En un estudio comparativo de la red de ciudades “Cómo vamos” sobre la percepción ciudadana en 9 ciudades colombianas, publicado en marzo de 2012, a la pregunta, ¿Qué tan orgulloso se siente de su ciudad?, el mayor índice de aprobación lo arrojó Medellín con el 88%, seguido de Pereira (83%), Barranquilla (79%) e Ibagué (76%). Valledupar, ocupó el quinto lugar con el 74%.
Lo del orgullo paisa, resulta comprensible, porque los antioqueños siempre han sido orgullosos de su raza, de su industria, de su metro, de sus flores, de sus universidades, del empuje y emprendimiento de su gente. Pero… que las otras ciudades mencionadas nos superen en ese indicador de calidad de vida, significa que algo no anda bien en la ciudad donde Gustavo Gutiérrez canta cuando sale el sol. La “Sorpresa Caribe” que orgullosamente presentábamos al país como ejemplo de fluida movilidad, de agua limpia y potable, arborización, educación, seguridad y con un fuerte sector agropecuariogenerador de empleo digno yproductor de “tanta yuca harina que se come en la provincia”, de “tanta carne gorda de novillo empotrerao”, como decía el maestro Escalona;la ciudad emisora, receptora y multiplicadora del género musical y literario más auténtico de Colombia;la cuna de Tobías Enrique Pumarejo, José Francisco Socarrás, Leonardo Maya Brugés, Rafael Carrillo Lúquez, Ciro Pupo Martínez, Raúl Valle Oñate, y tantos otros eruditos en sus respectivas disciplinas, se debate de tiempo atrás en un deterioro creciente de la calidad de vida, por la pérdida de la brújula en una serie de administraciones que no supieron darle continuidad a los esfuerzos planificadores que burgomaestres, como Jorge Dangond Daza, Rodolfo Campo Soto o el mismo Elías Ochoa Daza, en su primer período, hicieron para forjar una ciudad limpia, risueña y acogedora a la que nos atrevimos a conferirle el título del mejor vividero del mundo. Hoy la situación es diametralmente opuesta. Hace unos días vivimos una emergencia sanitaria producida por la turbiedad y la contaminación del agua. Por primera vez muchos hogares se vieron abocados a vaciar literalmente de los almacenes de cadena las bolsas de agua de 5 litros que venden a más de dos mil pesos. Y decirle a un vallenato que el agua que llega a sus plumas ya no se puede tomar sin hervirla, me imagino que es como insinuarle a un Sanjacintero que sus hamacas hay que reforzarlas porque en el primer remezón se despretinan. El tránsito vehicular es un caos. Al problema del mototaxismo se une ahora el cuello de botella producido por la falta de arterias que descongestionen puntos neurálgicos de la ciudad. Se autorizó la construcción de un centro comercial al lado de Guatapurí Plaza cuyo fuerte son los materiales de acabados para la construcción y es muy fácil prever el incremento vehicular en esa zona, sobretodo el de camiones y tractomulas. Si en la actualidad en las horas pico, la vía que conduce a la Pedregosa se congestiona de taxis, carros particulares y motociclistas, ¿se imagina el lector los trancones que se formarán después de Septiembre cuando se inaugure el nuevo centro comercial?
¿Qué ha pasado con el proyecto de pavimentación de la calle que conecta a la glorieta de las piloneras con la vía a la Pedregosa y su continuación hasta empalmar con la avenida circunvalar?. Algo parecido sucede con otros polos de desarrollo como las vías adyacentes al nuevo Centro Comercial de los Mayales y la vía que conduce al colegio de Comfacesar y al conjunto de urbanizaciones que en el sector se han construido en los últimos tiempos. De ese panorama, es fácil colegir que si no se actúa con prontitud, los índices de movilidad en Valledupar seguirán su ritmo descendente hasta llegar a límites insoportables. Indudable que el alcalde Fredys Socarrás Reales, conoce al dedillo esta situación y confiamos en que no será inferior al reto de encarrilar a la ciudad por los senderos del desarrollo planificado y sostenible. Es la única forma para que renazca lo que nunca debimos perder: el orgullo de bañarnos en las aguas del rey del valleyde ver en el día cómo “las lavanderas lo besan” y en la noche cómo “la luna lo abraza”.
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Orgullo vallenato, de capa caída

