Muere Pablo Milanés, gran voz de la música iberoamericana, a los 79 años

El cantautor, creador de himnos como ‘Yolanda’ o ‘Yo no te pido’, fallece en Madrid, donde residía desde hace años para recibir tratamiento médico por un cáncer

MAURICIO VICENT | El País| La Habana – 21 NOV 2022 – 21:41Actualizado:22 NOV 2022 – 02:15 CST

El cantautor Pablo Milanés ha muerto este martes de madrugada en Madrid a los 79 años, después de que se agravase su estado de salud debido a una enfermedad oncológica. Milanés es una de las grandes voces cubanas de todos los tiempos, el creador de canciones de amor inolvidables como YolandaÁmame como soy o El breve espacio en que no estás, que son ya himnos; un músico admirado y querido por sus compatriotas y también por importantes artistas de todos lados que hicieron suyas sus letras y lo llamaban, sencilla y cariñosamente, Pablo, o Pablito. El artista musicalizó de muy joven los versos de Nicolás Guillén y José Martí (nada menos) y fue pilar y fundador destacado del movimiento de la Nueva Trova cubana, que deslumbró al mundo en los setenta, y en el que no le gustaba que lo encasillaran, pues su sensibilidad y su obra iban mucho más allá. También fue el cultivador brillante del filin (de feeling, sentimiento), del bolero y de la música tradicional cubana, el que primero rescató del olvido a viejos trovadores, como Compay Segundo, y sirvió de puente en su país entre generaciones y estilos, reconocido por su talento como uno de los grandes cantautores en lengua española.

La vida del cantautor cubano Pablo Milanés, en imágenes

Milanés (Bayamo, 1943) recibía desde hace unos años tratamiento médico en España, donde residía con su familia. El artista cubano deja un notable legado de canciones formidables y cerca de 60 discos que lo sitúan entre los nombres indispensables y más universales de la música iberoamericana.

La belleza de su voz privilegiada y su don para la interpretación, que le permitía llegar a registros donde la mayoría no alcanzaba, unida a su forma poética de decir, de aparente sencillez, pero cargada de una profunda sensibilidad que tocaba el alma con independencia del motivo que lo inspirase, marcaron a generaciones de cubanos y latinoamericanos. Su música tuvo también fuerte arraigo en España, donde era bien conocido, y hasta en el pueblo más recóndito donde se presentara, jóvenes, medios tiempos y mayores se sabían sus letras. Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Luis Eduardo Aute, Ana Belén o Víctor Manuel son algunos de los artistas españoles que grabaron sus canciones y colaboraron con él. En su continente, figuras como Chico Buarque, Gal Costa, Armando Manzanero, Mercedes Sosa, Fito Páez, o salseros como Andy Montañez o Gilberto Santa Rosa, entre muchos otros, estaban entre sus devotos e hicieron lo propio.

Comienzo y final de una verde mañanaAñosYa vesYo no te pidoHoy la vi o Para vivir son parte de esa obra de Milanés que trascendió edades y fronteras y se convirtió en identidad de la mejor música hispanoamericana. También causaron impacto en su momento canciones políticas como Yo pisaré las calles nuevamenteLa vida no vale nada, o Yo me quedo, de las que nunca se desmarcó, aunque sí lo hizo de los dogmas y la deriva de la Revolución cubana, a la que hace tiempo no consideraba revolucionaria. “Soy un abanderado de la revolución, no del Gobierno. Si la revolución se traba, se vuelve ortodoxa, reaccionaria, contraria a las ideas que la originaron, y uno tiene que luchar”, dijo en los años noventa. Luego vinieron las canciones más dolorosas de su repertorio, entre ellas, Días de gloria (“Vivo con fantasmas / Que alimentan sueños y falsas promesas / Que no me devuelven / Los días de gloria que tuve una vez”); Éxodo (“¿Dónde están los amigos que tuve ayer? ¿Qué les pasó? ¿Qué sucedió? ¿A dónde fueron? Qué triste estoy”) o La libertad (“A qué seguir respirando / Si no estás tú, libertad”).

Hablar solamente de sus composiciones políticas, o de las más poéticas, o de las más críticas en su desencanto, no es suficiente para comprender el verdadero significado y dimensión del cantautor, en quien era imposible separar al artista superdotado de la persona sensible, profundamente culta y cercana, que conectaba de inmediato con la gente y era capaz de mostrarse vulnerable ante el amor o de alzar su voz contra el racismo, la homofobia, el machismo (“la prefiero compartida antes que perder mi vida”, dice una de sus canciones), o de enfrentar cualquier injusticia.

Ese corazón tan especial, que ahora ha dejado de latir, es la esencia que explica su trayectoria vital y su obra, y es la razón de que su música siempre llegara al público y lo desarmara, cantara él sus propias canciones o interpretara los sones de los viejos trovadores, o de los clásicos del filin, el movimiento influido por el jazz que renovó la canción cubana en los cincuenta y sesenta, y que tuvo un gran peso en su formación.

Milanés no solo bebió del filin, bajo su fascinación compuso Mis 22 años, canción germinal que influyó notablemente en el surgimiento de la tendencia en la canción cubana conocida como Nueva Trova. Después, siendo ya un artista consagrado, le dedicó seis volúmenes al filin, que son verdaderas joyas de su discografía. En ellos interpretó como nadie a José Antonio Méndez, a Marta Valdés y a César Portillo de la Luz, entre otros grandes compositores, e igual pasó con la trova tradicional, léase cantando a Sindo Garay, o compartiendo descargas con Compay, Miguelito Cuní, Luis Peña (El Albino), o Cotán, a quienes regaló tres discos antológicos que tituló Años. Más allá de su ingente obra como compositor, Pablo siempre quiso ser, y fue, un gran puente entre géneros y generaciones de la mejor música popular cubana, pues, para él, esa sensibilidad era el fundamento de todo.

En la vida del artista hay muchos hitos. Sin duda, uno de los grandes fue su paso por el Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, bajo la dirección del maestro Leo Brouwer, al que pertenecieron también Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Eduardo Ramos, Sergio Vitier, Emiliano Salvador o Sara González, entre otros. El trabajo innovador de este taller creativo, entre 1969 y 1974, cambió los modos de entender y hacer la música cubana, y aquello cuajó en el movimiento de la Nueva Trova, que introdujo en la canción popular contenidos políticos y sociales pero tratados con hondo lirismo.

En tiempos de las dictaduras de Chile y Argentina, la Nueva Trova se convirtió en América Latina en el alma de la izquierda y del movimiento revolucionario, pero Milanés siempre compaginó ese compromiso cívico con las más hermosas canciones de amor y desamor, que son hoy, quizás, las más recordadas. Al artista, que tanto aportó a aquel movimiento, no le tembló la voz para denunciar y criticar duramente al Gobierno de su país cuando consideró que era inadmisible lo que estaba sucediendo. En una entrevista con EL PAÍS, recordando su paso en los años sesenta por los campos de trabajo forzados de la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP), donde eran “internados” religiosos, homosexuales y todos aquellos que no cuadraban con los “parámetros revolucionarios”, lamentó que nunca nadie en Cuba se hubiera disculpado con ellos por aquel episodio tan terrible que, dijo, “no fue un hecho aislado”, sino parte de un proceso “estalinista que perjudicó a intelectuales, artistas y músicos”. “Según la historia, en 1970 comenzó lo que se llamó el quinquenio gris, y yo digo que realmente comenzó en 1965 y fueron varios quinquenios”, comentó entonces.

Además de músico, Pablo Milanés era sobre todo cubano ciento por ciento y ciudadano, y sus posiciones comprometidas le conectaron todavía más con ese público que lo adoraba y que para él era su razón de ser. Cuando en los días previos al agravamiento de su enfermedad, ortodoxos de aquí y de allá lo criticaron por “contrarrevolucionario”, los cubanos salieron en tromba a defenderlo: Pablo es Cuba, dijeron masivamente.

Milanés trasladó su residencia a España hace varios años para recibir tratamiento médico, aunque nunca olvidó a su gente y volvía siempre que podía a cantar y a ver a sus amigos. Llevaba un riñón trasplantado, que le donó su esposa, Nancy Pérez Rey, gallega y madre de sus dos últimos hijos, Pablito y Rosa, llamada así en homenaje a Rosa Parks, activista afroamericana y gran luchadora por los derechos civiles en EE UU.

El pasado verano, ya muy enfermo, quiso viajar a la Isla con su familia para ofrecer a su público un concierto memorable que fue toda una declaración de amor, y una despedida. Milanés, ya en silla de ruedas, lo dio todo en aquella última presentación en La Habana y su voz sonó con más corazón que nunca: “Ámame como soy, tómame sin temor / tócame con amor, que voy a perder la calma / Bésame sin rencor, trátame con dulzor / mírame por favor / que quiero llegar a tu alma”, fue su última canción, y las gradas se vinieron abajo en aquel adiós. Después hubo una fiesta en su casa, y junto a grandes nombres de la cultura cubana estuvieron allí con él tomando ron y whisky sus amigos de siempre, a los que siempre fue fiel y que, como todos los cubanos, menos los miserables, hoy le lloran, conscientes de que Milanés será para siempre uno de los más grandes cantores de su país, que es mucho decir.

Pablo Milanés en diez canciones

recordando a pedro junco en el aniversario de su natalicio

Pedro Buenaventura Jesús del Junco-Redondas, más conocido como Pedro Junco Jr. 22 de febrero de 1920, Pinar del Río, Cuba, 25 de abril de 1943, Pinar del Río, Cuba

Pedro, María Victoria y «Nosotros»

Corre el año 1941 en Pinar del Río, una pequeña ciudad bucólica y tranquila a 160 kilómetros al oeste de La Habana. Todos los días, a las cinco de la tarde, un hombre atlético y atractivo, recién bañado y perfumado, vestido con una guayabera blanca, se pasea con lentitud y placidez. Es Pedro Junco, veintiún años, pelotero, boxeador, músico y compositor en ciernes. Está enfermo de tuberculosis y, además, está enamorado. Cada tarde repite este paseo: entra en una casa solariega en la calle Maceo (la casa de la familia Martínez Malo), saluda y va directamente hasta el piano, en donde, sin prisa, toca su propia música.

A las cinco y media, a pocos metros de distancia de aquélla casa, la campana de la Catedral llama a la misa del Ángelus. Entonces, desde el cercano Colegio Inmaculado Corazón de María, sale una larga hilera de muchachas vestidas de blanco de entre 15 y 20 años. Son alumnas pupilas que viven cada minuto imbuidas de la experiencia religiosa y la candidez propia de aquellos tiempos y de aquel lugar placentero. Una de aquellas muchachas, de unos 19 años, mira hacia el piso. Su nombre es María Victoria Mora y no se atreve a mirar a la vereda de enfrente, a la casa de los Martínez Malo y buscar lo que más ama.

Entonces un niño se le acerca corriendo. Disimuladamente le da una carta susurrándole -un poco tartamudo- apenas unas palabras para regresar corriendo hasta su casa, donde Pedro Junco ha detenido un instante la pieza que interpretaba para atisbar de lejos a su amada. Cuarenta y cinco minutos después, cuando termina el Ángelus, las niñas regresan a su colegio. De nuevo el chico se acerca a la joven. Esta vez recoge una cartita de respuesta y en segundos ya Pedro la tiene en sus manos. La lee desesperadamente para repetir, como cada tarde, la escena de euforia infinita. Entonces se sienta nuevamente al piano, arremete con vigor y canta -con su hermosa voz de barítono- sus propias canciones. El portón del colegio, al frente, se cierra ruidosamente. María Victoria Mora (una bella y rica muchacha sanjuanera de ojos grandes que en una fiesta estudiantil había conocido al compositor), no puede ni escuchar de lejos la música de su amado.

Pedro Junco ya sabía desde los dieciocho años que padecía tuberculosis, incurable por aquél entonces. Había heredado la enfermedad de su padre. Se mantenía muy bien porque su posición económica le permitía alimentarse y cuidarse y, a pesar de haber estado grave varias veces, nunca adelgazó ni se lo vio demacrado. María Victoria Mora era una mujer bellísima y fue su gran pasión. Cada tarde intercambiaban sus cartas de amor por medio de Aldo Martínez Malo, el chiquilín tartamudo que vivía en aquélla casa amplia, cubierta de luz, vegetación y recuerdos, porque la familia de ella se oponía a aquel romance. Todos sabían -por aquello de pueblo chico infierno grande- que Pedro estaba condenado a muerte. Fue así como nació el bolero más popular de todos los tiempos.

» NOSOTROS» Interpretada por Pedro Junco en el piano.

“Nosotros” fue compuesta al calor de aquel romance imposible en 1941, pero su autor la guardó. Al año siguiente, el músico cubano Eliseo Gente (1893-1950) y el mexicano Jorge Negrete (1911-1953), que aún no era tan popular en Cuba como lo fue después, llegaron a la casa de los Martínez Malo buscando a Pedro Junco. En Radio Lavín de La Habana les habían dicho que Pedro tenía hermosas canciones. Él les interpretó varias que había ido componiendo en los últimos tiempos: «Quisiera», «Tus ojos», «Soy como soy», «Tu mirar», «Te espero», «Estoy triste», «Mi santuario», «Cuando hablo contigo» y «Yo te lo dije”; dejó para el final «Nosotros». El mexicano se quedó maravillado con ésta canción y quiso llevársela pero Junco se la negó porque quería que la estrenara su cantante favorito -Tony Chirolde- en un festival que en breve se celebraría en el teatro Aída de Pinar del Río. Y así fue. Se convirtió en un éxito arrollador desde la primera interpretación en febrero de 1942.

En 1943 la orquesta Aragón la dio a conocer internacionalmente. En Cuba, numerosos artistas la interpretaron enseguida. En 1944 ya había vendido treinta mil discos, algo insólito para la época. Pedro Junco no pudo besar jamás a su mujer adorada ni disfrutar del éxito arrollador de su canción. Murió en la noche del 25 de abril de 1943. Tenía veintitrés años. Tiempo después, en 1957, mientras los barbudos de Fidel ya peleaban en la sierra, María Victoria Mora, la musa inspiradora, viajó fuera de Cuba y nunca más regresó.

La canción de Pedro Junco es cantada por cientos de cantantes en el mundo, desde José Feliciano (1945) a Sarita Montiel (1928), pasando por Plácido Domingo (1941) y Pedro Vargas (1906-1989). Y, por supuesto, todos los cuba-nos. Todos. No hay un sólo cantante cubano que la pueda excluir de su repertorio.

Dicen que fue un amor a primera vista y de cuya relación sólo supieron ellos dos. El nombre de ella quedó atesorado durante medio siglo como parte de una leyenda, mito o espejo de esos amores imposibles que andan por los rincones del mundo bajo el anonimato fecundo de un sueño. Sólo la canción devela el idilio: «Atiéndeme /quiero decirte algo /que quizás no esperes / doloroso tal vez. / Escúchame / que aunque me duela el alma / yo necesito hablarte / y así lo haré. / Nosotros / que fuimos tan sinceros / que desde que nos vimos / amándonos estamos. / Nosotros / que del amor hicimos / un sol maravilloso / romance tan divino. / Nosotros / que nos queremos tanto / debemos separarnos / no me preguntes más… / no es falta de cariño / te quiero con el alma / te juro que te adoro / y en nombre de este amor / y por tu bien / te digo: adiós».

La Catedral de La Habana, música convertida en piedra

Por Gustavo Robreño Díaz*

La Habana (Prensa Latina) Con su imponente aire de barroco cubano la Catedral de La Habana forma parte de un entorno colonial que es, como la llamó el escritor cubano Alejo Carpentier, ‘música convertida en piedra’.
Su construcción en el siglo XVIII fue resultado de una serie de fatídicos hechos relacionados con los templos católicos habaneros desde la fundación de la villa en 1519.

Aunque son escasas las noticias sobre La Habana anteriores a 1550, se conoce que la primera iglesia de la ciudad era un mísero bohío ubicado en los terrenos que ocupa hoy el Palacio del Segundo Cabo.

Aseguran documentos fundacionales que allí, en un entorno nada suntuoso, se efectuaron las ceremonias religiosas desde la fundación de la urbe hasta que en 1550 se iniciaron los trabajos para la construcción de una iglesia ‘de cal y canto’.

Testimonios de la época reflejan también que, mientras se construía la nueva iglesia, se efectuaban misas en el hospital existente en el sitio que años más tarde ocupó el convento de Santo Domingo y posteriormente la Universidad de San Gerónimo.

INFORTUNIOS DEL PRIMER TEMPLO

Se desconoce la fecha exacta en que terminó de construirse el primer recinto religioso, pero ya estaba erigido el 10 de julio de 1555, cuando la Villa fue víctima del asalto del corsario francés Jacques de Sores.

Al negársele la cantidad de dinero que pedía el corsario para abandonar la ciudad, el también conocido en los mares del Caribe como Ángel Exterminador le prendió fuego a la villa y comenzó por el santuario, donde ultrajó imágenes sacras y robó encomiendas y cálices.

Cuenta el historiador Emilio Roig de Leuchsenring que cinco años después del asalto francés, en 1560, la naciente ciudad estaba aún sin iglesia ‘debido a la pobreza de sus vecinos’ quienes en escenarios disímiles efectuaban improvisadas liturgias, en las que ‘hasta se carecía de ornamentos y demás utensilios religiosos’.

Posteriormente, en un acta del cabildo con fecha 28 de mayo de 1574, se menciona la terminación de una nueva iglesia, ‘de tejas y piedras’ enunciada en dicho documento como ‘Parroquial Mayor’.

El nuevo templo se encontraba en el lugar en que se erigió más tarde la Casa de Gobierno, comúnmente conocida como Palacio de los Capitanes Generales, nombre con el que ha trascendido hasta nuestros días, y en cuyo inmueble radica desde 1967 el Museo de la Ciudad.

Pero los infortunios para el primero de los templos católicos habaneros continuaron con la caída de un rayo, el 30 de junio de 1641, el cual hizo volar en pedazos un navío surto en la rada habanera que dañó muchos de los edificios próximos al lugar de la explosión, entre ellos la Parroquial Mayor.

En 1693, ante la amenaza inminente de derrumbe, se trasladó el culto al oratorio de San Felipe de Neri y posteriormente al del colegio de San Ignacio, en la Plaza de la Ciénaga, abandonado desde algunos años antes, cuando se produjo la expulsión de los jesuitas de Cuba.

En 1772, fue aprobada finalmente, por Real Cédula, la instalación de la Parroquial Mayor en el oratorio de San Ignacio ?iglesia del antiguo colegio jesuita? y la demolición del viejo templo en ruinas.

Muy pronto, en 1778, comenzaron las obras de transformación del oratorio de San Ignacio en Iglesia Catedral.

ENIGMÁTICAS CAMPANAS Y PARTICULAR HISTORIA

Si bien no existe información certera sobre quién fue el proyectista de la Catedral, puede asegurarse que la fachada es obra del maestro cubano Pedro de Medina, quien también participó en la construcción del Palacio de los Capitanes Generales.

Por otro lado, las torres-campanarios del templo son las originales del oratorio jesuita y llama la atención de nativos y foráneos que la de la izquierda es más estrecha para permitir el acceso a la calle lateral.

El lucimiento de sus torres oculta el detalle de sus enigmáticas campanas, cada una con su particular historia.

Una de ellas, a modo de pedigrí, muestra una inscripción con la firma del artista metalúrgico y la fecha de fundición, en 1647, además de un rótulo de garantía del que solamente pueden presumir las más reputadas campanas del mundo.

Otra de ellas data de 1762, año que La Habana vivió bajo la ocupación inglesa; mientras la más longeva y representativa de todas es una fundida antes de la llegada de los primeros españoles a la Isla, la cual se especula que llegó a Cuba procedente de España justamente en 1519, para anunciar con su repique la fundación de la nueva villa.

En su interior, durante la transformación del vetusto edificio en Catedral se llevaron a cabo transformaciones de todo cuanto en él se consideró de mal gusto.

Por ejemplo, cuentan que los viejos cuadros fueron sustituidos por copias de famosas obras de Murillo, Rubens y otros grandes maestros de la pintura, hechos al óleo por el notable artista francés radicado en Cuba Juan Bautista Vermay (1784-1833), fundador de la Academia de San Alejandro.

Los tres grandes frescos que decoran la parte trasera del altar mayor, son obra del pintor italiano Giuseppe Perovani (1765-1835), mundialmente famoso por su retrato de George Washington y quien primero se dedicó a la enseñanza de la pintura en la Habana.

Las obras de escultura y orfebrería del altar mayor, ricas en mármoles y metales preciosos, son obra del italiano Antonio Bianchini (1803-1884), ejecutadas en Roma en 1820 bajo la dirección del renombrado escultor español Antonio Solá, autor del célebre monumento a Cervantes que engalana la Plaza de las Cortes de Madrid.

Otro detalle curioso de la Catedral es que en su nave central se alzó hasta el fin de la dominación española (1898) un monumento funerario, obra del artista español Antonio Mélida, que contenía las cenizas de Cristóbal Colón, trasladadas a la Catedral de Sevilla en 1899, aunque su autenticidad fue puesta en duda.

Entre los años 1946 y 1949, la Catedral fue objeto de un abarcador programa de remodelación que la dotó de su actual apariencia, dirigido por el arquitecto cubano Cristóbal Martínez Márquez, quien cambió el techo original de madera por uno de piedra en forma de bóvedas y dotó al templo de mayor seguridad, iluminación y ventilación.

Vísperas de la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II, en enero de 1998, se hicieron nuevas adecuaciones interiores, en función de ajustarla a los cambios en la liturgia católica.

Actualmente, la Catedral de La Habana es un santuario que más allá de su función religiosa forma parte de la identidad de Cuba y de La Habana, una ciudad que llega a sus primeros 500 años.

* Periodista y colaborador de Prensa Latina.

Em/grd/cvl

Clausuran en Cuba XVIII Festival Internacional Fiesta del Tambor

La Habana, 10 mar (Prensa Latina) Un concierto de populares intérpretes y agrupaciones clausura hoy aquí el XVIII Festival Internacional Fiesta del Tambor Guillermo Barreto in Memoriam.

El Teatro Karl Marx, de esta capital, acogerá el primer espectáculo de la jornada, en el cual se prevé la participación de Issac Delgado y su orquesta, Santiago All Stars, los Muñequitos de Matanzas y el pianista Javier Mazó ‘Caramelo’.

De acuerdo con una nota oficial leída la víspera en la televisión local, por razones de fuerza mayor, el cantaor español de flamenco Diego El Cigala, no podrá participar en esa velada.

De otra parte, la agrupación local Rumba Ávila prolongará la fiesta hasta la noche en el parqueo del teatro, mientras el Salón Rosado de la Tropical anuncia un elenco ideal para bailadores encabezado por Alexander Abreu y Habana de Primera, Elito Revé y Su Charangón, Dj El Ratón Rabioso, El Noro y Primera Clase.

La XVIII edición de la Fiesta del Tambor, del 4 al 10 de marzo, estuvo dedicada al 500 aniversario de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, donde tiene lugar el evento desde sus orígenes.

Además de las habituales competencias y los conciertos de lujo, se realizaron clases magistrales de casino y rumba, talleres de piano, guitarra y cajón flamencos.

La cita estuvo dedicada a España, país del cual llegaron artistas de altísimo nivel como Falete, la cantante y compositora Laura de los Ángeles, José Montaña y su proyecto flamenco Cantes de ida, el grupo musical Ketama y Patax.

Cada noche, los espectáculos se multiplicaron en varias sedes de la capital, donde numerosos bailadores amanecieron, durante seis días seguidos, con deseos de seguir la fiesta.

/msm/cvl

Silvio Rodríguez y un concierto en Buenos Aires cargado de esperanza

Por Maylín Vidal

Buenos Aires, 26 oct (PL) Silvio Rodríguez, el trovador, el poeta, el cubano y latinoamericano volvió a Buenos Aires en el primero de dos conciertos en esta capital, donde más de nueve mil almas cantaron con él en una velada cargada de simbolismo.

La patria, la esperanza, la realidad latente en la sociedad y ese compromiso político en tiempos tan convulsos para América Latina y el mundo, se hicieron palpables en una noche, la víspera, que tuvo momentos realmente cargados de emotividad, en la que los argentinos, -que lo aman-, le agradecieron una y otra vez por estar aquí en estos momentos.

‘Quédate toda la noche, quédate toda la vida’, le gritó una de las tantas personas que aguardaban este momento desde su más reciente presentación en esta tierra austral, hace ya más de tres años. Los gritos a Silvio, a Cuba y su Revolución, a América, fueron transformándose en eco en el desbordado Luna Park durante toda la velada.

Acompañado de su guitarra y otro instrumento infaltable hoy en cada presentación, -su cámara fotográfica que apoya en una mesita al lado de su silla-, escoltado por su excelente banda de músicos, siete en total, Silvio hizo feliz a muchos corazones, a parejas que se daban las manos mientra entonaba El Necio, a muchos que han crecido escuchándolo y coreaban a todo pulmón.

Entre aplausos, Silvio fue bordando cada tema e interpretó muchas canciones, algunas añejas, pero una gran mayoría nunca antes escuchadas aquí como Viene la cosa (2016): ‘viene una cosa que sólo la sinceridad destroza’, reza el estribillo.

Momentos mágicos fueron muchos. Cuando entonó Te amaré, La maza, La Gaviota, compuesta en 1976 cuando regresaba de Angola, o Tonada para dos poemas, dos cuartetas de uno de los poetas que, dijo, me formó, Rubén Martínez Villena.

El clima fue subiendo y las lágrimas comenzaron a correr por los rostros de muchos cuando entonó Eva, dedicado a la lucha de las mujeres. Los pañuelos verdes, devenidos símbolos en este país en la batalla por el aborto legal, seguro y gratuito, se multiplicaron en el auditorio que gritaba: aborto en hospital.

La pieza que compuso para la ópera prima Afinidades, dirigida por los actores cubanos Jorge Perugorría y Vladimir Cruz, que habla sobre la corrupción, señaló, pero se llama Jugábamos a dios, otros de sus clásicos, Oleo de una mujer con sombrero y Quien fuera, también sonaron impecablemente en una noche donde sus músicos también se llevaron las palmas.

El clima ya estaba al tope. Fue entonces que Silvio invitó al escenario a un artista que, subrayó, llevo admirando de lejos desde hace muchos años y hoy tuve el gran gusto de conocer e invitarlo al escenario, Nahuel Penissi.

Magistral, el joven, de 28 años, no vidente, significó el honor de estar en el concierto de un artista que admiraba desde niño, cuando apenas entendía lo que decían las letras de sus canciones, pero si, dijo, me emocionaba mucho su identidad y espíritu. Él es un exponente de Cuba, de toda Latinoamérica unida, sostuvo.

Penissi, con su peculiar estilo de tocar la guitarra entonó y emocionó con Te doy una canción y luego, a pedido de Silvio, interpretó otro tema.

Tras poco más de dos horas de concierto, el trovador cubano tuvo que regresar tres veces a pedido de los espectadores que agitaban palmas, cantó dos canciones, otra más hasta que finalmente llegó Ojalá, uno de los temas por los que aguardaban muchos.

Con dos banderas, una del movimiento 26 de julio, que representa la histórica gesta cubana liderada por el líder histórico Fidel Castro que abrió el camino al triunfo revolucionario, y otra de Argentina, un joven, emocionado aplaudía sin parar y gritaba vivas a la isla caribeña.

‘Maravilloso, conmovedor como cada una de las presentaciones de Silvio, toca las fibras, es un pedazo enorme de la historia latinoamericana y estar aquí me transporta, sobre todo en este momento tan difícil para América Latina’, resaltó a Prensa Latina este joven al termino del concierto, mientras abrazaba a su compañera de vida.

Afuera, entre la muchedumbre y emocionada por escuchar por vez primera en vivo a un músico que ha marcado su vida de muchas maneras, también estaba Brenda, una joven no vidente que llegó desde la distante Malvinas Argentinas, en la provincia de Buenos Aires, y aguardaba nerviosa para intentar entregarle un presente al trovador.

Era un sueño pendiente estar aquí, escuchar a este gran hombre que se llama Silvio. Le traje un obsequio, una carta, un unicornio azul confeccionado con mis propias manos y una bandera cubana, decía la joven.

Este fue el tercero de cinco conciertos en Argentina de una gira que lo llevó primero a Chile y que concluirá el domingo con un recital en la localidad bonaerense de Avellaneda totalmente gratuito, que se avizora multitudinario.

agp/may / https://www.prensa-latina.cu

Comienza en Cuba encuentro de mujeres cantoras

La Habana, 20 jun (PL) La II edición del Encuentro de mujeres cantoras comienza hoy en esta capital y dedicará un espacio al protagonismo de las féminas como forma de visualizar su trabajo en la sociedad.

En declaraciones a Prensa Latina, la cantante y compositora cubana Heidi Igualada, presidenta del encuentro, expresó que a medida que pasen los años la cita asumirá un carácter internacional, aunque desde ahora confirmaron su presencia la paraguaya Mariví Vargas y la australiana Sue Monk.

dsc_8249‘La idea inicial del certamen fue hacerlo solo por dos jornadas y con muchachas de otros territorios cubanos fuera de la capital, pues en La Habana no hay muchas cantoras y ellas también sienten la necesidad de promover sus carreras, sin embargo, se extendió por cinco días y decidimos repetir este 2018, explicó Igualada.

Es una manera de visualizar el trabajo de estas jóvenes y que ese tipo de canción comprometida socialmente destaque dentro de nuestra música, indicó.

Otra de las promotoras de la idea, la integrante del movimiento cubano de la trova Marta Campos, indicó que esta edición de mujeres cantoras rendirá tributo a La Habana en su aniversario 500 de fundada y a la figura de la dirigente política de la nación caribeña Vilma Espín.

‘Ella revolucionó la vida de las mujeres en Cuba y por eso tiene en este encuentro un espacio dedicado por nosotras’, apreció la artista.

Hasta el 24 de junio tendrá lugar el encuentro denominado Ella y yo, en homenaje también al aniversario 100 de esa canción compuesta por el músico y guitarrista cubano Oscar Hernández.

La presidenta agregó que a la cita trovadoresca desean sumarse otras cantoras a medida que el evento coja fuerza.

‘Hay muchos programas en América Latina similares a este y realizados por mujeres que interpretan la canción social, entre ellos, Las violeteras, en Chile; la Mujer trova, en Argentina, con Paula Ferré; en Nicaragua uno denominado La ruta maya, con Katia Cardenal’, precisó Igualada.

Varias son las sedes del II Encuentro de Cantoras Ella y yo, como Casa de Las Américas, la Casa del Alba y el Museo Nacional Bellas Artes.

agp/dpm