Crónica. El número 9 marcó la vida del Rey Vallenato Alejo Durán

Foto:Alejo Durán y Consuelo Araujonoguera, unidos a favor de ese vallenato que llevaban en el alma


Por Juan Rincón Vanega/ @juanrinconv

Al primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata Gilberto Alejandro Durán Díaz, siempre lo persiguió el número 9, como buen centro delantero del folclor vallenato. Nació en El Paso, antes departamento del Magdalena, hoy Cesar, el 9 febrero de 1919, pasadas las 9:00 de la mañana.

El 9 es su carta de presentación. Su nombre Alejandro, tiene 9 letras, y entre sus apellidos Durán Díaz, también hay 9 letras. De igual manera, los nombres y apellidos de su señora madre Juana Díaz, y de su partera María Daza, cuentan con nueve letras.

Cuando se coronó como Primer Rey Vallenato contaba con 49 años, y el 29 de abril de 1968 recibió de manos de Consuelo Araujonoguera ‘La Cacica’, el premio de cinco mil pesos, cuyo cheque tenía el número 297520 del Banco de Colombia.

Una de sus canciones más célebres tiene el nombre de 039, la placa de aquel carro famoso que se llevó a Irene, esa morena que lo dejó llorando. Además, tuvo 25 hijos con 19 mujeres.

En su honor se instaló en Valledupar en el año 1991, el monumento al ‘Pedazo de acordeón’, obra abstraccionista del escultor bogotano Gabriel Beltrán, cuya glorieta está ubicada en la carrera novena con calle 19.

El Festival Pedazo de Acordeón de El Paso, Cesar, nació por iniciativa de Cesar Serna Mieles, Eustorgio Flórez Mojica y Miguel Antonio Villazón Misat, y su Personería Jurídica es la No. 001144 del 31 de marzo de 1989.

En medio de la reseña del número 9 en la vida de Alejo Durán, lo único que no se supo fue la cifra exacta de las mujeres que contó en su famoso inventario, la cual convirtió en canción con la finalidad de conseguir a aquella que lo quisiera.

Quedó para la historia la reseña de aquel hombre que con su pedazo de acordeón se abrió camino en el folclor, que con sus anécdotas pintó de alegrías las historias pueblerinas y con sus mujeres adornó su corazón comenzando con Crisanta Bolaño ‘La Quicho’, una morena de su tierra El Paso, que vivía al lado de su casa, hasta el final aterrizar en Planeta Rica, Córdoba, con Gloria Dussan, a quien en sus últimos instantes de vida le dejó el testamento de su alma que enmarcó en la frase: “Goya, te quiero mucho”.

De Alejo Durán quedó su carisma y su imagen precisamente teniendo puesto un sombrero vueltiao, ese mismo al que le cantó Carlos Vives, y para no dejar ninguna duda, era de 29 vueltas. De igual manera, el 2019, se convirtió en el año de Alejo, según lo señala la ley No. 1860 del 1° de agosto de 2017, cuyo autor es el senador cesarense José Alfredo Gnecco Zuleta.

Sobre su muerte Alejo Durán hizo referencia en la canción ‘Los Primeros días’.

No más, no más, son los primeros días,
el día que Alejo muera todos se pondrán de luto.
Yo de plazo le pongo unos 15 días,
en adelante no se acuerdan del difunto.

La sentencia de Alejo, quien murió el 15 de noviembre de 1989, no se cumplió porque se sigue recordando por todas sus gestas musicales y hechos que lo convirtieron en candela vida, donde esa llama nunca se apaga. Él mismo lo dijo en su paseo ‘La fortuna’.

A mí me recordarán
en este bonito canto,
esto es de Alejo Durán
un grande del vallenato.

Alejo Durán estuvo marcado por el nueve, el número del goleador del folclor vallenato, donde vestido de gloria anotó los primeros goles como sucedió en 1968, al interpretar cuatro canciones, el paseo, ‘La cachucha bacana’; el merengue: ‘Elvirita’ y la puya: ‘Mi pedazo de acordeón’, todas de su autoría. Además, del son ‘Alicia adorada’ de Juancho Polo Valencia.

El hijo de Náfer Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, a los 19 años tomó por primera vez en sus manos un acordeón. Tocaba de oído, comenzando a tocar su propia música. De esa manera compuso la canción en aire de merengue ‘Las cocas”, refiriéndose a las mujeres que en las fincas se encargaban de preparar las comidas.

Alejo Durán, el magdalenense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés por adopción, se comprometió hasta sus últimos días a llevar el vallenato por todo el mundo teniendo como acompañante a su célebre pedazo de acordeón, ese mismo que le abrió las puertas con su habitual: “Apa, Oa, Sabroso” y que lo convirtió en leyenda.

Referencias de Alejo

Consuelo Araujonoguera, Gabriel García Márquez y David Sánchez Juliao, tres célebres nombres que en su momento entregaron el más alto concepto de Alejo Durán.

“Cuando Alejo Durán se subió a la tarima, al lado del amplio rectángulo de la plaza Alfonso López, fue cuando tuvimos la noción exacta de que el Festival de la Leyenda Vallenata había comenzado, y comenzado bien. Dos noches después en la gran final, ’La cachucha bacana’, ‘Elvirita’, ‘Alicia adorada’ y ‘Pedazo de acordeón’, fueron apenas la notificación musical de la apoteosis colectiva que desde entonces lo consagró para siempre en el afecto y la devoción de la gente”, Consuelo Araujonoguera.

“El legado de Alejo Durán, ese gran maestro, nunca morirá porque en sus canciones con sabor a pueblo y a mujeres bonitas, dejó la huella de un hombre bueno, sincero y de carisma inigualable”, Gabriel García Márquez.

“Alejo jamás tuvo vejez. Murió en la madurez, en la plenitud de una carrera y del desarrollo personal, rodeado de sus seres queridos y sus amigos. De tal manera que en el momento en que la muerte lo sorprendió, Alejo era un hombre vital que ya había entregado al mundo su legado, y recibido todos los honores que su arte merecía, siendo el más grande de ellos”, David Sánchez Juliao.

Alejo Durán se distinguió por su estilo, carisma y sencillez

La crónica terminó de escribirse, el partido de la vida llegó al minuto 90, ganándose con gol del número nueve Alejo Durán, quien desde muy joven supo que hay que poner el talento y la fuerza a favor del folclor vallenato. Siempre fue un ganador.

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BLOG DEL AUTOR: Juan Rincón Vanega

RECORDANDO A ALEJO DURÁN, PRIMER REY VALLENATO

Por José Atuesta Mindiola

I

La historia de la dinastía
con los hijos fructifica,
dijo Náfer Durán Mojica
a Juana Francisca Díaz.
Un bosque de melodías:
de chandé y de pajaritos,
edén musical de ritos
de palenque y de vaqueros,
emporios de acordeoneros
con sus cantares bonitos.

II

El Paso pueblo natal
de mujeres cantadoras
de los aires de tambora
y de música ancestral.
En este jardín musical
el de los Durán fue mejor:
Luis Felipe era el mayor,
Gilberto Alejo seguía,
y aún vive todavía
Náfer, hermano menor.

III

Gilberto Alejo Durán
su vida se hizo canción
y el Pedazo de acordeón
todos los recordarán.
Unos vienen y otros van
por las sendas de la vida,
hoy la gente agradecida
por su grandeza y talento,
recuerda su nacimiento .
y su triste despedida,

IV

El primer rey Vallenato
de la historia del Festival,
en la cumbre del pedestal
su nombre tiene mandato.
Sus canciones un relato
de El Paso en correduría
buscando a Sielva María
o aquel cero treinta y nueve;
aquí todo el tiempo llueve
cantares de vaquería.

V

Sus cantos un relicario
de brisas en la colina,
la Carta de Fidelina
y los Altos del Rosario.
El cuerpo es un campanario
por tantos años se hiere;
Gilberto Alejo prefiere
en Córdoba su comarca,
allá lo abrazó la parca,
pero su canto no muere.

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Atentamente
José Antonio Atuesta Mendiola
Cel: 3015734205

BLOG DEL AUTOR: José Antonio Atuesta Mendiola

La primera entrevista al Rey Vallenato Alejo Durán

Crónica

Por Juan Rincón Vanegas/ @juanrinconv

El martes 30 de abril de 1968, Gilberto Alejandro Durán Díaz se coronó en la Plaza Alfonso López de Valledupar como el primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata, acompañado por el cajero Pastor ‘El Niño’ Arrieta y el guacharaquero Juan Manuel Tapias.

En la competencia final presentó las siguientes canciones: el paseo, ‘La cachucha bacana’; el merengue: ‘Elvirita’ y la puya: ‘Mi pedazo de acordeón’, todas de su autoría. Además, del son ‘Alicia adorada’ de Juancho Polo Valencia.

La mañana del primero de mayo, un día después de su triunfo, la primera visita que hizo Alejo Durán, como soberano del acordeón fue a la vieja casona donde vivía Consuelo Araujonoguera, ubicada en la Plaza Alfonso López, y ella aprovechó para hacerle una sinigual entrevista.

En esa entrevista ‘El Negro’ Alejo, habló con inteligencia, pausa y midiendo sus palabras. Contó detalles inéditos de su vida, de su familia y de las ganas de dejar muy en alto el nombre del folclor vallenato, tal como sucedió con el paso de los años.

Sin muchos preámbulos y en la cocina, porque ‘La Cacica’ a esa hora desayunaba con su esposo Hernando Molina Céspedes, se comenzaron a acumular palabras en una vieja grabadora, y la primera pregunta fue sobre su vida.

Enseguida relató: “Nací en El Paso, Magdalena, el 9 de febrero de 1919. Padres. Náfer Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal. Me crié en la finca ‘Las cabezas’ de los Gutiérrez de Piñeres. Mis padres trabajaban con ellos y allí en medio del ganado, unas veces ordeñando y otras ayudando a enrejar los terneros, trascurrió mi infancia. En esa finca trabajé hasta los 30 años, y no era un trabajador, sino que era considerado parte de la familia”.

Esos recuerdos lo llevaron a contar el momento en que tomó por primera vez un acordeón y se estrenó como compositor. “Como a las 19 años cogí por primera vez un acordeón en mis manos. Tocaba de oído, pero no comencé tocando cosas de otros, sino creando de una vez mi propia música. Recuerdo que la primera pieza que compuse la llamé ‘Las cocas”.

Hace un alto en su narración y explica el significado de esa canción en aire de merengue. “Resulta que en las fincas había siempre un muchacho a quien llamaban ‘Coqui’, quien era el encargado de preparar los alimentos para las cuadrillas de trabajadores, pero después los patrones resolvieron darle esa tarea a las mujeres. Entonces resolvimos llamarlas ‘Cocas’ y así se quedaron”.

Seguidamente comenta que al salir de las labores del campo se dedicó de lleno a la música. “Comencé a tocar y componer en firme. Vivía prácticamente de mi acordeón y lo hacía en la región de El Paso donde no tenía competencia de ninguna clase”.

Entrando en los terrenos movedizos del amor, vino el interrogante sobre sí había sido mujeriego y Alejo no habló, sino que solamente sonrió y contra preguntó: ¿Y qué hombre no es mujeriego cuando joven? Ahí quedó clausurado ese tema.

Pero entró a uno casi igual sobre su vida sentimental. ¿Eres casado?
“Si, me casé en el año 1954 con Joselina Salas Buelvas, y a los tres años nos abandonamos. Y es como si hubiera muerto porque mujer que no vive con su hombre pa’ él no existe. Con ella tuve dos hijas, y por la calle seis más. A toditos ocho los atiendo. Mejor dejemos eso de las mujeres porque yo he sido un poco echao para adelante y mejor es no hablar. Figúrese a mí que siempre me gustan y mi arte que se presta”…

La canción 039

En medio del ameno diálogo vino la pregunta sobre la canción que le llenaba el corazón y Alejo no dudó en señalar que era el número cantado, 039.

“Aunque tengo muchas que me gustan demasiado tanto como esa y que han alcanzado fama, por ejemplo, ‘La cachucha bacana’, ‘La candela viva’, ‘La perra’ y ‘El pedazo de acordeón’. Esa sé la compuse a Irene Rojas, una muchacha de la cual me enamoré cuando veníamos atravesando en una lancha por el río San Jorge. Al llegar al puerto ella seguía por un rumbo distinto al mío y la vi subir en un carro que tenía la placa 039. Por eso le puse así al paseo”. Y cantó

Cuando yo venía viajando, bajaba con mi morena, y llegando a la carretera se fue y me dejó llorando. Ay, es que me duele, es que me duele y es que me duele válgame Dios, 039, 039, 039 se la llevó. Irene se fue llorando, a mí esa cosa me duele. Se la llevó el maldito carro, aquel 039.

Después de contar detalles de la famosa canción, ‘La Cacica’, Consuelo Araujonoguera, le formuló una pregunta difícil sobre los mejores acordeoneros de la provincia y él contestó: “Vea, me pone usted en un compromiso. En esa época estaba ‘Chico’ Bolaño que era un cipote músico. Francamente no me atrevería a calificar a estos señores como Fortunato Fernández, Eusebio Ayala, Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales, entre otros. De los actuales, Calixto Ochoa es un músico donde lo pongan.

El mejor

Cuando la entrevista iba viento en popa, Consuelo Araujonoguera lo puso en jaque al pedirle que le respondiera con franqueza sobre cuál de los tres hermanos, Náfer, Luis Felipe y él, era el mejor. Contestó sin vacilar: NÁFER.

Ella, ante la respuesta vuelve y le insiste. ¿Seguro. No será modestia suya?
“Náfer es el mejor de los tres. Náfer, es el mejor y tiene más preparación que yo, porque el que más aprende más sabe y además a usted la canción que más le gusta es ‘Sin ti’ de Náfer”.

Para el cierre de la primera entrevista Alejo Durán, el magdalenense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés por adopción, se comprometió a llevar el vallenato por todo el mundo teniendo como acompañante a su célebre pedazo de acordeón, ese mismo que le abrió las puertas con su habitual: “Apa, Oa, Sabroso” y que lo convirtió en leyenda.

Una leyenda que el escritor David Sánchez Juliao lo reseñó de la siguiente manera. “Alejo jamás tuvo vejez. Murió en la madurez, en la plenitud de una carrera y del desarrollo personal, rodeado de sus seres queridos y sus amigos. De tal manera que en el momento en que la muerte lo sorprendió, Alejo era un hombre vital que ya había entregado al mundo su legado, y recibido todos los honores que su arte merecía, siendo el más grande de ellos”.

BLOG DEL AUTOR: Juan Rincón Vanegas

UN REY VALLENATO «INMARCESIBLE»

«Sin la música la vida sería un error»
Friedrich Nietzsche .

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado

Su estampa de ébano, recia, imponente, hacía que su presencia nunca pasara desapercibida.


Como reza el sabio adagio popular: «los tiempos de Dios son perfectos» y esto aplica al pié de la letra con «El Negro Grande del Acordeón», Gilberto Alejandro Durán Díaz quien recibió el llamado celestial de la música después de dos décadas de su nacimiento en el Paso: un bello y pintoresco pueblo del departamento del Cesar; llegó a este mundo el domingo, 9 de febrero de 1919, próximos a los ríos Ariguaní y Cesar. En medio de cantos de vaquería y tamboras se fue formando poco a poco la historia musical de este ícono de la música vallenata. Ese ambiente alegre y bullanguero de su pueblo fue parte fundamental para que Alejo (así se conocía) decidiera dedicarse al arte musical, a pesar de haber aprendido a ejecutar el acordeón ya con la mayoría de edad pero que la llevaba en su sangre desde que fue concebido por sus padres, profesión a la que se dedicó por el resto de su vida, hasta que el creador lo llamó a rendir cuentas el día miércoles, 15 de noviembre de 1989, en la ciudad de Montería. Sus restos reposan en Planeta Rica (Córdoba), lugar que eligió como su tierra adoptiva.


Su vena musical es heredada de sus antepasados, quienes junto a su madre Juana Francisca Díaz Villareal, cantaora y bailadora de tamboras y su padre Nafer Donato Durán Mojica acordeonista, abrieron la trocha para que él y sus hermanos conformaran una de las dinastías más representativas de la música vallenata: Los Durán. Podemos decir que Alejo estaba predestinado para continuar con ese legado artístico.


Su hermano mayor Luis Felipe Durán Díaz, su tío Octavio Mendoza «El Negro Mendo», un gran acordeonista de la época, merenguero por excelencia y su amigo Víctor Julio Silva lo influenciaron de manera sustancial en la ejecución del acordeón: instrumento con el cual logró una afinidad absoluta, como diríamos popularmente «amor a primera vista», gracias a su tenacidad y ahínco en determinar un estilo propio, que se caracterizó por una nota pausada, sin aceleres, exquisita, sencilla y con énfasis en unos bajos sonoros marcantes o de acompañamientos con los que adornaba sus bellísimas melodías, respaldadas por su voz fuerte, clara, melodiosa, con acento profundo y nostálgico, así como por las muletillas que siempre acompañaron sus interpretaciones y que hacen parte de su sello característico: «¡Oa»!, «¡Apa!», «¡Sabroso!» .


Cuando cumplió los 24 años comenzó a soñar con su trasegar en la vida musical, ya que en ese momento el acordeón se había convertido en su más fiel compañero, es cuando decide salir de su adorado terruño y dar a conocer su música y talento, algo que caló muy fácil y rápido en sus nacientes seguidores en donde se presentaba; porque aparte de lo expuesto anteriormente, tenía un carisma arrollador y seductor ante el que sucumbían todos los que escuchaban las notas mágicas y sonidos embrujadores que brotaban de su instrumento bendito.


Después de varios años recorriendo diversos pueblos del Caribe colombiano en sus famosas «corredurías» de largos meses, llega a la ciudad de Barranquilla donde cristalizó uno de sus sueños: la grabación de su primer disco, en el año 1950, titulado «GÜEPAJE», paseo vallenato conocido también como «LA TRAMPA», a partir de su llegada a la pasta sonora su figura alcanza una dimensión impresionante y se consolida musicalmente con su estilo auténtico, único e irrepetible, con el que empieza a diferenciarse cada vez más de sus compañeros de oficio, no sólo en la interpretación de su acordeón sino porque ya no sólo se limitaba a relatar las cosas que acontecían en los pueblos como lo hacían los demás juglares de su época, sino que las adornaba con su criterio personal. Había pasado de lo meramente anecdótico a un mensaje más directo y contundente, su percepción del amor y las mujeres, el entorno natural que lo rodeaba, junto con la mirada filosófica de la vida fueron los temas más frecuentes en el «Negro Durán» como compositor.
La consagración como el primer Rey Vallenato en el año 1968 le empieza a dar mucho más prestigio a la música vallenata, porque encontraron en el «Rey Negro» al más digno representante de esta expresión musical, folclórica y cultural ya que encarnaba la figura del juglar y músico completo (cantante, compositor y acordeonista) además de ser querido y casi que venerado por propios y extraños.


Fue un juglar que no solo interpretó sus propias creaciones, también lo hizo con obras musicales de autores de gran renombre como: Rafael Escalona, Leandro Díaz, Julio Erazo, Juancho Polo, Tobías E. Pumarejo, entre otros y lo hizo con mucha altura y calidad porque sabía imprimir con su voz e instrumento, un dejo tan especial y repleto de mucho sentimiento; es decir, era capaz de vivir y sentir la canción como si fuera suya. Además de interpretar otros aires del Caribe colombiano como: cumbia, porro, paseaíto y la creación de otros aires musicales «el porrocumbé» fusión de porro y merecumbé, también fueron muy famosas las adaptaciones que hizo de esas tamboras a música de acordeón, esas que desde niño le escuchó cantar y vio bailar a su progenitora, tales como: «La candela viva», «Mi compadre se cayó», «Dime con quién andas», entre otras.


El maestro Alejo Durán dejó un legado musical incalculable, por lo que hoy sigue siendo para muchos, el más grande juglar del folclor vallenato de todos los tiempos, quien le dio la dimensión histórica a esta expresión musical que es orgullo de nuestro Caribe y nuestra carta de presentación ante el mundo. Hoy por hoy se pueden escuchar sus notas sublimes y mágicas por medio de los canales que difunden música y en las ejecuciones de sus canciones que se llevaban a cabo en los festivales vallenatos que se hacen a lo largo y ancho del país y en otros países como México y EEUU.


Hoy cuando recién celebramos los 102 años de su natalicio valoramos cada día los más de 40 de vida artística y más de 100 trabajos discográficos que nos regaló para la historia, con los que se paseó por muchísimos escenarios, en pueblos, grandes ciudades dentro y fuera del país, pero jamás se dejó enfermar por la fama, ni incurrir en ningún tipo de vicios que muchas veces van ligados a estos fenómenos, por el contrario nunca cambió su estirpe de hombre campesino, noble y sencillo, fiel a su idiosincrasia y que estamos seguro que a pesar de su aporte, no dimensionó la grandeza que encerraba.
Es por eso que el maestro Alejandro Durán Díaz, es el juglar más trascendental e inmarcesible no solo de la música vallenata, sino de la música colombiana en general.

Vida eterna para el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata.

BLOG DEL AUTOR: Ramiro Elías Álvarez Mercado

Alejo Durán y el tigre de Chimichagua

JORGE NAIN*


Todos sabemos que Alejo, el ‘negro grande’ de El Paso, fue desde sus primeros años de vida un hombre campesino y dedicado a las tareas pastoriles del ganado cimarrón que había que llevar desde las sabanas de las haciendas Las Cabezas o Mata de Indio hasta los playones de Chimichagua o Potrerillo.

Tal vez esa sea la razón por la que Alejo Durán es el interprete de nuestra música vallenata, que, sin temor a equivocarme, le ha compuesto y cantado más a ese hermoso y gigantesco felino tan respetado por los campesinos, llamado tigre. A eso el doctor Ciro Quiroz Otero llama en su libro ‘Vallenato, Hombre y Canto’ el zoomorfismo y antropomorfismo en el vallenato.

Alejo siempre comparó a los hombres mujeriegos con los tigres, de hecho, él mismo se reconocía como un tigre. Cuando Alberto Salcedo Ramos lo entrevistó en su casa de Planeta Rica para la obra Diez Juglares en su patio, esto le dijo al respecto: “Cuando uno se enamoraba de verdad era un tigre, oyó, un tigre que perseguía a la dama por donde fuera. La olía a lo lejos. La llamaba con el silbido y si la cosa se ponía muy difícil, entonces uno se tiraba a fondo, a buscarla en cualquier rincón”.

Uno de los trabajos musicales de larga duración de Alejo Durán fue titulado ‘El Tigre’, el cual contiene un paseo de la autoría de Julio Erazo Cuevas, que lleva ese nombre y fue grabado en Discos Fuentes en el año 1971. Pero Alejo también grabó ‘El Tigre de la Montaña’, ‘El Tigre de la Pacha’, ‘El Tigre de Punta Brava’, ‘El Tigre Guamero’ y el ‘Tigre de Chimichagua’, y tal vez se me escapa algún otro tigre.

Me quiero detener un poco en cómo nace la canción ‘El Tigre de Chimichagua’, anécdota contada en la reciente obra escrita por Antonio Cacua Prada, sobre la vida del político más importante que ha tenido Chimichagua en toda su historia: Cerveleón Padilla Lascarro. Allí se cuenta que el abogado Félix Hoyos Lemus narra el suceso que dio vida al apodo de ‘Tigre de Chimichagua’, que le puso Alejo a ‘Don Cerve’ como cariñosamente le llamaban a Cerveleón. El asunto nace como una forma de Alejo para burlarse del alcalde de esa población en ese momento, don Luis Roberto León, a quien le llamaban ‘El Tigre de Torrecilla’.

“El contexto de esta canción, según la tradición oral, es que Alejo Durán Díaz tuvo relaciones intimas con una señorita del pueblo, bajo promesa incumplida de matrimonio, lo cual en aquellos tiempos tipificaba el delito de estupro. Don Cerveleón Padilla Lascarro era autoridad del municipio y libró orden de captura contra Alejandro Durán, pudo ser que esta orden de captura la expidiera bien el alcalde León o el mismo Cerveleón Padilla, siendo Juez Promiscuo Municipal de Chimichagua”.

Recientemente se habla de otro tigre de Chimichagua, pero dicen que ahora vive en Valledupar. Lo cierto es que para nadie es un secreto y también se lee en el libro que el negro Alejo con las mujeres era un verdadero tigre.

COLOFÓN: En cada uno de nuestros pueblos del Caribe colombiano había un tigre de dos patas, la mayoría quedaron sin dientes y sin colmillos.


*Jorge Nain Ruiz

Abogado. Especializado en derecho Administrativo, enamorado del folclor Vallenato, cantautor del mismo.


» LAS MUJERES MUSAS DE INSPIRACIÓN ALEJANDRISTA”

Por: Jorge Eliécer Otero Fernández

Desde épocas remotas se ha elegido a la mujer como fuente de inspiración para diferentes manifestaciones artísticas, se les ha dedicado poemas, tragedias, esculturas, pinturas y canciones, entre otras creaciones del ingenio humano.
Al género femenino se les atribuye hasta el inicio de guerras mitológicas, como es el caso de la disputada entre troyanos y griegos, todas esas batallas sangrientas para ambos ejércitos fueron causadas por la conquista del amor de Helena. Un poco más realista es la guerra de independencia de Escocia de la que se dice comienza por el vil asesinato de Marion Braidfute, la esposa del héroe William Wallace, en manos de unos soldados ingleses, que inspiró siglos después la película “Corazón Valiente”; es así que de ficción o realidad las mujeres han dado un norte a la voluntad de los seres humanos.

Artistas reconocidos como William Shakespeare, Rembrandt, Gustav Klimt, Miguel Ángel, Vicente Fernández, Gabriel García Márquez y Pablo Neruda, con base en sus obras de arte esculpieron, tallaron, cantaron, poetizaron y divinizaron la belleza femenina y sus encantadores atributos, pero también reconocieron ese dominio enloquecedor que logran en el cuerpo y alma de un hombre enamorado.

Así mismo, dentro del género vallenato desde sus inicios en siglo XIX se ha compuesto un repertorio difícil de calcular que tiene a la mujer como fuente de inspiración; entre muchas otras, se conocen composiciones de Leandro Díaz, Rafael Escalona, Francisco Rada, Juancho Polo Valencia, Andrés Landero, Enrique Díaz, Náfer Durán, Calixto Ochoa y Alejandro Durán. Éste último, el Primer Rey de la Leyenda Vallenata es quien más le ha compuesto a las féminas y quien interpretó el mayor número de canciones cuyos títulos llevan el nombre de una dama.

El juglar pasero y planetarricense del cual se sabe tuvo más de 10 compañeras sentimentales en varios pueblos del Caribe colombiano (El Paso, Sahagún, Montería, Magangué, Ovejas, Sincelejo, Buenavista, Pueblo Nuevo, Altos del Rosario y Planeta Rica, por decir algunos) compuso más de 30 canciones con títulos de mujeres, entre las que se destacan: Fidelina, Cata, Joselina Daza, Saturnina, Evangelina, Altagracia, Juliana, Toñita, Raquelita, Estercita, Enriqueta, María Clara, Maruja, Rosa Elena, Rosario, Liza, Patricia, Rosita, Amparito, Petrica, Miriam Osorio, Rosalbita, Pablita, Palomita, Cholita y Nacira.

Aunque no llevaban como título el nombre de una damisela hay canciones que de forma implícita hacen alusión a ellas como fundamento de sus composiciones, son los casos de otros títulos atribuidos a hermosas jóvenes de los pueblos en los que hacía despliegue de su talento y galantería: “Pasera”, “India de la Manta”, “La Doctora”, “Caleña”, “La Mona”, “Similiteña”, “Asómate Mujer”, “La hija de Amaranto”, “Santanera”, “Negra”, “La Caprichosa” y “La Tremolina”, entre otras. Recordemos que el primer rey vallenato no era amigo de la bebida alcohólica, pero era un empedernido aficionado a la conquista de corazones.

Tenemos casos exclusivos de composiciones de otros autores vallenatos que les dieron sus letras al maestro Durán y fueron unos rotundos éxitos musicales, son algunas: “Alicia Adorada” un son de Juancho Polo Valencia y “Sielva María” un paseo de Germán Serna; en ambas de nota la predilección del rey vallenato por letras que divinizaban al género femenino, que las ponían por encima de cualquier otro fenómeno social, cultural o natural; la primera es una queja, un lamento de amor y dolor por los desdenes del destino y la segunda un retrato del amor idealizado. Ambas fueron cantadas por varios artistas, pero sólo llegaron a inmortalizarse con la interpretación del apa, oa, sabroso.

Es tanta la simbiosis musical entre producción artística alejandrista y el reino de las mujeres que muchos curiosos lo tenían de símbolo místico en las faenas del amor, al que le hacían plegarias y rezos para conseguir parejas sentimentales, como una especie de “Eros” el dios griego del amor, al cual sí le pedías con fe ayudaba en los senderos de la conquista amorosa para conseguir muchas amantes, lo cual fue una práctica muy propio de la cultura caribe de esa época. Veamos este apunte tomado del periódico virtual “El Vallenato”

… ¡Hace milagros! Dicen unos; otros aseguran que concede peticiones y que más de uno ha solucionado su problema económico pidiéndole a Alejo. El más pícaro afirma que invocándolo le ayuda a conseguir mujeres…
Conociendo estos datos sobre “El Negro Alejo” no deja de sorprender que a su última pareja, que lo acompañó en sus minutos finales de vida en Planeta Rica, doña Gloria Dussán llamada cariñosamente “Goya” por el inolvidable Negro Durán, no le compuso ninguna letra que llevara su nombre; ella en una entrevista realizada por el “Diario Digital La Razón” defiende a su amor y dice: «Nunca me hizo una canción pero me dedicó su vida y su amor con eso me basta».
Otro galardón que solamente los grandes pueden atribuirse, propio de ser alcanzado por personajes excepcionales que logran perpetuarse en la historia por su talento, dedicación y perseverancia, Alejandro Durán Díaz es el compositor que más le cantó al nombre de una mujer en la historia musical de Colombia y el mundo.

Jorge Eliécer Otero Fernández