PACHO GALÁN Y SU ORQUESTA 

Por: Alejandro Gutiérrez De Piñeres y Grimaldi

Francisco «Pacho» Galán (Soledad, Atlántico, Colombia, 3 de octubre de 1904; Barranquilla, Colombia, 21 de julio de 1988). Músico y compositor colombiano, creador del merecumbé.

Además del merecumbé creó más de 10 ritmos bailables de los cuales trascendieron en menor grado: el chiquichá (Camino culebrero, Al mar, etc.); el bambugay, mezcla de bambuco y gaita del cual hizo un solo número con ese mismo título; Mecemece (El mecenlece, El vaivén, Linda Noche); el tuki tuki (El tuki tuki candeloso, Alegrías del Carnaval). Hizo también otros ritmos de menor importancia denominadas Caminaito y Ritmo Pa. Compuso en todas las modalidades, desde boleros hasta pasillo, pasando por valses y torbellinos y creó también una buena cantidad de porros tan famosos como: El brazalete (La butifarra de Pacho), El collar rosado, Marquitos Vanegas, Mario Jimeno y Barranquilla.

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Orquestas y Cantantes Latinoamericanoscon sus éxitos tropicales han triunfado

Por: Alejandro Gutiérrez De Piñeres y Grimaldi

La música latinoamericana, a la cual se le conoce también como ‘latina’, ha sido todo un fenómeno, dentro de su entorno geográfico, económico, cultural y social, lo cual ha permitido que sus grandes exponentes, hayan trascendido su ámbito territorial, expandiendo su influencia por muchos rincones de la tierra, pues en ella confluye unamezcla enriquecedora de elementos étnicos de origen africano, indígenas y clásicos de orígen europeo. Toda una gama de ritmos alegres, festivos y hasta jocosos, constituyen esa sumatoria tan variada, que ha roto fronteras y pulula por doquier.

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AFORISMOS: BREVEDADES INCONMENSURABLES

«El aforismo no es breve, es inconmensurable. Esta aparente paradoja supone que un aforismo no se puede medir por sus pocas palabras, sino por el alcance y la capacidad de formulación que posee para abrir significaciones».

POR: Manu de Ordoñana, Ane Mayoz y Ana MerinoDonostia – San Sebastián
España

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CUERDAS Y ACORDEONES DEL CARIBE COLOMBIANO

Por: Alejandro Gutiérrez De Piñeres y Grimaldi

Hablar de la ‘REGIÓN CARIBE COLOMBIANA’, es referirnos a una extensa franja del territorio nacional, que se ubica en la parte norte del país, desde la alta Guajira hasta el Golfo de Urabá, e incluyendo también al Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

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Acordeoneros que ya partieron,pero dejaron un gran legado

Por: Alejandro Gutiérrez De Piñeres y Grimaldi

En esta ocasión, voy a referirme a aquellos músicos, que en tiempos pasados brillaron con luz propia, porque, sus venas estaban impregnadas de notas y sonidos ancestrales, de las cuales se nutrieron para transportarlas dentro un instrumento maravilloso llegado de tierras lejanas, denominado ACORDEÓN.

Múltiples historias han surgido, acerca del tiempo y la forma como se produjo la llegada del Acordeón a la región caribe colombiana, e igualmente cómo fueron apareciendo por doquiera, varones sin ningún conocimiento ni nadie que les enseñara, a extractar melodías para acompañar canciones por ellos creadas, haciendo reminiscencias y evocaciones, de historias reales de su cotidianidad, con palabras sencillas donde se plasmaban noticias, amores, recuerdos y, en fin, todo un mundo mágico de anécdotas, que se matizaban al calor de una parranda.

Vamos a tratar de hacer un ligero recuento de algunos Acordeoneros, que hace un buen rato partieron a la eternidad, pero que de un modo empírico se formaron musicalmente, pero cada cual fue creando su propio estilo, tanto para ejecutar el Acordeón, como para cantar sus canciones o las de otros autores.

A continuación escucharemos, notables Acordeoneros del siglo anterior, que brillaron con luz propia y, hoy son ejemplo digno de admiración, sin matricularlos en tendencia o ‘escuela’ alguna, que se han inventado en el día de hoy.

1. NICOLÁS ELÍAS MENDOZA DAZA

Nicolás Elías Mendoza Daza, más conocido como “Colacho” Mendoza, nació en Sabanas de Manuela (Guajira). Hijo de Andrés Mendoza y Juana Daza, fueron sus padres los que siempre lo motivaron para que se dejara tentar por la música y él aceptó la invitación. Aprendió a tocar por instinto. Desde niño se ilusionó con el acordeón y demostró que tenía talento cuando en 1969 se coronó como el segundo Rey Vallenato.

Sus amigos siempre lo calificaron como un hombre sencillo y de corazón noble, que tenía el ceño fruncido pero que era dueño de una alegría contagiosa. No era un gran conversador, al contrario, su familia decía que era un hombre de pocas palabras, las necesarias para comunicar sus deseos. Y es que la música fue para él su medio de expresión por excelencia.

A lo largo de sus 67 años, trasegó por los terrenos más tradicionales, llegando a coronarse como el segundo Rey Vallenato de la historia en 1969, y primer Rey de Reyes, en 1987. Y de la tradición pudo pasar fácilmente a los terrenos comerciales, llegando a alcanzar fama internacional como acompañante de Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Diomedes Díaz, Silvio Brito e Ivo Díaz, entre otros.

LA MONA DEL CAÑAGUATE

2. JULIO ENRIQUE DE LA OSSA DOMÍNGUEZ

Conocido como el Pequeño Gigante, nació el 20 de julio de 1936 en Chochó (Sucre); se coronó Rey Vallenato el 30 de abril de 1975, siendo sus adversarios Ovidio Granados, Cesar Castro y Beto Rada. Hizo parte de la famosa agrupación Los Corraleros de Majagual. Comenzó su vida musical a los 17 años en la Banda Juvenil de Chochó como maraquero, destacándose por hacer malabares con las maracas. En la década de los 50 compró una armónica, con la cual aprendió a tocar magistralmente.

A finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, Julio de la Ossa entra en contacto con Calixto Ochoa quien para la época era ya un reconocido cantautor de música de acordeón y maestro en el arreglo de acordeones. Julio de la Ossa lleva su primer acordeón a arreglar donde Calixto y conoce los acordeones que éste tenía causándole una grata impresión.

Fue un artista integral. Ejecutaba con maestría y versatilidad los aires musicales tradicionales de la música de acordeón de las subregiones culturales vallenata y sabanera del Caribe colombiano. Esto le llevó a ser coronado como Rey Vallenato en la octavo Edición del Festival de la Leyenda Vallenata (Valledupar, 1975), Rey Sabanero en la decimotercera edición del Festival Sabanero del Acordeón (Sincelejo, Sucre,1990) y Rey de acordeoneros en el Festival de la Leyenda del Hombre Caimán (Plato, Magdalena). Su talento le permitió también ser un eximio compositor. Su creatividad e inspiración le llegaba repentinamente, asociado a hechos ocurridos en el trasegar de su vida artística de un pueblo a otro o en su vida cotidiana y familiar.

LA MARGENTINA

3. CALIXTO ANTONIO OCHOA CAMPO

Nació en la población de Valencia de Jesús (Cesar), el 14 de agosto de 1934. Sus inicios musicales se remontan a su niñez cuando se escapaba de la casa y se iba a las parrandas que se hacían en las fincas del Cesar, donde sus hermanos mayores, buenos acordeoneros, tocaban hasta el amanecer. Según sus propias palabras, le cogía a escondidas el acordeón a sus hermanos Juan y Rafael Ochoa y así aprendió el manejo de este instrumento de origen alemán.

Llegó a Sincelejo en 1956 donde realizó su primera grabación, que tuvo muy buena acogida y le abrió las puertas a las grandes disqueras del país. Tenía 21 años cuando grabó su primer disco titulado El lirio rojo. Esta canción, que tuvo muy buena acogida en toda la Costa, le abrió las puertas de las grandes casas disqueras del país.

Se coronó Rey vallenato en el III Festival de la Leyenda Vallenata, que se llevó a cabo en 1970, en reñida competencia con personajes de la talla de Náfer Durán y Emiliano Zuleta Díaz. En 1961 fue fundador de la famosa agrupación Los Corraleros de Majagual, junto con Alfredo Gutiérrez, Eliseo Herrera, César Castro y Lucho Pérez.

MATA E´CAÑA

4. ANDRÉS GREGORIO GUERRA LANDERO

Andrés Gregorio Guerra Landero o sencillamente Andrés Landero, cantante, compositor y productor colombiano. Nació el 4 de febrero de 1932 en San Jacinto (Bolívar) y falleció el 1° de marzo del año 2000 en Cartagena de Indias. El Rey De La Cumbia, como fue bautizado por los mexicanos antes que los colombianos, revolucionó este género musical. Tuvo la genial idea de sustituir la gaita indígena, por un instrumento más conocido. De mayor potencialidad sonora. Con el acordeón empezó a tocar la música tradicional de San Jacinto.

Andrés Landero fue hijo de Rosalba Landero, de quien tomó el apellido para su nombre artístico. Su padre, Andrés Guerra, fue un experimentado ejecutante de la gaita colombiana. Ese instrumento de viento, con ciertas similitudes a una flauta de madera, es autóctono del Caribe colombiano. Su abuelo se destacó como tamborero. En ese entorno musical aprendió a desarrollar su vocación artística, en la cual sobresalió como compositor.

Con enorme éxito, sustituyó la gaita colombiana, de origen indígena, por el acordeón. Con este instrumento, en el que era todo un maestro, logró el estilo llamado acordeón sabanero. Es una manera más sentimental de tocar, distinto del ritmo del acordeón de la provincia. Desde entonces, la cumbia cobró otra dimensión.

LA MUERTE DE EDUARDO LORA

5. LUIS ENRIQUE MARTÍNEZ ARGOTE

Luis Enrique Martínez Argote nació el 24 de febrero de 1922 en el corregimiento El Hatico, jurisdicción de Fonseca (Guajira), y murió el 25 de marzo de 1995.

Desde pequeño se interesó por la música, gracias al ejemplo que le dio su padre, el también acordeonero Santander Martínez, quien conformó un conjunto aficionado en el que Luis Enrique muy joven empezó tocando el redoblante y las maracas. El intercambio de saberes y la oralidad que tanto reinan en la costa Caribe colombiana fueron dos componentes fundamentales para el nacimiento de uno de los grandes de la música vallenata, como lo fue Luis Enrique Martínez, el ‘Pollo’ Vallenato.

Para muchos Luis Enrique Martínez fue el papá de los acordeoneros. Además de innovar con la introducción de los bajos en la música vallenata, dejó escuela con sus estructuras, estilo y manera de componer. En sus viajes se encontraba con otros acordeoneros con los que hacía intercambio de saberes, al hacer sus propias conclusiones y agregarle creatividad organizó lo que se llamó la estructura para interpretar el acordeón.

Fue uno de los grandes pioneros de la música vallenata, creó la ruta para interpretar una canción haciendo la melodía en la introducción, adornos, giros para dar entrada a la letra, el acompañamiento armónico cuando el cantante estaba interpretando la melodía y letra de la canción, él acompañaba con los bajos, adornos o conectores melódicos. Lo mismo en el intermedio. Organizó las rutinas, la digitación, la sabrosura, el remate, el contrarremate, la entrada a la segunda estrofa y la final.

CUMBIA CIENAGUERA

6. ABEL ANTONIO VILLA VILLA

El maestro Abel Antonio Villa, nació en el corregimiento de Piedra de Moler, jurisdicción del municipio de Tenerife, Magdalena, el 1 de Octubre de 1924, en el hogar de Antonio Villa Salas y María del Tránsito Villa Barrios, es considerado como el ‘Padre del Acordeón’, porque fue él quien lo llevó por primera vez a la pasta sonora en 1943.

De esa primera producción realizada para una disquera de Barranquilla, se hizo popular su obra, ‘La muerte de Abel Antonio’, la cual nació de un suceso que ocurrido en Pivijay, luego de prestar el servicio militar obligatorio, en el que por la muerte de un homónimo suyo, fue declarado muerto y velado de cuerpo ausente. Se inició en la música desde los 9 años. Su carrera artística dejó más de 500 composiciones y 22 discos. Fue tal la importancia del maestro, que fue nombrado Rey Vitalicio del Festival de la Leyenda Vallenata y condecorado por el Congreso de la República en 1997.

AMALIA VERGARA

7. GILBERTO ALEJANDRO DURÁN DÍAZ

Gilberto Alejandro Durán Díaz nació en El Paso (Cesar) el 9 de febrero de 1919. Cuando tenía 23 años, empezó a trabajar como ayudante de vaquería en fincas del departamento del Magdalena. Allí Alejo descubre en la voz de los vaqueros, el tono y los temas de las canciones rústicas tan ajenos a lo que conocía, dejándolo cautivado.
En 1943, a los 26 años, saca el viejo acordeón de su tío Octavio de un baúl en donde empieza a tocarlo y hacerlo sonar de acuerdo con su tono de voz grave, ronca y parecida a la de su madre cuando cantaba tamboras en diciembre. Aprendió a tocar caja y guacharaca y el acordeón, cuando ya era mayor. Adquirió el apodo de «El Rey Negro del Acordeón» por parte de sus admiradores.

Durán fue quien extrajo al acordeón las notas más sonoras y fuertes, acompañando con el titubeo de su cabeza que llevaba siempre embutida en un sombrero sabanero. Su monótona melodía, su estilo pausado, el modo de interpretar, las entonaciones que salían de una sola hilera del acordeón, se parecían a los primeros juglares que se dieron a la tarea de descubrir los secretos escondidos de los instrumentos. Su fama empezaba y por ese entonces en El Paso ya se hablaba de él, porque sus discos llegaban a la orilla del río.

El primer rey vallenato de la historia fue parte de una generación de músicos que hizo el tránsito de la crónica silvestre cantada de pueblo en pueblo, a las primeras grabaciones discográficas. En los años 50 era de los que grababan acetato por acetato, con un solo micrófono y de a uno por vez. Era de los que salía a los pueblos con su acordeón y 20 copias de una canción para venderla entre la gente. Su estilo lo marcó el sentimiento, no la rapidez en la digitación. Lo tuvo claro desde el principio, cuando en sus 20 se abrazó al acordeón que a la postre lo alejó de las labores de vaquería en su tierra natal.

Alejo Durán, el que firmaba sus canciones con expresiones con el inconfundible “Apa, oa, sabroso”, murió en la clínica Unión de Montería, a las 8.55 a.m. del 15 de noviembre de 1989. Su despedida multitudinaria. el público prefirió llevarlo en hombros. Tal como lo pedía en su canción, detrás del féretro iban su pedazo de acordeón -y la corona de rey de reyes del pueblo.

PEDAZO DE ACORDEÓN

8. JUAN POLO CERVANTES

Nacido en el Corregimiento de Concordia, Cerro de San Antonio (Magdalena), el 18 de septiembre de 1918, y fallecido en Fundación, Magdalena, el 22 de julio de 1978, a sus 24 años decidió adoptar el apellido Valencia en homenaje a su poeta favorito, el payanés Guillermo Valencia. Al igual que ocurrió con muchos colegas de su generación, su maestro de Acordeón fue Francisco “Pacho” Rada.

A Juancho Polo se le recuerda como un campesino trashumante, dedicado a cantar y a parrandear, siempre calzado de abarcas y luciendo su sombrero vueltiao, dicen que echado hacia un lado para ocultar que le faltaba media oreja. Su obra siempre causó (y causa) opiniones encontradas y despertó un abanico de sensaciones. Hay quienes todavía se preguntan qué quiso decir cuando habló de “este mundo historial” en su canción “Lucero espiritual”, o qué exactamente significa eso de enamorar a alguien “con tanta democracia”.

De la misma manera, nadie jamás podrá poner en tela de juicio el arresto de inspiración con la que logró muchos de sus versos. Entre esos, las bien recordadas y tristes cuartetas de “Alicia adorada” al decir: “Donde to’ el mundo me quiere / Alicia murió solita…/ Donde quiera que uno muere, ay hombe, / to’as las tierras son benditas”.

LUCERO ESPIRITUAL

9. FRANCISCO RADA BATISTA

Francisco Rada Batista (“Pacho” Rada), nació en la finca Los Veranillos, cerca de Plato (Magdalena), el 11 de mayo de 1907, en el hogar formado por Alberto Rada Ballesta, otro gran juglar de la música de acordeón, hoy conocida como Música Vallenata, y María Gregoria Batista Villarreal.

Las circunstancias en que se levantó, signadas por la pobreza y la falta de oportunidades, hicieron que creciera alejado de las aulas escolares. Analfabeta, sólo aprendió a escribir su nombre cuando tenía 80 años y el INEM de Cartagena le concedió el título de Bachiller Honoris Causa.

A la edad de 4 años, y a escondidas, Pacho Rada aprendió a tocar el acordeón, tomándolos sin permiso de cuanto músico amigo llegaba a su casa, que era de parranda y jolgorio, especialmente en el mes de noviembre, con motivo de las Fiestas de San Martín de Loba. En una ocasión, en una parranda, mientras la gente almorzaba, él agarró un acordeón y comenzó a tocar “La Chencha”, en tan buena forma, que lo dejaron seguir amenizando la fiesta y desde entonces no paró de hacerlo, tocando el acordeón casi hasta el día de su muerte.

EL TIGRE DE LA MONTAÑA

10. LORENZO MIGUEL MORALES HERRERA

Lorenzo Miguel Morales, hijo de Epimenio Herrera y Juana Morales, más conocido como Moralito, nació la mañana veranera del 19 de junio de 1914, a dos leguas de Valledupar, en Guacoche, antiguo palenque de cimarrones, tierra de alfareros del barro carmesí inigualables en el arte de hacer tinajas. Allí, entre cardonales, transcurrió su niñez escuchando décimas compuestas por su tío Félix Morales y persiguiendo turpiales guacocheros, famosos por su peculiar habilidad para memorizar y silbar las melodías más enrevesadas.

A los 12 años aprendió a tocar el acordeón y a los 17 ya era conocida su nota alegre y melodiosa influida por la escuela de Chico Bolaños, el más talentoso y conspicuo juglar vallenato del siglo XX. Su consagración como acordeonero de respeto la obtuvo cuando en parranda memorable, en la plaza Alfonso López de Valledupar, demostró que tenía requisitos suficientes como para tocar de tú a tú y aventajar a Abel Antonio Villa, a la sazón un acordeonero curtido en muchas correrías por trochas y recodos del Magdalena Grande.

Como todos los músicos de su época, Morales desde temprano entendió que el Acordeón no era una herramienta de trabajo sino de placer, de diversión. Ser acordeonero era un arte de pobres para pobres, mal visto por la entonces reticente sociedad valduparense y, sobre todo, mal remunerado.

Con el tiempo, por razones de trabajo algunas veces, otras por excusas del corazón o por motivos de cumbiambas de fiestas patronales, se convirtió en un hombre andariego. En ocasiones estaba en el Valle o en La Paz, después lo veían pasar por Patillal, algunos aseguraban haberlo oído tocar en Corral de Piedra o en Caracolí, mientras que otros lo vieron resembrando guineo en Sevilla y en Guacamayal.

MORENITA

11. JOSÉ MARÍA ‘CHEMA’ RAMOS RODRÍGUEZ

José María «Chema» Ramos, fue elegido Rey del Festival en 1977. Es el décimo de la serie de Reyes Vallenatos y el más joven de quienes habían logrado la anhelada corona. Tenía 28 años cuando logró derrotar a otros de su misma generación y categoría como Alberto Müegues y Ramón Vargas. Nació el 28 de octubre de 1948, en Urumita Guajira, y se le conoció popularmente como Chema o Chemita. Fue un hombre sencillo y humilde alejado de la mercantilización de su arte. Líder de una dinastía, alegre como su nota y rico en cualidades artísticas, José María ‘Chema’ Ramos se despidió de este mundo dejando un vacío en el folclor.

Este experimentado acordeonero que era conocido como ‘El Décimo’, no tuvo reproche de su padre José María Ramos Rojas para hacer música. “Su padre era un ejecutor de grandes cualidades que lo enseñó a tocar el acordeón, se le pegaba al pie de las largas parrandas aprendiéndole cada pase, y hasta logró conseguir que le comprara un acordeón cuando tenía 15 años, a esa edad, tuvo la responsabilidad de sembrar un estilo que rápidamente nació y creció en la región.

LA PULE

12. ALBERTO PACHECO BALMACEDA

Nació en Barranquilla el 23 de junio de 1935. Sus conocimientos musicales se iniciaron gracias al talento de su madre, quien le enseño a tocar guitarra.

En 1963 estuvo en México en un encuentro musical iberoamericano, y a su regreso conformó con Pedro García, el conjunto Los Universitarios. Grabó para sellos disqueros, como Sonolux y Orbe.

En su desarrollo musical contribuyó, el haber hecho parte del Ballet Folclórico Delia Zapata Olivella, con el que recorrió varios países del mundo, actuando como acordeonero. Perteneció durante un tiempo al Ballet de Colombia, también como acordeonero.

Como un buen batallador de las lides vallenatas, 1971 fue el año de su consagración musical. Todos los críticos daban por descontado que ganaría en el Festival de la Leyenda Vallenata al superar al favorito de este evento, Luis Enrique Martínez.

LA SIERRITA

Pocos músicos pudieron describirse a sí mismos con la gracia que lo hizo Juancho Polo Valencia en su tema “Saludo a Venezuela” al decir: «Juancho Polo Valencia / no tiene dientes ni tiene muelas, / no tuvo grado de escuela / pero al cantar es la ciencia”.

Sin lugar a dudas, la obra de Juan Manuel Polo Cervantes ha dejado honda huella en lo referente a la creación y a la ejecución del vallenato. Hombre bohemio, de voz nasal, dueño de una particular figura y autor de giros literarios silvestres y enrevesados, es imposible hacer una genealogía de la música de acordeón que no lo ponga en un sitial privilegiado.