Ese recurrente estado de meterse en donde no lo han llamado, llevó a Escalona Martínez a conocer los secretos de los viejos patricios de su tierra natal, luego de los pueblos vecinos y más tarde de los hacedores del vallenato, de quienes aprendió todo. De estos últimos, tomó el vestido melódico para muchos de sus cantos y de esa manera distinta, para ponerle un nuevo texto a la composición vallenata. Ese nuevo rostro para la narrativa nuestra, es su mayor aporte en este sentido y que lo convierte en un referente especial para mostrarlo local y nacionalmente, por la elite Valduparense en su momento y luego, por quienes hicieron de esta música local, un distintivo nacional.

ESCALONA se convirtió en sinónimo del Vallenato. Mientras tanto, él no hizo nada distinto a vivir como le dio la gana. Por eso sin pedirle permiso a nadie le dio valor comercial a una música hecha por campesinos analfabetas, pero que era de quien la tomara prestada, situación que en la mayoría de los casos, terminó sin reivindicar a sus verdaderos creadores. Su alma intensa y de constante vuelo, a veces sin mediar el sitio final, se metió en unos sueño que tenían de todo, menos de eso. Así era él, a veces pasional, cuando le convenía y ante todo cerebral, cuando de figurar se trata: “cuando estaba con el presidente de turno era presidenciable y cuando se reunía con el machetero de la vereda donde tenía su sembrado más de amor que de otra cosa, terminaba siendo el más conocedor del campo, en donde los consejos salían por toneladas, así poca fuera su aplicación. A final no era ni una cosa ni la otra”. Pero era ESCALONA y él se podía dar esos lujos, en donde pudo acomodarse a todas las circunstancias que la vida le proporcionó, lo que le permitió rediseñar muchas rutas musicales que al final terminaron siendo determinantes en el crecimiento y consolidación del vallenato, que lo llevó como primera figura a los más disímiles escenarios sin traicionar sus más caros anhelos. Este paso tuvo significativas conquistas que llevaron a que toda una nación, conociera no solo su alegría y su dolor, sino el modus operandi de la gran provincia vallenata.Escalona Martínez le puso asfalto a todos esos caminos de herradura y vistió de frac a toda esa poesía y canto campesino que era menos preciado por la rancia estirpe del Magdalena grande. Ese relato de Escalona Martínez, especie “de cantor de la provincia”, no era y nunca dejó de ser, distinto a los quejidos, lamentos, logros y conquistas del hombre del común nuestro, que no es más que la reivindicación de la labor de todos sus antecesores. Él es un nuevo sonido,una nueva escritura frente a la acción ágrafa de los viejos juglares, que a manera de regalo, le devolvieron con una música celestial, todo el maltrato feudal de los nuevos dueños de la tierra.Escalona Martínez se propuso y lo logró, romper con los dogmas religiosos, políticos, sociales y económicos que le cerraban la puerta a la música provinciana, luego conocida como “Música Vallenata”. Así logró hacer visible lo que la elite provinciana trataba de enterrar. Por eso guerreó su suerte y por ende, la de la música vallenata, en donde arrastró todo un pasado y ponía al frente de todos, un presente que pocos se atrevían a aceptar.

Sin lugar a dudas, tuvo el olfato necesario para comprender que esa fuerza combatiente que habían construido dos o más siglos atrás, “los concertaos” era una muestra cultural que tenía dolientes y que uno de los llamados a ponerse al frente de ese “contingente” como solía decir, era el hijo de “Aló”.
Ese mundo incontaminado que encuentra el cantor Patillalero, con su aporte, le da paso a la industrialización de una música local que como la nuestra, ha sido generosa y ha servido como conejillo de indias, para hacer conocer las diversas maneras de mirar nuestra música a través de productores, directores artísticos e intérpretes. Pero aún así, con todo ese embate endiablado que el vender música como mercancía genera todo este proceso, el vallenato raizal está de pié como una memoria viva y ante todo como un homenaje a todos esos campesinos creadores y a Escalona Martínez que más que compositor de música y autor de grandes textos, es “el Cervantes del Vallenato”. porque sin que muchos se hayan percatado, en sus cantos aparecen sanchos, molinos, espadas, enfrentamientos, valles, sabanas, burros, carros, choferes enamorados,mulas, gente campesina y semiletrada, pintores, músicos, ilustrados, mariposas, promesas incumplidas, canto de cuna, incitación a cumplir la palabra, aduladores, magos, doble moral, elegías, derrotas amorosas, papelitos, collares, aretes, pintalabios, polvos, santería, celibatos mentirosos, conquistas fugaces, irresponsabilidades alcahueteadas, amores furtivos, bolsillos vacíos, guayabos de todas las formas, mujeres insaciadas, amigos de todos los ordenes y un centenar de acciones parroquiales que no dejaron nunca de aparecer como la última moda. A todos esos detalles de la vida cotidiana, les cantó Escalona, con la facilidad al tiempo del hecho y del canto mismo, en donde revolvió todos los estratos de su mundo y los puso, en el sitió que debían estar. Todos tenían que ver con el mundo de Escalona,
pero él como siempre, se le escabullía a quien tratara de ir en vía contraria a todo lo que perseguía. Escalona en su lenguaje no es previsible, por eso no es raro encontrar en sus narraciones, la figura imponente del teatrero, filibustero, cronista, echador de cuentos, palabrero, timador, pendenciero y detallista. Todos esos cuadros están en el lenguaje vivo de sus canciones. Solo que la mayoría de las personas que llegan a investigarlo, se queda en el hombre de carne y hueso y siento decirles, que Escalona es más que eso. El es una viva llama que recibe todos los vientos con malas o buenas intenciones. El es más que una sombra, que espera paciente cualquier debate para defenderse.
El es la renovación del lenguaje vallenato, planteado desde un contexto musical, en donde se hizo vocero de esas voces más rancias y formadas de la gran provincia nuestra. Nunca se puso al servicio de la elite Valduparense o Andina. Con su postura de “yo no fui”, “de no quiebra platos”, siempre las puso a su servicio. Para él tenía tanto valor la mujer de refinado copete y perfume traído de Francia o aquella que como mariposa con su perfume natural, llegaba a su vida y en su corto vuelo le dejaba las razones, que le impulsaban a responderle con su forma especial, de decir lo que sentía, todo ese mundo que es de la provincia, que es de sus antecesores pero que sin la aparición de Escalona, no sería lo que es hoy.
Al tiempo que Escalona Martínez crecía en honor al vallenato, su fama de bohemio, mujeriego y muchas más, se extendió como la verdolaga. No hay en la provincia vallenata, un personaje que haya vuelto añicos todo lo que el amor pudo ser como tal, en cada una de las mujeres que
tuvieron que ver en su mundo afectivo. Sus frases de amor eran las mismas de siempre y pese a repetirlas hasta el cansancio, ellas caían rendidas de amor. Algo debió tener Escalona Martínez para lograr consolidar todo ese harén. Sus regalos afectivos eran cíclicos, pese a ello, muchos de sus amores, la mayoría de ellos, no se cansaron nunca y tampoco le devolvieron los detalles, motivos de su conquista. Y qué decir del tropel de hijos que nacían en fila india y se criaban
algarate, con la sola sentencia de la palabra maternal: “eres hija o hijo de ESCALONA”.
Esa especie de sello, refrendaba y ante todo perdonaba, cualquier acto irresponsable que pudiera
cometer el creador vallenato. Así como hacia versos era su accionar de semental incontrolable, situaciones que siempre dejó a su libre desarrollo y que sentenciaba con “si todo tiro fuera un muerte, el cementerio sería grande”
Su manera de encarar la vida, de hacer su obra, el legado al vallenato, propia de un paradigma contemporáneo, nos tiene que llevar a reflexionar sin necesidad de confrontarlo con los anteriores, los de su generación y posterior a ello, siempre en procura de obtener nuevas visiones en todo lo que tiene que ver con su aporte a la música colombiana. Porque hasta eso, él metido en un vestido entero, unas botas texanas, una gabardina de intenso color y un sombrero a la usanza de viejo buscador de recompensas, a veces terminaba más comprometido a ser considerado un patriarca lleno de bambucos y guabinas, situación que moría al instante en que él, balbuceaba una palabra y se convertía en el más rancio vallenato, que recogía el lenguaje primitivo de sus antepasados. Él siempre miró con los ojos de los campesinos nuestros y reprodujo la palabra nativa y la dimensionó en cada rincón de la Nación y fuera de ella. Eso lo hizo tener una conexión con la provincia disímil, que con sus designios alternantes,parecía confrontarse para ver quién era más provinciano. Él fue un liberal conservador de las raices musicales, vocablos, dichos y comportamientos de la gente del común nuestro. Esa manera peculiar de construir luces, las que puso a su servicio pero ante todo, para nuestra tierra vallenata, lo llevó a ser un arco iris de su música, que se vio reflejado en el ritmo de su letra, con un ordenamiento territorial que enmarca a nuestra tierra y que hace que no se parezca a otra, así ocurre con sus personajes los cuales no pueden ser manoseados por otras músicas, que solo pueden ser expresadas en puro lenguaje vallenato porque su visión recurrente lo puso a reafirmar sobre lo mismo, más aún, sus personajes nunca murieron.
Ellos siempre aparecían, cada vez que se habla de ellos, con una nueva dimensión, convirtiéndolos en inmortales. Este sinnúmero de historias que contó ESCALONA MARTÍNEZ nos permitió y aún eso ocurre, un enriquecimiento desde varios frentes. Por eso, si nos metemos en el terreno amoroso, lograremos entenderlo y ante todo, enfrentarlo al desamor y darle su verdadera dimensión: “qué tiene esta que no tenga la otra”, fue su constante. En lo amistoso pudo entender, que nunca dejó de ser ESCALONA MARTÍNEZ, si tenía agarrado del brazo al Presidente o al Ministro de turno, para luego, reunirse y hablar de tu a tu, con el vendedor de pescado, el humilde machetero o mudarse en busca de amor como siempre ocurría, del barrio de estrato impensable o el más humilde. Esa transformación que desarrolló, lo llevó a enfrentar más de una contradicción, no solo en boca de él, sino de más de un contradictor.
Unos lo consideraron un hábil personaje, otros un gladiador del vallenato. Ambas son verdad. Qué sería del vallenato, si él no se hubiera apersonado de ese movimiento cultural nuestro. Qué sería de nuestra tierra y su música si no hubiera tenido un adelantado como él. Por eso ESCALONA MARTÍNEZ fue acosado por toda esa crítica, que unas veces habla y otras, muere. Unas, por ese ego insoportable que se le salía por todos los poros. Otras, por ese afán de querer ser solo él. Pero una verdad siempre permaneció: ese mundo construido por él, enjuiciado en tantos momentos, vale la pena penetrar más, no desde la burda osadía del mal comentario sin conocimiento. En las tres décadas que tuve la fortuna de percibir su sabiduría y de oler sus aciertos y tropiezos, pude acercarme y tener el valor de ser su crítico. ¿Cómo criticarlo sin conocerlo?
ESCALONA MARTÍNEZ siempre fue más allá de lo presupuestado. Esa lucidez con que produjo esas crónicas y reportajes de la provincia, fieles en su forma y contenido con lo acontecido, no pueden sino corroborar, que él es un narrador excepcional por naturaleza, sumado a su responsabilidad ética con su mundo vallenato, que le permitió mostrar en toda su dimensión una estética del hombre común y corriente o penetrar en las grandes casonas de la elite vallenata, donde pocos tenían la fortuna de conocer de primera mano, los amores furtivos o los desamores en que se debatían los nuevos protagonistas del sentir vallenato. O cuando se enfrentó a la aparición
de la radio, que le quitó la inmediatez a la narración de los juglares y en esa píqueria supo que nacía un medio masivo contaminado y contaminante, de igual manera ella supo, que con todo su avance, había un gigante en la provincia vallenata, que por su intermedio hacia conocer hechos de esa tierra.

ESCALONA MARTÍNEZ fue un hombre subjetivo que hizo música, no sin saber lo que hacia. Él tuvo grandes propósitos y los logró: “hacer conocer su tierra, sus personajes, darle nombre a su nombre”. Pero por qué un hombre como él, que a la par de sus fortalezas tenía grandes falencias, logró salir a flote en un medio tan cerrado como el nuestro. “Por los amigos politiqueros”, “por lo elite Valduparense o Andina”, “por el oportunismo y habilidad que tuvo” o por “su talento”. Al final de todo, primó esto último. Y en él, sí que hubo en demasía, sustentado en esa narrativa que le originó gestar un nuevo mapa musical, “un antes y un después de”, en la que muchos veces el inolvidable Alfonso López Michelsen llamó “cipote ángel” que reafirmo, pero que me permite ir más allá y llamarlo “arcángel”, el que tuvo de sobra y que hizo de ESCALONA MARTÍNEZ, “un árbol musical con muchas ramas con las que se enfrentó a todos los elogios y críticas que hablan, que le quitó muchas ramas malas y terminó sometiendo a las criticas que mueren, que pretendió siempre tumbar el árbol”.Sin lugar a dudas, ESCALONA es un animal mitológico que resiste todo bien o mal querencia que llegue.
*Escritor, Periodista, Compositor y Gestor Cultural para que el Vallenato y La Cumbia tengan una categoría dentro de los Premios Grammy Latinos.

