Las endorfinas, también llamadas hormonas de la felicidad, son las responsables de estimular estados de bienestar y placer.
Gozar el Carnaval o un buen partido de fútbol de Junior no es lo único que hace felices a los barranquilleros. Actos sencillos y muy ligados a la cotidianidad, como el primer tinto en la mañana, están científicamente relacionados con la producción de endorfinas.
Las endorfinas producidas por el cuerpo y muy parecidas a la morfina que extraen de la amapola, son responsable de hacernos sentir bienestar y placer. (ver infografía)
En momentos de alegría y euforia, como la de un barranquillero disfrutando de la cumbia, las hormonas de la felicidad están presentes, pues permiten que desde el sistema nervioso central se genere una respuesta positiva a un estímulo externo.
Así lo explica el psicoterapeuta Robert Lawrence Friedman, en su artículo The healing power of the drum, sobre los efectos de los instrumentos de percusión en el cerebro.
El investigador explica en su estudio “cómo el sonido de los tambores ingresa al cuerpo por el canal auditivo, las vibraciones sonoras comunican a través de neurotransmisores causando que este duplique la actividad de las ondas cerebrales alfa, aumente los niveles de endorfina y reduzca drásticamente el estrés”.
La socióloga e investigadora cultural Diana Rodríguez reconoce la importancia de los estudios científicos que ilustran cómo un fenómeno celular tienen relación con prácticas culturales autóctonas como el carnaval, se relaciona con la música del Caribe y su cosmovisión.
Sobre la tipificación del barranquillero alegre, abierto y despreocupado, la socióloga afirma que esto responde a la herencia cultural de la Región Caribe. “Los nacidos en esta zona del norte del país no son por herencia acumuladores, piensan en el hoy y de acuerdo a ello actúan”, afirma Rodríguez. Investigadores como Alfonso Múnera, en su estudio realizado sobre el Gran Caribe, del que hace parte Barranquilla, concluye que las condiciones históricas de esclavitud y violencia han trascendido en lo social transformándose en “una búsqueda obsesiva, diaria y permanente de la felicidad, eso es lo que hace al caribeño tener un estado permanente de alegría”, señala Múnera.
En el ámbito personal, el psiquiatra Patricio García destaca, desde su especialidad, el papel de las endorfinas como “adaptativo interno” cuya presencia es determinante en la asimilación de experiencias de estrés y dolor.
García destaca la importancia de la alimentación y asegura que comer saludable eleva los niveles de la hormona, contrario a la ‘comida chatarra’, que no brinda este beneficio.
También agregó que “está demostrada su presencia en altas concentraciones de endorfinas después de relaciones sexuales placenteras o las jornadas intensas de ejercicio físico”.
Endorfinas y el sistema inmune
‘La hormona de la felicidad’ hace parte de un grupo de moléculas que dinamizan la comunicación entre las células. El inmunólogo y catedrático Alfredo Lagares explica que la regulación del sistema inmune está mediada precisamente por la intervención de estos elementos producidos por el cuerpo. “Cuando una persona es sometida a estrés, la comunicación entre las células del sistema inmune se ve afectada, por ende las probabilidades de contraer enfermedades infecciosas o de otro tipo aumentan”. Es así como estados de ánimo positivos benefician procesos de recuperación y el adecuado funcionamiento del sistema inmune.
“Activar las hormonas para ser felices, en esta ciudad como el cualquier otra, involucra un proceso biológico, cognoscitivo y afectivo, el equilibro entre lo que hacemos, la conciencia de lo que somos y sentimos es vital para que nuestro organismo funcione como debe ser”, considera el psiquiatra, quien además añade que “la gente busca afuera lo que necesita para ser feliz, cuando todo lo tenemos dentro de nosotros mismos, como las endorfinas”.
POR: KATHERYN MELÉNDEZ S./EL HERALDO