Retrato del director de cine Ciro Guerra durante el rodaje de ‘El abrazo de la serpiente’, en la selva del Putumayo. Foto: Liliana Merizalde
La historia del viaje de dos expedicionarios extranjeros que recorren el Amazonas en diversas épocas al encuentro del chamán Karamakate es narrada en la cinta El abrazo de la serpiente.
La película, dirigida por el cineasta de Río de Oro (Cesar) Ciro Guerra, obtuvo el pasado viernes 22 de mayo el premio Art Cinema Award a Mejor Película de la Quincena de Realizadores del Festival de Cine de Cannes en Francia.
Recién llegado de este evento, el director habló con este medio, vía telefónica, sobre su experiencia en FestiCannes y su próximo proyecto, que será rodado en La Guajira.
¿Cómo ha sido su regreso de Cannes después de obtener este galardón que estimula la distribución de su película en una red de 3.000 salas asociadas en el mundo?
Llegamos muy cansados, pero muy emocionados de haber podido traerle este premio a Colombia. Estamos muy contentos y queremos seguir con la promoción de la película para que la sigan viendo en todas las salas del país y en el mundo.
Los actores indígenas Antonio Bolívar –Tafillama– y Nilbio Torres lo acompañaron a Cannes. ¿Cómo vivieron esta experiencia?
Ellos fueron la sensación en la alfombra roja, donde estuvieron como invitados especiales. Todos los fotógrafos les gritaban para tomarles fotos. Después de la exhibición de la película fue tremenda recepción la que tuvieron y la gente los paraba en la calle para tomarse selfis, pero ellos son gente muy aterrizada, con los pies en la tierra y madura. Todo lo veían con mucha ironía como parte de una gran comedia de la que eran parte y se divertían.
La película está basada en los diarios de los expedicionarios Theodor Koch-Grunberg y Richard Evan Schultes. ¿Cómo fue el proceso de investigación de esta historia?
Yo no conocía nada del Amazonas, pero gracias a un amigo antropólogo he trabajado en varios proyectos. Por un lado fue ir y visitar varias comunidades con las que he tenido una relación de amistad y él me recomendó leer los textos de Theodor Koch-Grunberg y otros antropólogos, pero los de Grunberg eran muy interesantes y comencé a leerlos, lo que fue para mí un buen punto de entrada. Me sentí muy identificado con aquellos exploradores que salían dejando todo su mundo atrás, sus familias, lo que conocían y se sumergían 3 o 4 años en una selva que era inexplorada y desconocida. Yo llegué al Amazonas en esa posición y me encontré con estas historias fascinantes que quería contar desde el punto de vista indígena y que no se había contado. Fueron un total de cinco años. Tres años y medio de investigación, 7 semanas de preproducción y 7 semanas de rodaje. En esos cinco años pude ir a varios lugares de la Amazonía que están mucho más lejos de los que salen en la película y conocer comunidades que están prácticamente aisladas de todo.
¿Qué nos hace falta por conocer del Amazonas después de la devastación que dejó el caucho y que usted cuenta en su película?
Todavía queda mucho. Se perdieron muchas culturas, muchas comunidades, muchos idiomas, pero los que hoy en día existen siguen resistiendo y siguen luchando por mantener su cultura, sus tradiciones. Siempre hay una amenaza, antes fue la quina, luego fue el caucho, después fue la coca y el narcotráfico y hoy es la minería. La principal tragedia es que todavía no le hemos dado valor al conocimiento tradicional. Los jóvenes indígenas no quieren aprenderlo y desean ser occidentales, y los abuelos se sienten solos y abandonados. No podemos seguir viendo al Amazonas como un lugar para sacar cosas sino para comenzar a aprender de ese conocimiento tradicional.
¿Cambió algo en usted después de filmar esta historia?
Yo lo que siento después del proceso es como una gran liviandad. Me quité mucho peso que tenía. Fue un proceso de aprendizaje que es muy difícil traducirlo en palabras. La verdad es que ninguno de los que participamos en el proceso de la película vamos a ser los mismos después.
¿Por qué decidió rodar esta cinta en blanco y negro?
La película está inspirada en las imágenes de los exploradores, y esas fotos fueron tomadas con una cámara fotográfica que producía casi daguerrotipos. Quería generar imágenes que hablaran de un mundo del pasado, de un mundo prohibido y quería quitarle todo el exotismo y exuberancia del paisaje.
¿Cómo es su relación con su tierra natal, Río de Oro, Cesar?
Yo siempre he sido un hombre del Caribe. Me gusta mucho la multiculturalidad del Caribe y su conocimiento tradicional, que es otro tipo de conocimiento muy rico. Me gusta ser del Caribe porque es una gran olla en la que se han mezclado muchas culturas. Me siento profundamente caribeño y me identifico con la forma de ser caribe, aunque hay muchas formas de serlo. En mi próxima película volvemos a la región. Vamos a filmar en La Guajira la cinta Pájaros de verano, dentro de un año, y espero poder seguir filmando en esta región, aunque también ir a otras. Quiero volver al Caribe porque tiene mucho que contar.
