MADAME BOVARY:
mi mano se estremece con cianuro, he salido en claroscuro para caer sobre el plano surrealista. Pierdo y gano la guerra con la conciencia. Ya no se funde la ausencia de mi rostro en los vitrales, acelero los finales y doy motivo a la ciencia psicoanalista de dar una razón al olvido.
Para Freud pude haber sido utopía, broma, azar. Me confundo, logro estar pernoctando en este sueño que me inventas, un pequeño laberinto sin salida, gota de cera, homicida tentación contra mi empeño de coser las cicatrices, con las piernas bien cerradas como puertas, -las miradas que acuchillan… los deslices de otra existencia: matices de la cuerda y la ruptura- Añoro verme segura y caminar sobre el fuego. Toco el vacío, me niego a tener el alma pura.
Madame, un hombre me llena de estocadas. La saliva se torna semen, deriva hasta el pecho, me envenena con lentitud, vuelve ajena mi voz, la palabra arde en mis labios. Otro alarde: la historia que se repite. Debo asistir al convite…
Adiós, Madame, llego tarde.
Elizabeth Reinosa Aliaga