Por José Luis Toribio, La Habana, Lugares con personalidad 9 comentarios
«Cuando vayas a La Habana, tienes que visitar el Callejón de Hamel, y si puedes hacerlo en domingo, mejor que mejor». Esta fue una de las recomendaciones más repetidas por algunos de mis amigos que habían visitado la isla de Cuba. Me decían que era un lugar diferente, que no dejaba indiferente a nadie, que se respiraba una atmósfera especial… Frases que pueden sonar tópicas, pero que una vez estás allí, te das cuenta de que son totalmente reales.
Se trata de uno de los principales focos de cultura afrocubana que hay en La Habana. Su historia se remonta a los años 1989-90, cuando empezó a gestarse este proyecto cultural comunitario que ha dado como resultado una especie de galería al aire libre donde podemos sumergirnos en la cultura afrocubana.
Hablar del Callejón de Hamel es hablar de Salvador González Escalona, el escultor y muralista cubano que transformó esta pequeña callejuela para plasmar y difundir los orígenes africanos de la identidad cubana. Todo comenzó cuando uno de los vecinos del callejón le pidió que le pintara la fachada de su casa. Salvador, así lo hizo, pero al ver el mal estado en que se encontraban las de los demás, decidió arreglarlo todo.
Salvador González comienza entonces a elaborar una serie de murales donde aúna elementos religiosos y culturales. En estos murales, el artista muestra desde un punto de vista surrealista y abstracto la esencia mítica y mágica de la cultura afrocubana, así como las carencias, los deseos y las ambiciones de las personas que viven en el callejón. Aunque hubo mucha gente en contra que no comprendía muy bien el arte que realizaba, tuvo también a aquellos que le animaban en su labor, personas, en su mayoría, que sentían cierta añoranza de su pasado y la necesidad de reafirmar, expresar y ver expresada sus raíces afrocubanas. De este modo nació este espacio de difusión de la cultura afrocubana.
Hoy en día, en el Callejón de Hamel se organizan distintas actividades, como la que tiene lugar los domingos al mediodía, momento en que la música afrocubana en directo toma el lugar. Además, el último sábado de cada mes hay talleres de pintura para niños. También hay representaciones de teatro y conferencias, tanto de cultura afrocubana como de cultura cubana en general.
Mi visita al callejón no fue en domingo, por lo que me perdí esa atmósfera musical de la que tanto me habían hablado.
La entrada está cargada de simbolismo. Representa un templo cultural hecho de piedra, pues la piedra está vinculada con lo imperecedero de dios y es el habitáculo de la energía de los orishas, los dioses africanos.
Una vez pasas esa puerta, empiezas a ver muros de colores mires por donde mires, poemas, esculturas realizadas por objetos de todo tipo: bicicletas, bañeras, maniquíes… Incluso hay una representación escultórica de un santuario de la religión africana Palo Monte. Religión, santería, escultura, pintura, música, poesía… concentradas en apenas 200 metros metros de una pequeña callejuela del centro de La Habana, una calle que es el epicentro de la cultura afrocubana de la ciudad.

