Rafael Salas, Roberto Pavajeau, Andrés Becerra, Hernando Molina y ‘Poncho’ Cotes, entre otros, en una de las innumerables parrandas al lado de Leandro Díaz. (Foto: Suministrada/VANGUARDIA)
Andrés Becerra tiene que sujerse de un bastón para hacer sus recorridos de la cama a la mesa o a cualquier parte de su inmueble.
Los amoríos clandestinos siempre fueron temas obligados en las grandes parrandas de Leandro Díaz y sus amigos: también las proezas pueblerinas que tenían un toque especial costumbrista.
Taburetes con fondo de cuero, mesas anchas en donde no cabía más una botella de whisky y un frondoso árbol de níspero, en la casa de Andrés Becerra, fueron testigos de aquellas parrandas de antaño, de las que sólo queda el recuerdo de patrañas jocosas y folclóricas, algunas veces inspiradas en el hombre enamorado de la Diosa Coronada’.
Doña Rosa Claudía, esposa de Andrés Becerra, todavía recuerda las aventuras parranderas de su conyugue al lado de Leandro Díaz.
“Ellos se iban a tomar ron a otros pueblos como San Diego, La Paz, Villanueva, Urumita, La Junta, San Juan del Cesar, entre otros, allá tenía muchos amigos, siempre parrandeaban en el patio de alguna casa, si allí estaba Rafael Escalona, el tema principal era las mujeres y si no, hablaban mucho de poesías, referían chistes o anécdotas”, recordó Rosa Claudia.
Precisamente, Andrés Becerra es uno de los últimos de esta generación parrandera, fue el compañero y amigo de Leandro Díaz.
La nostalgia de Andrés
Ayer su rostro no fue el de todos los días; a sus 92 años lo embargaba la mayor nostalgia de sus últimos años, su silencio lo dice todo: un semblante oscuro tocó su sensibilidad, como queriendo encontrar una explicación sobre la partida hacia la eternidad de uno de sus ‘compinches’.
“Andrés fue el mejor amigo de Leandro, ayer se le notó la tristeza, él no quiere hablar porque está muy deprimido y tiene el corazón partido”, dijo doña Rosa, mirando la cama en la que duerme su compañero eterno.
Sólo queda un kiosco en el patio de su casa en el barrio San Joaquín, escenario de miles de encuentros acompañados de canto, licor y anécdotas.
“Una vez Andrés quiso regalarle unos nísperos a Leandro, pero Andrés estaba cogiendo unos que estaban verdes y Leandro le dijo…ombe esos no, coge los maduros”, recordó uno de los hijos de Andrés Becerra.
Los días y las horas pasan y Andrés Becerra se quedó sólo; ahora no tendrá a quien abrazar en pleno ‘temple’ parrandero.
En el recuerdo quedan miles de rondas en donde departían amigos incondicionales; era el escenario apropiado para expresar las más sinceras muestras de afecto y cariño.
Andrés Becerra fue alcalde de La Paz y Codazzi, poblaciones en donde nunca faltó la voz de Leandro Díaz acompañado de su acordeonero ‘Toño’ Salas, en cualquier celebración.
Nunca faltaron rancheras
Las guitarras de Antonio Grajín y Hugo Araújo sirvieron para complementar y amenizar las parrandas a ritmo de sancochos de gallinas y rancheras; nunca faltaba ‘Cuatro milpas’, tomando como referencia la voz de Jorge Negrete, uno de los intérpretes de moda en aquel momento.
Amigos como ‘El Turco’ Pavajeau, Darío Pavajeau, Rafael Salas, Roberto Pavajeau, Hernando Molina Céspedes y ‘Poncho’ Cotes eran, entre otros, los personajes comunes en cada parranda de Leandro Díaz.
Recordadas reuniones en la residencia de ‘Popo’ Daza en San Diego, en donde el canto de Leandro engalanó miles de tertulias acompañado del infaltante trago.
Las aguas claras del río Tocaimo le dieron fuerza para su inspiración; a sus orillas quedará la sombra del hombre de mirada oscura, pero con un corazón y un alma capaz de descifrar los instintos de la naturaleza y el amor.




QUIEN ESCRIBIÒ ESTA CRÒNICA, NO CONOCE A VALLEDUPAR, NI MUCHO MENOS SUS PERSONAJES, CAMBIÒ NOMBRES, APELLIDOS, LUGARES Y NO SE ASESORÒ DE PERSONAS QUE SI SABEN DEL MUNDO PARRANDERO DE ESTOS JUGLARES.
Me gustaMe gusta