De su origen y transformación
Por Donaldo Mendoza
En la segunda entrega vimos tres aspectos en la transformación de la música: el pentagrama, el canto gregoriano (célula básica de la futura música de Occidente), y la presencia (o ausencia) de la música en otras geografías. En este tercer capítulo nos ocuparemos de dos tópicos fundamentales en el arte de la música: el compositor y los instrumentos.
Pues bien, atravesado que fuera el umbral del año mil, surge en Occidente, por fuerza de la necesidad, una nueva y vital entidad, de signo laico: el «compositor». Bajo tres identidades: trovadores, juglares y goliardos. El trovador, es la persona que hace de la creación musical un medio de comunicación, y establece un vínculo espiritual con las comunidades. Cuando aparece por las aldeas, pueblos y burgos va acompañado de una mandolina o un laúd. Los temas cantados ya no son divinidades ni caballeros de una sola pieza; ahora, como heraldo de la voz del pueblo, sus héroes son más tangibles’: Carlomagno, Roldán, el Cid… Eso sí, transportados hasta el mito y la leyenda en alas de la oralidad, por comunidades en alto grado analfabetas. “El amor cortesano, amor ideal, amor imposible”, son otros de los temas tratados.
El juglar aparece en esta obra como un agente de segundo orden, de menor rango que el trovador. Pero, asimismo, depositario y transmisor de un caudal de cultura “pagana y semipopular”. Tiene otras virtudes –no atribuibles al trovador–, que al parecer reflejan conocimiento o alguna formación en el arte dramático. En efecto, “el juglar, con sus dotes de bufón y cómico, es además un hábil improvisador musical”. Llama la atención que la tradición del canto vallenato le da más crédito al juglar que al trovador; la canción La gota fría, por ejemplo, parece venir de esa vena cómica, por su picardía y su tono de improvisación. “Con el juglar, la función musical adquiere una nueva dimensión: la de agradar y divertir”.
Del tercer agente, los goliardos, es poco lo que se dice, quizá por el origen: “…religiosos que habían colgado los hábitos y vagaban por el mundo llevando una vida licenciosa. …independizaron la música de sus funciones litúrgicas…”. Vamos, entonces, al siguiente tópico: los instrumentos.
Los instrumentos no son solo las ‘herramientas’ que complementan la melodía, el cuerpo mismo del intérprete se ‘instrumentaliza’ cuando canta: la voz (entonación, modulación…), las manos, el movimiento rítmico de las extremidades, las palmas… Tanto, que es preciso incluirlo en la definición del concepto instrumento: todo cuerpo o materia capaz de producir sonidos. Y sobre el uso de instrumentos sonoros, remontémonos hasta los más lejanos confines de la vida humana, y aparece el arco musical, integrado a la cotidianidad de las comunidades primitivas.
Y hablando de ‘integración’, veamos la filiación entre el arte musical y el arte literario. En efecto, en la famosa obra «Libro del buen Amor», su autor, el Arcipreste «de Hita (España, 1283-1350), menciona un variopinto conjunto de instrumentos que se usaban por aquellos años; y un buen cierre de esta página: panderos, zamponna, alboques, caramillo, citola, tambores, guitarra morisca, corpudo laúd, guitarra latina, vihuela, arpa, rabe morisco, etc. “Y estamos hoy frente a una nueva e inagotable fuente de recursos sonoros que han cristalizado en la denominada música «electrónica»”.
LA MÚSICA (II)
LA MÚSICA (I)
♦♦♦

BLOG DEL AUTOR: *Donaldo Mendoza
