciones realizadas, la frecuencia de las crisis relacionadas con los alimentos aumentó desde principios de la década de los 80 del siglo pasado, ya que de las 25 a 45 emergencias en ese apartado que se registraron en el decenio de los noventa, se ha pasado a registrar entre 50 y 65 cada año desde el 2000.

Las pérdidas mundiales causadas por catástrofes naturales y de origen humano ascendieron a unos 10 mil millones de dólares en los años 60 y a 93 mil millones en los 1980, una tendencia que, acorde con las pesquisas, ha sido ascendente desde entonces.

Asimismo los expertos llaman la atención sobre el costo humano, el cual consideran intolerablemente alto.

Como es de esperar, la población rural pobre es quien con mayor frecuencia sufre por estas situaciones al ser más vulnerables.

En tales condiciones, las comunidades rurales se ven traumatizadas y los sistemas agrícolas devastados, hecho que altera la producción alimentaria, los medios de vida, la asistencia sanitaria y el cumplimiento de la ley.

La FAO sostiene que la preparación y la respuesta ante emergencias deben abordar las necesidades específicas de la población dependiente de la agricultura, con especial atención a los grupos nutricionalmente vulnerables y expuestos a la inseguridad alimentaria.