Por Donaldo Mendoza*
Todo lo que un hombre pueda imaginar,
otros podrán hacerlo, por extraordinario
que pueda ser. –Julio VERNE.
En 1974, un joven periodista de El Tiempo, Luis Dueñas Gallo, reunió en un pequeño volumen de Colcultura (Colección popular, No. 136 / 168 P.) una selección de textos que, como él mismo los llamó, hacen parte de «La otra realidad». Lo extraordinario de esta obra es que parece publicada no más ayer, dado que sus inquietudes, preguntas y misterios siguen vigentes. Si la intención del autor era “despertar inquietudes y alimentar la imaginación”, a fe que lo ha logrado… La fe sigue pasando como una herencia y Dios está ahí; lo mismo sucede con los mitos, se siguen creando, porque son una necesidad psicológica.
El racionalista Ernest Renán decía: «Los milagros existen donde hay disposición para creer en ellos». Asimismo, hay personas que se ocupan, con fe profana, de la parasicología, la clarividencia, la premonición, la telepatía… Y no es temerario decir que allí reposan algunos de los grandes descubrimientos, que “se han logrado gracias a las descabelladas ideas de algunos cuya genialidad y visión de futuro solo ha sido reconocido después”.
Para los tardíos en reconocer, o para quienes creen que por absurdo e irracional que sea una idea su realización es posible, para unos y otros está concebida esta obra. Por ejemplo, mucho se ha dicho y escrito sobre un continente desaparecido hace miles de años, la Atlántida. Asimismo, exploradores optimistas han atado cabos a fin de ‘demostrar’ que tal continente existió. Se nos habla de antiguos y grandes imperios en lo que hoy es América, que “fueron colonias de una super-cultura en algún lugar del Océano Atlántico. Un lugar con adelantos tecnológicos…, poblados por hombres barbudos, blancos, que poseían objetos voladores, grandes embarcaciones, comunicaciones a distancia…, fuentes de energía que permitían mover grandes bloques de piedra con facilidad increíble”.
Hoy, cuando la expectativa de vida ronda los 100 años (en el siglo XIX el promedio era de 45 a 50 años y en 1974 entre 70 y 80), la idea de ‘inmortalidad’ ya no admite el veto de ‘descabellado’, en efecto: “El hombre no morirá. La vida humana no solo podrá prolongarse, sino que en cada individuo se mantendrá la edad que desee. Se elegirá la edad de 30 años por estar considerada como la más productiva. Existirá un banco de órganos donde se reemplazará cualquier miembro”. Lo que hace cincuenta años aún se veía como ciencia ficción, hoy es una realidad en marcha: “…los robots reemplazarán la razón humana en todos los sitios donde existan riesgos o lo que implique una considerable pérdida de tiempo”.
Ante tantos ‘aciertos’, sí quisiéramos que el pronóstico sobre una tercera guerra mundial fuera la excepción a la regla. Aunque con tantos conflictos activos, y unos cuantos locos sueltos (Trump, Putin, Netanyahu…), el optimismo palidece: “Los cálculos más optimistas no creen en una tercera guerra, pero estos no suman un 25% entre los entendidos. El resto, un 75% de expertos en cuestiones de armamento y experimentos nucleares, sienten la proximidad de la guerra cada día que pasa…”. ¿Acaso esa vida eterna que las religiones nos tienen prometida, será nuestra única esperanza?
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