Por Donaldo Mendoza*
El mundo se detiene cuando Emilio Piras, mi nieto de dos años, se instala en su sillón a ver el único programa de televisión que le está permitido ver. Esto sucede en Colonia (Alemania), y es el más exitoso programa de dibujos animados de la televisión alemana. No fue mucho el esfuerzo que debí hacer para entender la expresión facial de Emilio, como en estado de levitación, pues yo mismo quedé en modo de encantamiento.
Este programa está basado en segmentos, o filmes cortos, con el sabio propósito de divertir y enseñar (‘aprender haciendo’). Los temas son variados y en todos hay alguna explicación sobre el funcionamiento de un objeto de uso doméstico o comunitario. Explicación que muta en solución de problemas, violando incluso la ley natural, que con mágico artificio el animado personaje hace verosímil en la mente infantil.
Hay un personaje central, el ratón, que suele estar acompañado de un elefante o de un pato…; con una peculiar característica: el ratón es gigantón y el elefante enano. Imposible no hacer la relación con Tom y Jerry, dada la intencionalidad de la serie alemana, que me parece mejor lograda. En efecto, mientras en la serie de Metro-Goldwyn-Mayer el gato tiene la estatura de su torpeza y el ratón el tamaño de su astucia; en el seriado alemán, el enorme ratón y el minúsculo elefante representan una forma sutil de eliminar barreras estigmatizantes. Y se complementa con la virtud de trabajar siempre en equipo para la solución de problemas. Hay un cuarto personaje, el conejo, que lleva al escenario el condimento picaresco.
Observé también que esta serie la fueron desarrollando en el propósito de hacerla más universal, con una buena razón: ninguno de los personajes habla; esta supuesta carencia es sustituida por efectos de sonidos, únicos e identificativos, que dan a cada personaje su propia voz. Con análogos efectos se genera también la banda sonora. Asimismo, la serie fue concebida con unas pausas de relajación entre segmento y segmento, que dejan la opción de apagar o de seguir.
La producción de estos dibujos animados tiene su sede en Colonia, no muy lejos de la famosa catedral. Por los días en que estuvimos allá sucedió un hecho deplorable: al lado del edificio de la programadora, en una plazoleta, hay una estatua gigante de Maus, hecha en material resistente; pues a algún desadaptado noctámbulo le dio por prenderle fuego; no la averió, pero sí quedó algo afectada. Y aquí surge un hecho prodigioso e insospechado: con luminosa ternura niños y niñas, acompañados de sus padres, iban llegando con curitas y gasas para cubrir las heridas de su héroe. (Me informan que, “el Maus fue recientemente restaurado y vuelto a su lugar original, donde es visitado por niños y nostálgicos adultos de toda Alemania”).
Para los interesados en la serie, les sugiero poner en la barra de búsqueda de Youtube las palabras –en alemán– MausSpots WDR. (Agradecimientos a Enrico Piras, quien me sugirió escribir este artículo).
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