Un noveno mes llega a la partida física de Jorge Oñate. En medio del dolor que significa su partida, es bueno recordar pasajes de esa vida rica en lo musical que vivió y nos hizo sentir para bien del vallenato.Después de salir de los Hermanos López y vivir una unión fugaz con Emiliano Zuleta Díaz, comprendió que su voz debía seguir y que su liderazgo no tenía que ser solo como cantante, sino poner sus conocimientos al frente de la nueva agrupación que conformara.
Tuve la fortuna de acompañarlo en varias uniones. Siempre que eso ocurría, me buscaba en el Barrio Simón Bolívar donde vivía, para saber que opinaba sobre su futura o ya tomada decisión. Referente a Nicolás Elías Mendoza Daza le gustó mucho cuando saliendo del barrio, le dije, «El acordeonero que debe acompañarte es «Colacho», viene renovado en su estilo.
Mira lo que tocó con Poncho. Es un hombre serio y tiene un nombre consolidado», no había terminado de decir eso, cuando freno su carro y me dijo, «no se diga más, yo pensé lo mismo». Nos fuimos para la casa del reconocido músico. Lo que vino fue una bonita historia musical.
Estando en su pueblo natal, llegó buscándolo Diomedes Díaz para darle unas canciones, mientras Jorge se cambiaba hablamos de los temas que tenía. Al salir, le dijo, «qué dice el Cacique de Carrizal. Sus viejos como están?». Al tiempo que escuchaba los temas, se movía con alegría y aprobación. «Esas las grabó yo», dijo. Diomedes lo abrazó. Jorge nos invitó a Valledupar, al ir por toda la calle del Cesar, detuvo su carro y se ubicó a mano izquierda.
Hizo bajar a Diomedes. Los acompañé. «Escoja dos camisas, dos pantalones y un par de zapatos», le dijo Jorge. Así se selló una admiración que en medio de la competencia artística y de los seguidores que llevaban y traían, tratataban de decir más de lo que realmente ocurría. Si no se hubiera dado esa competencia, ninguno de los dos hubiera crecido como lo hicieron. Diomedes bebía con la música de su maestro, como le decía y Jorge no le perdía pisado a quien consideraba su verdadera competencia.
Al separarse de «Colacho» me opuse, porque no hubo razón para hacerlo. Fueron muchas las razones que le esgrimí, entre ellas, «que el caracolicero estaba vivo musicalmente y que no se le hiciera raro que se uniera a Diomedes», como en efecto ocurrió. Si bien es cierto, que la unión con Raúl Martínez fue ganadora en todos los aspectos, Jorge se la jugó con un joven acordeonero que nunca había grabado, quien en tres grabaciones dejó obras que engrandecen el clasicismo vallenato.
Por situaciones difíciles que vivió «El Chiche» se dio paso a la unión con Juancho Rois, quien venía de grabar con Juan Piña y Elías Rosado y había tenido aceptación sus producciones musicales.De nuevo Jorge fue a buscarme a donde vivía. Nos sentamos en el andén de mi casa. No pasaron muchos minutos, cuando la romería se hizo mayor para conocer a su cantante preferido. Juancho Geles me dijo, «pero esos estilos no se parecen».
«Eso es verdad, pero Jorge sabe mucho como se doma ese potro creativo que tiene Juancho».A finales del año 80, se da la grabación y pude acompañarlo en el hotel Bacatá durante un mes. Una mañana del domingo, después de escuchar las pistas, le dije, «escribí algo para esa unión». Después de leerla, dijo, «aprobado, el lunes se la entrego a Gabriel Muñoz». Así ocurrió y desde ese momento, hace 41 años, Fercahino creó una nueva manera de diseñar y presentar los productos musicales del vallenato. Esa es otra historia bonita.
Me opuse a la separación con Juan Humberto. Fue una discusión larga, que terminó acompañando al acordeonero que había ido al hotel en busca del reencuentro, pero mi querido amigo, hermano y compadre dijo con un no rotundo, que hasta ahí llegaba esa película musical.Llevé al acordeonero Sanjuanero a varios medios y luego de unas llamadas que hizo, decidió irse a España, donde duró un buen tiempo, que lo hizo madurar muchas ideas que luego uso en su reecuentro con Diomedes.
Mientras tanto el artista de la Paz, hacía contactos para que no lo dejara solo, porque no me gustó la manera como se dieron los hechos, después de encontrarnos en la calle 19 con carrera 5, me dijo, «quiero que escuche las canciones que traigo para grabar con Álvaro López». Me convenció y después de escucharlas, le dije, «Irene es el gran éxito», «Yo pienso lo mismo», me ripostó. Esa es otra historia bonita en la que escribí varias veces.
No tuve de acuerdo con la separación que se dio con Álvaro López, por una sola razón, «estaban consolidados como grupo», pero valieron mas las consejas de personas cercanas al cantante, que esa realidad.Así se dieron muchas uniones artísticas y su carrera musical se extendía.Peleábamos como dos hermanos, al final de todo, me buscaba él o lo hacía yo. Lo nuestro no era la lambonería usual en pos de grabarme una canción, sino una familiaridad que nació en 1972, en pleno quinto festival. Una historia que contaré después como haré de los muchos trabajos periodísticos que realicé para bien de su vida artística.
Al tiempo, ambos crecimos y nos ubicamos, en el puesto que cada uno de nuestros talentos propició.En Jorge Oñate pude encontrar una persona que siempre se preocupó por tener a los mejores músicos, especie de selección Brasil. Siempre trató al autor /compositor con mucho respeto. No importaba el lugar, allá iba a buscar la obra. Muchas veces lo acompañé a esas correrías. Nunca dudó, en ser solidario con el momento que vivían esos creadores y sin que nadie se diera cuenta, su mano amiga se hacía sentir.
Hoy, en donde el tiempo avanza y ya no está con nosotros, serían muchos los hechos que puedo narrar para bien de su imagen, que muchos panfletarios tratan de desdibujar, al presentar una imagen del ogro perseguidor, cuando su franqueza solo era una forma de ser, de alguien que como él, también lloraba de dolor, sufría y era muchas veces incomprendido, mientras su generosidad, pasión por su música lo hizo quererla más, que todo lo que tuvo. Jorge Oñate vivió solo para su música»-Fercahino

Jorge Antonio Oñate González nació en La Villa de La Paz, Robles, hoy Cesar, el 31 de marzo de 1949 y falleció el 28 de febrero de 2021, Medellín, Antioquia. Padres Delfina Oñate y Daniel González. #RelatosFercahino
