Por Amylkar D. Acosta Medina
El pasado viernes 15 de noviembre se cumplieron lis primeros 30 años del fallecimiento del «Negor grande del acoreón» Gilberto Alejandro Durán Díaz, «Alejo», en la habitación 204 de la clínica Unión de Montería.
A las 8:55 de esa mañana, triste para el folclor vallenato, dejó de latir el corazón de quien se coronara como el primer Rey de La Leyenda Vallenata el 27 de abril de 1968.
Él nació en El Paso de los Adelantados (Cesar) un 9 de febrero de 1919, pero como le respondió al reputado periodista Juan Gossaín, «uno es de donde lo quieren», es decir, de cualquier parte en donde se hace querer.
Hace cien años nació y como todo juglar que se respete, era muy andariego: y mujeriego además. Él, con su picardía socarrona, dejó de una pieza a la «Cacica» Consuelo Araújo.
Con la respuesta que le dio a su pregunta sobre su fama de mujeriego: «Niña» Consuelo, dígame usted, qué hombre no es mujeriego cuando jove? «.Pero, sorprendió aún más al periodista Alberto Salcedo y a sus contertulios la respuesta que les dio el «Negro Grande» cuando le indagaron sobre el número de hijos que había dejado a lo largo de su trasegar, siempre con el acordeón al hombro y sus sombrero vueltiao.
Después de pensar, repensar y apelar a su memoria calculó que serían «unos veintiseis». Pero, al insistirle en que les contara si los había tenido con la misma, él respondió a rompe: «con la misma pero con distintas mujeres».
Alejo Durán fue un músico completo, versatil, émulo de Emiliano Zuleta Baquero, él con la misma innata inteligencia con la que componía sus canciones, que pasaron de mil, las interpretaba en su «pedazo» de acordeón y las cantaba, siempre acompañándolas con su sello indeleble:¡apa, oa, sabroso!.!
«PEDAZO DE ACORDEÓN»
Bien lo dijo él en una de sus tantas composiciones, la puya que lleva por título «Ese negro si toca», El Paso no ha parido otro igual a Alejo Durán ni el vallenato ha vuelto a tener otro igual, un hombre sencillo, sin aspavientos, animaba a las parrandas pero sin hacer parte de ellas, porque él era negado para libar licor y no tenía inconveniente en amanecer en ellas, amenizandolas a palo seco.
«ESE NEGRO SI TOCA»
Esa era, fue y seguirá siendo Alejo Durán para quienes el vallenato es intravenosos, porque lo llevamos en la sangre, que, al decir del recordado escritor caribe David Sánchez Juliao, tiene memoria.
Alejo a nada le ponía misterio, ni a la muerte misma, porque sgún él, ‘esos de morirse no tiene nada de particular. Todos tenemos que hacerlo tarde o temprano. Es casi una obligación de nosotros mismos»y ya, como dijera el poeta de la raza antioqueña Jorge Robledo Ortíz refiriéndose a la parca, «esa muerte elemental y simple».
Así concibió él su partida anticipadamente.
Tegucigalpa, noviembre 17 de 2019