Bogotá (PL) Asociado ahora al atuendo de labriegos y ganaderos de las sabanas, el sombrero vueltiao es patrimonio de los colombianos tanto como la música vallenata, las típicas ruanas o abrigos de lana, y la antioqueña bandeja paisa.
Probablemente nombrada así en alusión a las vueltas del tejido que lo conforman, la atractiva prenda con gran arraigo entre los campesinos de Córdoba, Sucre y Bolívar; sobresale como uno de los símbolos del país andino, elaborada de forma artesanal.
Según apuntes históricos desde la época prehispánica los aborígenes colombianos usaban el llamativo sombrero -por lo general a dos tonos- para guarecerse del inclemente sol durante las largas jornadas dedicadas al cultivo del maíz.
Fruto de la cultura Zenú, una de las etnias indígenas de la nación, el peculiar vueltiao es apreciado tanto por su valor utilitario como por sus indiscutibles atributos estéticos.
Seguidores de la tradición confeccionan esa joya de la artesanía nacional a partir de las hojas de la caña flecha, gramínea nativa de la región del río Sinú, en el municipio de Tuchín, que alcanzó celebridad por ser la cuna de ese invento.
De acuerdo con estudiosos es probable que en lejanas épocas fuera un componente ritual en la jerarquía y los credos mágico-religiosos.
Preferido también por escritores y artistas como el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, el llamativo accesorio llegó para quedarse al igual que el vallenato, fusión de expresiones oriundas del norte del país.
El ritmo bebió de las canciones de los vaqueros del Magdalena Grande, los cantos de esclavos africanos y las manifestaciones danzarias de los pueblos originarios radicados en la caribeña Sierra Nevada de Santa Marta, mayor formación montañosa litoral del planeta.
Asoman también en esas melodías elementos de la poesía española y el uso de instrumentos de origen europeo.
Declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tal modalidad está presente desde tiempos ancestrales en el área sabanera de los departamentos de Bolívar, Sucre y Córdoba, que adoptaron asimismo como suyos al legendario sombrero de vueltas.
La popularidad del vallenato, interpretado con el acordeón diatónico, la guacharaca y la caja, propició que se extendiera a todas las demarcaciones y naciones vecinas como Panamá, Venezuela, Ecuador, México y Argentina.
Con cultores contemporáneos como el laureado cantante y compositor Carlos Vives devino sustancial aporte de los músicos colombianos al pentagrama mundial.
Como la tierra a la lluvia, como el mar espera al río, así espero tu regreso a la tierra del olvido/ Como naufragan mis miedos si navego en tu mirada, como alertas mis sentidos con tu voz enamorada; reza una de las tonadas popularizadas por el cantautor.
En diciembre pasado la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) incluyó al vallenato en la Lista del Patrimonio Mundial.

Hecha por completo de lana virgen y tejida en telar, la ruana o manta del Altiplano Cundiboyacense, es otro de los íconos del territorio.
Ideal abrigo para resistir las bajas temperaturas en la región, que abarca predios de Cundinamarca y Boyacá, la manta llamada también saco de cuatro puntas es fabricada por familias campesinas de manera manual desde hace cientos de años.
El ropaje por lo general de tonalidades sobrias, está presente además en Antioquia, acompañado de alpargatas de cabuya, sombrero aguadeño (característico del eje cafetero y más sencillo que el vueltiao), machete y carriel.
Esa demarcación tiene la paternidad de la suculenta bandeja paisa, un majar conocido en ciertos sitios como bandeja montañera.
Componente esencial de la cultura culinaria oriunda del triángulo cafetero, que incluye también a Caldas, Quindío, Risaralda, parte del Valle del Cauca y Tolima, su cualidad distintiva es la abundancia, tanto en cantidad como variedad de alimentos de manera que no es posible servirla en un plato común y corriente, sino en una bandeja.
La receta tiene sus orígenes en el envuelto antioqueño, que desde mediados del siglo XIX conformaba la única alimentación de los arrieros pertenecientes a esa localidad y a las demarcaciones circundantes, un compuesto con grandes proporciones de carbohidratos.
Cuentan cultivadores del cafeto y otros lugareños que el preparado debía suplir el gasto de energía ocasionado por los prolongados viajes entre angostos pasadizos para guiar a los animales de carga.
Bautizado como plato oficial de Antioquia compite en popularidad con el ajiaco santafereño, creado por los aborígenes muiscas o chibchas quienes se nutrían con esa mezcla de caldo con maíz y papa, orgullo de la capital colombiana.

*Corresponsal de Prensa Latina en Colombia
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