Por Donaldo Mendoza*
A principios del sesenta del siglo pasado, cursaba yo el primero de primaria en una escuelita de Codazzi; la maestra, Emérita Cruzco, nos hizo leer en la cartilla «La alegría de leer» la fábula de La Fontaine “El lobo y el perro flaco”. Recuerdo la curiosidad y quizá un principio de sentido crítico del que aún no era consciente: ¿cómo era posible que el perro flaco, con apariencia de vagabundo, no envidiara la vida regalada, aunque amarrada, del lobo? Más adelante comprendería que la libertad es uno de los valores fundamentales e inajenables del ser humano.
La segunda experiencia que marcó mi vida, cuando terminaba el bachillerato, fue la lectura de «La búsqueda de lo absoluto», de Honorato de Balzac, en los dos tomitos (17 y 18) de Colcultura. De esta novela, me sorprendió mucho que un hombre (Baltashar Claës), esposo y padre, pudiera dilapidar impunemente la fortuna de la familia en la búsqueda de un ideal (la piedra filosofal), que solo tenía cuerpo en su alquímica imaginación.
Los dos autores, La Fontaine y Balzac, tienen en común que son franceses. Pues bien, en la segunda semana del pasado mes de julio mi hija nos sorprendió con pasajes para viajar a Colonia (Alemania), en donde vive y trabaja (nuestra gratitud a Enrico Piras, esposo de Natalia, que sabía cómo conducirnos a cada destino). El paseo incluía una estadía de cuatro días en París, con un objetivo central: “Llevar a papá al cementerio Père-Lachaise”. Es el viejo camposanto donde reposan los restos de La Fontaine, Honoré de Balzac y otros célebres durmientes.
La experiencia me animó a actualizar la memoria con información sobre la vida y obra de estos personajes. Volví a las palabras de Víctor Hugo como orador en el funeral de Honoré de Balzac, el 18 de agosto de 1850, a la edad de 51 años. Destacaba Hugo el talento de Balzac para crear personajes memorables, retratando en ellos la sociedad de su tiempo (y de todos los tiempos). Balzac, escritor y pensador, cuyo genio literario y su influencia aún perduran. Un clásico que seguramente el lector recordará en obras como Papá Goriot y Eugenia Grandet, en donde es notable “la capacidad de Balzac para explorar la condición humana, con sus luces y sombras, grandezas y miserias”. «La Comedia Humana», así llamó Balzac su ambicioso proyecto narrativo, que a la edad de 48 años alcanzaba casi las cien novelas, la mayoría de ellas obras maestras.
Jean de La Fontaine (1621-1695). Este escritor cultivó varios géneros, pero las que lo hicieron célebre fueron sus fábulas. Innovó este género, a fin de que los personajes, representados por animales, adquirieran en el verso o la prosa un espíritu enfáticamente humano, con un componente psicológico que los griegos Esopo y Fedro no conocieron. Con esa esencia, La Fontaine nos ilustra sobre la moral racionalista, pesimista a veces, pero reveladora de secretos inconfesables de la nobleza francesa en el siglo XV. Asimismo, satiriza la vanidad y la envidia, como pondera la amistad y el sentido humanitario. Entre las innumerables fábulas de La Fontaine, mencionemos también: El león y el ratón, El cuervo y la zorra, La zorra y la cigüeña…
Otros escritores y artistas célebres visitados en el Père-Lachaise: Molière (Jean-Baptiste Poquelin) (1622-1673), Óscar Wilde (1854-1900), Marcel Proust (1871-1922); músicos y compositores: Frédéric François Chopin (1810-1849), Georges Bizet (1838-1875), Jim Morrison (1943-1971) …
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