Señalando a dos de sus grandes amores: su hijo Gonzalo García Márquez y su nieta Emilia García Elizondo.
Cuando el reloj marcó las 2:30 de la tarde, el invitado más importante al apartamento 1101 del edificio Arrecife, en el barrio Bocagrande, hizo su entrada triunfal.
Impecable, como siempre, vestido de blanco de pies a cabeza, el célebre Gabo entró como solo lo hacen los grandes: bailando al ritmo de los clásicos vallenatos que adornan las letras de sus inmortales Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios.
Gloria Triana, anfitriona de la velada, fue la encargada de recibirlo.
Acompañada de más de 20 personas, la antropóloga le dio la bienvenida al maestro, como todos lo llamaban, que sin reparos atendió las peticiones especiales de todos los que solicitaban una foto o unos segundos de calurosa conversación.
“Un hombre que baila nunca muere, vive toda la vida. Verlo bailar me recuerda a esos piqueteros de los años 50 en Barranquilla, que bailaban todo elegantosos en la punta de los pies”, aseguró entre risas, su gran amigo Juan Gossaín, quien también se dejó tentar por el ritmo de la música interpretada por Boris García y sus Heroicos.
Con la firmeza que da el paso de los años, Gabo recorrió todo el lugar en compañía de su esposa, Mercedes, su hijo Gonzalo García y sus nietos Emilia, Mateo y Jerónimo, quienes no lo descuidaron ni un solo instante.
“Está radiante, a él le gusta participar en este tipo de eventos y rodearse de gente que lo aprecia”, contó su nieto Mateo García Elizondo, quien empieza a gestar su propio camino como escritor. “No es fácil con mi abuelo como referente, pero siempre hay que buscar un estilo propio”.
La presencia y el asedio de la gente no hacen que Gabo pierda su norte: siempre ubicando el lugar donde se encuentra su compañera y esposa, Mercedes Barcha. Sin dudarlo cambió un cómodo sofá para sentarse en una silla de comedor, donde Mercedes compartía con algunas amigas. Hasta allí llegó con la música de Aglaé Caraballo, la Reina del Porro, quien con su alegría y picardía contagió al Nobel, que se animó a cantar.
En esta tarde caribeña, ambientada con carimañolas, yuca, plátano en tentación y arroz apastelao, no faltaron las canciones que a sus 86 años Gabo aún tararea. Matilde Lina, 039 y Jaime Molina, le dieron el toque perfecto a esta velada en la que García Márquez recordó que fue Gloria Triana, quien también hace 31 años organizó la fiesta para celebrar su Premio Nobel.
Por Dálida Orozco R./El Heraldo
