Giomar

Giomar Lucía Guerra Bonilla

Dos papeles tiene la vida / uno blanco, limpio y sincero, otro con humildes   colores…(Leandro Díaz D)

“Soy triste…aprendí desde niño a diferenciar los rayos del sol y la oscuridad y a captar lo que hay entre ambas cosas…toco a la mujer con mis manos y sé si es morena o blanca, si se cuida la piel o no. Esas cosas las adivino a través de su voz, de su piel, de su aroma. La voz de una mujer siempre ha sido mi encanto. *

leandro-giomarNació cantando. Son más de 67 años deleitándonos con sus composiciones su picardía y buen humor. Varios pueblos se disputan el lugar donde nace. Lo importante es que está con nosotros y su legado traducido con sencillez en su profunda y diciente expresión literario-musical, como un arcoíris en las notas del variado pentagrama, conque ha creado el universo de sus canciones. Ese buen día de su natalicio fue en la Casa de Alto Pino en una finca en Lagunita de la Sierra, municipio de Barrancas (Guajira), de donde salió a los 20 años de edad. Hijo de Abel Duarte y de María Ignacia Díaz. “Yo creo que Dios no me puso ojos en la cara, porque se demoró poniéndomelos en el alma”

Los primeros años de su vida fueron de trato muy cercano con la naturaleza, de convivencia con los animales domésticos, con los árboles, los ríos. Mientras sus hermanos y los demás niños correteaban, jugaban usaban la onda con destreza matando pajaritos, persiguiendo a las gallinas y a sus polluelos, cazaban conejos con trampas de alambre, disfrutan de los ríos, trepaban a los árboles a recoger frutas, poner presos a los pajaritos y cuanto animalito se les atravesaba, él permanecía aparentemente estático. Pero, su mente no dejaba de trabajar, de imaginar. Recostado en un taburete bajo un árbol de totumo, pensaba cómo se manifestaban los distintos fenómenos de la naturaleza: la luna, el sol, las estrellas, los luceros, los ríos, el verano, la primavera, las brisas que tocaban suavemente su rostro. El trinar de los pájaros, el bramido del ganado, el canto de los gallos al amanecer. Palpó lo que es la tierra desértica y la fértil. La primavera y el verano. De allí nace parte la influencia en sus cantos. Sus sentidos perciben los más sutiles sonidos, porque ve con los ojos del alma.

Más adelante, a propósito de su ceguera Leandro Díaz diría: “ En mi caso la ceguera ha sido también una forma de música. Porque el mundo de un ciego no es tan vacío como la gente cree.” “Ciegos Nosotros,” es una de las tantas canciones que han hecho en su honor. Autor Adrián Villamizar. Primer puesto canción inédita festival vallenato 2011. Grabada por la agrupación vallenata de Elkin Uribe y Javier Matta.

Me fui acostumbrando a no ver y aprendí a moverme por la finca que recorría palmo a palmo, a valerme por mi mismo y a trabajar, a usar con maestría el machete en las socolas, con tanto cuidado que no maltrataba las plantas útiles, ayudaba a recoger las cosechas. Comencé a componer a los 17 años. Mi primera canción titulada: “La loba ceniza”, a los18 años en 1945. Abel Antonio Villa la graba con el título de “La camaleona.” Escuchaba con atención los relatos de vaqueros, juglares y trovadores que llegaban de paso a la finca de sus padres. Cuando tenía unos 5 años una tía llamada Herótida cantaba y me leía una que otra novela, me relataba cuentos. El bardo ”se pregunta qué habría sido de su vida, sino hubiera contado con el talento que trastocó su ceguera en luz para inspirarle esos poemas de ensoñación musicalizados, tales como: “Dios no nos deja” y la “sombra de un niño.”

Adivino de mucho

Antes hizo de adivino, de brujo. Su clarividencia superó al de las gitanas. No necesitó de borra de café, ni bola de cristal, ni de una pieza íntima del ser amado o un mechón de cabello y menos aún de fotografías traspasadas con alfileres a manera de la magia homeopática de nuestros antepasados. Solo usó sus manos. La noticia de un vidente en Lagunita de la Sierra se regó por el correo de las brujas, como polvorín. Las mujeres su principal clientela en colas interminables, acudían por montón a consultar sobre los maridos infieles para que él los “asegurara.”

Por los años 1949 un amigo le regala una armónica. Esto fue definitivo en su vida. Al principio no le puso mucho interés. Jamás pensó que este pequeño instrumento sería decisivo en su porvenir y en sus planes de lograr alguna independencia económica. Cierto día llevado por la nostálgico, decidió tocarla y percibió que la melodía era parecida a la del acordeón, que desde hacía mucho tiempo deseaba tener. Se convirtió en un asiduo estudioso de la armónica.

Se vida transcurrió entre Tocaimo, Codazzi y San Diego. Al salir de la finca para Tocaimo, lo acompañaban su armónica, sus canciones y dos mudas de ropa. En el pueblo, todos lo acogieron, le brindaron su amistad. Comenzaron a conocer su talento musical. Aprendió a tocar la guacharaca, interpretándola al unísono con la armónica. En agradecimiento al pueblo compuso “Los tocaimeros.”.En 1948 viaja a Hato Nuevo (Guajira). Cantando en uno de tantos lugares conoció al famoso Chico Bolaños y a Julio Castro, hermano de la altiva Josefa Castro que le inspiró La Diosa coronada, a cuyo grupo se integró.

San Diego: encuentro con el amor

En San Diego también fue recibido como lo merecía. Despertó gran simpatía en ellos. Desde muy temprano Leandro daba los buenos días con versos de sus canciones a los sandieganos y por la tarde al regresar de las labores del campo, todos sacaban los taburetes, los recostaban a las paredes, para hablar de todo y de nada, entonces llegaba Leandro a deleitarlos con su música. Allí conoció al guitarrista Hugo Araújo, a Juan Calderón y a Antonio Brahim, quienes desde entonces fueron sus compañeros de parranda. Al tiempo organizó un conjunto de acordeón con Antonio “Toño” Salas .El destino parecía tenerlo marcado, el dinero huía de él, sus bolsillos

Aquí da a conocer por los años 1955, una canción creada unos diez años atrás, “A mi no me consuela nadie.” Grabada por Luis Enrique Martínez con el título de “ Esperanza perdida.” Es una de sus preferidas. Motivada porque el amor no llegaba a su vida como a la de sus más allegados amigos, dice:

Un primo de Salas le hizo un son a Etelvina/ Y Rafael le hizo un paseo a Marina / Emiliano le sacó a Carmen querida / Y Julio Suárez le hizo a Chavelita una que vive en Urumita / Vamos a Ver si Simón Salas y Julio Suárez / Hacen igual que Escalona y Emiliano / que hoy en día están muy bien posesionados / y ya tienen quien se duela de sus males

Siquiera a usted lo están gozando / y a mi no me consuela nadie / Emilianito está muy bien posesionado / y Rafael está casado con Marina / y Simón Salas y Julio Suárez andan gozando / y Leandro Díaz solito en la vida.

No es desde hoy que ando buscando / maneras de curar mi herida / Pero en la vida yo no lograre encontrar / una mujer que se conduela de mis penas / Voy por la vida renegando de este mal / un mal terrible que me condena / Y Leandro Díaz deja de llorar y suspirar el día que muera.

El amor tan ansiado llegó. En una de tantas parrandas conoce a Helena Clementina Ramos. Ella se le acercó a pedirle una canción y la complació Le dijo que quería verla por la noche y aceptó. Lo esperó en la ventana de su habitación hasta la madrugada. Llegó con los guitarristas y le cantó “A mi no me consuela nadie,” la canción con la que la complació en la fiesta. Hubo atracción mutua. Leandro celebró la llegada del amor a su corazón bebiendo y cantando dos días. Tenía entonces 27 años. Contrae matrimonio con ella.

Es la madre de Ivo, una de las voces más acreditadas de la música vallenata, quien en dúo armónico con su padre es su mejor intérprete e inseparable compañero Rinde sentido homenaje al padre juglar, cuando canta en “Dame tu alma”:

Coro: Canta, canta entonces / alma de poesía / y bríndale un goce a la gente mía / yo te entrego todo si tu vida cambia / yo te doy mis ojos tú me das tu alma (bis)

*Primera parte de un artículo iniciado en 1999 sobre el Maestro Leandro Díaz Duarte