Al cumplirse el natalicio número 88 del Rey Vallenato Calixto Ochoa Campo (14 de agosto de 1934), aparece una historia que hace parte del pentagrama que recorre con letra y música este bello territorio del Caribe colombiano.
El maestro Calixto Antonio Ochoa Campo compuso y grabó inicialmente la canción ‘Por eso gozo’, donde se marca la realidad de la vida. Tiempo después, en el año 1994 el cantante Diomedes Díaz decidió llevarla a la pasta sonora con el acordeonero Juancho Rois, pero le cambió el nombre. Ese súper éxito se quedó para siempre como ‘La plata’.
Si la vida fuera estable todo el tiempo yo no bebería ni malgastaría la plata, pero me doy cuenta que la vida es un sueño y antes de morir es mejor aprovecharla.
Calixto Ochoa le contó a Dulsaide Bermúdez, las distintas historias de sus canciones
A ‘El negro Cali’ cuando le contaron que Diomedes Díaz, quien conocía todo su amplio repertorio, le había grabado la canción ‘La plata’, dijo que él no se acordaba tener una canción con ese nombre. Entonces tocó cantársela para caer en la nota y al cabo de los meses supo que tenía un buen dinero por las regalías musicales. Es decir, plata llamaba plata.
La obra es una verdadera reflexión cantada donde se conjugan diversas facetas de la vida que él supo definir en pocos minutos para decir que la plata que se ganaba, se la gastaba de la mejor manera porque después venían los conflictos si dejaba alguna herencia.
To’ el mundo pelea si dejo una herencia si guardo un tesoro no lo gozo yo, se apodera el diablo de aquella riqueza entonces no voy a la gloria de Dios.
El hijo de Cesar Salomón Ochoa López y María Jesús ‘Mamachua’ Campo Pertuz, tuvo la gran virtud de narrar todo lo que circulaba a su alrededor, siendo el más prolífero compositor del folclor vallenato.
Precisamente, el juglar nacido el martes 14 de agosto de 1934 en Valencia de Jesús, corregimiento de Valledupar, hizo la más rápida radiografía de su vida en una canción, cuya primera estrofa dice: “Yo nací en un pueblecito de la América Latina, en una casita vieja de paredes de bahareque, pero me enseñó la vida a ser un hombre bien fuerte, y aquí estoy parado al frente con la escuela del poder, la que Dios puso en mi mente pa’ poderme defender”.
Siguiendo en esa misma línea de su niñez y juventud volvió a cantar en homenaje a la autora de sus días. “Yo recuerdo que mi madre cuando yo estaba pequeño, con sus trajecitos viejos me hacía mis pantaloncitos, cumpliendo con su deber pasando miles tormentos, y así me fue levantando hasta que fui un hombrecito”.
De otra parte, al Rey Vallenato del año 1970 y quien recibiera hace nueve años el más grande homenaje en el 45° Festival de la Leyenda Vallenata, Dulsaide Bermúdez Díaz, su última y adorada compañera, lo definió de la siguiente manera.
“El maestro, era el hombre de lengua activa que ablandaba cualquier corazón, el del ingenio popular, el compositor versátil que supo darle el toque preciso a su sincero amor al folclor vallenato”.
Esencialmente Calixto, dicen los expertos fue la estampa del hombre campesino que supo en el momento justo dedicarse a tocar su acordeón y componer canciones para dejar huellas que marcaron su gran historia musical.
Dentro de ese espacio del recuerdo aparece el concepto de Consuelo Araujonoguera que lo pintó en toda su dimensión. “Calixto es extraordinario, es el representante de la clase vallenata que tiene sabor a tierra, a boñiga, a ganado, a campo, a trabajo, a sudor, a esfuerzo. Yo diría que Calixto Ochoa, es lo más auténtico dentro de la música vallenata”.
Secretos de Calixto
Dulsaide o “Dulsa”, como la llamada el maestro Calixto, nunca ha dejado de contar interesantes historias que permanecen intactas en su memoria. Esta mujer nacida en Villanueva, La Guajira, le conocía los horarios de su corazón siendo su guía y apoyo constante. Claro, que sus amores comenzaron en 1971, pero los interrumpieron por distintas causas, hasta que el destino los volvió a unir y fueron como dos tortolitos en un mismo nido. Nunca más se separaron hasta cuando él partió para la otra vida quedando triste y de luto el acordeón.
Ella, lo recuerda todos los días y visita con frecuencia su tumba en Valencia de Jesús. Sin pausa comenzó su relato. “Al maestro lo conocí en el Festival Vallenato del año 1970 cuando se coronó Rey Vallenato. Lo observé tocando en un kiosco y me llamó la atención porque mucha gente tenía que ver con él por su manera de tocar su acordeón. Esa vez no pasó nada en cuestiones del amor. Todo comenzó un año después y al poco tiempo como por arte de magia cada uno tomó su camino hasta que nos volvimos a encontrar”.
Entrando en detalle expresó. “El maestro era humanitario, noble, sencillo, cariñoso, respetuoso y principalmente una persona de pueblo. Nunca se dejó tentar por la fama. Más humilde no pudo ser y nunca negó un favor”.
Para ella Calixto Ochoa fue un genio de la música componiendo y cantando sus vivencias, además que le grabaron más de mil obras sin repetir letra, ni melodía. “En la casa quedó una caja llena de casete con canciones iniciadas y casi al terminar. Chiflaba y grababa porque se le podía escapar la melodía”, aseveró.
El recuerdo no se muere
Dialogar en cualquier momento con Dulsaide Bermúdez Díaz, es notar el regreso de lágrimas, acontecimientos y recuerdos de Calixto Ochoa, los mismos que se enmarcan en todo su ser.
En esta ocasión muy serena manifestó. “Hace casi seis años murió el hombre que supo darle alegrías al mundo a través de sus canciones. Así pase el tiempo lo sigo amando por sus detalles, sus acciones, sus gustos, su manera de ser y como todo un baluarte perdurable del folclor vallenato”.
Con la sinceridad deambulando por su pensamiento confesó. “Para mí el estar al lado de maestro era demasiado, era lo más grande que yo pude conocer. Estoy muy agradecida con él por permitirme pasar a su lado 25 inolvidables años. Si, esos años en los que me enseñó que lo mejor del mundo era la pureza del alma y el amor a tiempo”. Calló un instante y se respetó su silencio porque era como estar en contacto directo con el alma.
Calixto Ochoa, desde su tierra Valencia de Jesús marcó la pauta en el folclor vallenato
Al final entregó las infinitas gracias por recordar al “Maestro”, como siempre lo llamó, ese mismo que colmado de sabiduría natural tuvo la inspiración necesaria para dictaminar con el corazón en la mano, que la vida era un sueño y antes de asomarse la muerte al estrado del adiós definitivo, se tenía que aprovechar.
Periodista, escritor y cronista, natural de Chimichagua, Cesar y ganador de distintos premios de periodismo con historias del folclor vallenato y sus distintos personajes. Actualmente se desempeña como Jefe de Prensa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.
Una traga maluca. Así se podría denominar el amor desbordante de Calixto Antonio Ochoa Campo por aquella mujer vallecaucana que un día partió sin decirle nada, y a él no le quedó otra alternativa que hacerle dos canciones donde le pedía alguna explicación. El Rey Vallenato del año 1970 puso a funcionar el radar de su corazón para que la joven Diana Aristizábal diera señales de vida, o alguien le dijera que la estaba buscando con premura porque su corazón en medio del silencio la pedía a gritos. La noticia musical donde se notaba que el compositor tenía el alma teñida de tristeza viajó por todas partes, pero no hubo razón, ni chica, ni grande. A pesar de eso, él seguía navegando sin rumbo fijo por los caminos de la esperanza. Es más, aseguró que se podía convertir en un submarino para buscarla hasta en el fondo del mar.
Y si me pierdo en la lejanía de ese mar inmenso díganle a Diana que en busca de ella es que andaba yo. Yo sé que ella se encuentra lejos en estos momentos, pero tendrá que volver al puerto donde se embarcó.
Efectivamente, Diana se perdió de Buenaventura, Valle del Cauca, después de hacerlo enamorar, y ponerlo a inspirarse recordando cuando la atrapaba a besos y sus cuerpos eran uno solo. En medio de ese inesperado suceso, Calixto Ochoa abrigaba la esperanza que Diana retornara al puerto donde se marchó, y no estar caminando por el paisaje de sombras tenues donde la palabra adiós cerraba todas las puertas.
Diana de mi alma, cariño mío, ven a darte cuenta cómo he quedado desde ese día en que te ví partir. Y si no vienes seguramente aquí no me encuentras, y lo que pasa es que yo sin ti no puedo vivir.
En la canción ‘Diana’, que el mismo cantautor grabara en el año 1971, se sacudieron las palabras derramando la mejor fragancia de sentimientos hasta provocar que ‘El negro Cali’ confesara que la amaba, a pesar de estar preso en las soledades propias de los enamorados.
‘En busca de ella’
Tiempo después hizo un segundo intento, y volvió a llamarla en otra canción con demasiada angustia, porque ni las olas del mar de aquella tierra le traían algún papelito con la respuesta deseada.
Ni siquiera una razón de boca pudo dejarme ni mucho menos un papelito el día en que se fue. Yo, la buscaba angustiosamente por todas partes a la deriva llegué hasta la isla de San Andrés. Después volví a regresar al punto de su partida, buscando a ver quién me podría dar una explicación. Miraba al mar, miraba las olas y seguía optimista porque su imagen se reflejaba en mi corazón.
Acongojado, sintió como la agonía hacía estragos en su humanidad y con cierta resignación le daba ese adiós que era de labios para afuera. La ausencia de Diana le causó mucho daño, así lo relató en sus versos. El milagro de hallarla no se realizó, y esas canciones quedaron como constancia de que un humilde campesino no pudo cultivar ese amor en terreno fértil, sino que optó por tocar otros corazones hasta sanar sus heridas.
Confesiones de Calixto
La tragedia de amor vivida por Calixto Ochoa, el hombre humilde, alegre y con la mayor picaresca en la música vallenata, le enseñó que dejarse llevar por el desdoble de los sentimientos no era la fórmula precisa para aterrizar donde las miradas caían viendo sonrisas pasajeras y palabras lisonjeras. Muchos años después, ya estando en la recta final de su vida, Calixto solía darse paseos por los recuerdos, y enseguida lo sacudían esas oleadas de nostalgia. De esta manera, estando en su casa del barrio La Terraza, en Sincelejo, hablaba en detalle de los amores que por momentos se posaron en su corazón al compás del acordeón que se encargaba de sacarle las mejores notas.
Calixto Ochoa le contó a Dulsaides Bermúdez, las historias de amor que tuvo en su juventud
La principal confidente siempre fue Dulsaides del Rosario Bermúdez Díaz, ‘Dulsa’, su última compañera, quien dedicaba todo el tiempo para escucharlo y conocer, además de las canciones, su historia real. Ella, aceptó amablemente contar algunos de esos secretos del maestro Calixto Ochoa. “Nos teníamos la confianza necesaria, hasta me decía chismosa porque quería saber de todo, y por eso me explicaba en detalle las historias de muchas de sus canciones”, comenzó diciendo. Recalcó que dejó más de mil 400 canciones sin repetir letras, ni melodías. “Y hasta quedaron algunas iniciadas, como ‘La araña’, que tiene su jocosidad”. Al indicarle exactamente sobre los temas ‘Diana’ o ‘Buscando a Diana’, que más adelante se llamó ‘En busca de ella’, sonrió y empezó a contar: “Esas canciones las grabó inicialmente el maestro Calixto, y después lo hicieron con gran éxito Diomedes Díaz con Ovidio Granados, y Farid Ortiz con Emilio Oviedo, respectivamente”. Llegó al momento justo de conocer aquella historia del acordeonero, compositor, narrador, historiador, cuentista y cronista más profundo que ha tenido el folclor vallenato. “Diana era una joven morena nacida en Buenaventura, a quien Calixto conoció en una caseta y se enamoró a primera vista. Él, iba mucho allá a presentarse con Los Corraleros de Majagual y tuvo su idilio con ella”. Vuelve a traer a su mente ese relato, y manifestó: “Demoraron viéndose varios años, cada vez que él iba con la agrupación y se quedaba por mucho tiempo, hasta la vez que no la encontró. Él, siempre abrigó la esperanza de hallarla y por eso hizo las dos canciones, pero ella nunca apareció”. Cuando la charla estaba con el mejor enfoque, Dulsaides Bermúdez sorprendió diciendo: “Calixto siempre conservó una foto de Diana, la mujer que lo ilusionó profundamente, y con gusto se la voy a regalar para que ilustre la historia”.
Calixto Ochoa, escribió su propia historia teniendo como compañera permanente a su acordeón
Calixto y Diomedes
Dulsaides, quien también tiene una historia de película al vivir con el maestro por espacio de 25 años, al final no quiso quedarse sin contar la anécdota que Calixto Ochoa relataba con emoción, por tratarse del cantante que más lo admiraba. “Una vez, Calixto fue a tocar un baile en La Junta, La Guajira. Al poco tiempo de terminar sus tandas musicales, ya cansado se acostó en una hamaca. Hacía mucho calor y no había ventilador, entonces, Diomedes Díaz se encargó por varias horas de echarle fresco con un cartón. Enseguida, él decía que ese era el tamaño de la humildad de Diomedes”. Hace cinco años, Calixto Ochoa duerme eternamente, pero en la voz de Diomedes Díaz se sigue escuchando el mensaje que le dejó dicho a la mujer que lo hizo llorar, cantar y viajar durante varios años a tierras vallecaucanas: “Si acaso yo no regreso más por aquí, díganle a Diana que rece y ruegue por mí”.
El último cacique Poponí, de los indígenas Chimilas en Valencia de Jesús, pocas horas antes de morir hizo una revelación: “En este pueblo nacerá un niño que hará historia con su talento. Crecerá como todos los niños del pueblo, en las horas de descanso caminará en silencio para que su cuerpo se impregne del viento cantarino de los árboles del río, y de noche, en la soledad del patio, se detendrá a contemplar los cortejos celestes de la luna. Empezará a tocar un pequeño instrumento de botones, viajará a otros horizontes y, sin olvidar a su tierra, se hará un músico famoso. La nostalgia pintará sus sueños, de sus ojos una llovizna apaciguará el verano en los lirios rojos, navegará por el fondo del mar buscando las huellas de su amada, y con sus canciones hará célebres a personajes anónimos de los pueblos. Será coronado rey en un festival de música folclórica; y después, por la grandeza de su vida y obra, recibirá muchos homenajes. En el atardecer de sus días, tendrá de custodia, una compañera, tan dulce como su nombre. Y será recordado por todos los que sienten su música como ensoñación del alma”.
No hay duda que el niño de esa leyenda es Calixto Ochoa Campo. Su pueblo natal es Valencia de Jesús, en época prehispánica era un paraje de indígenas Chimilas; estaba rodeada de fértiles llanuras, conocidas como Sabanas de Poponí. y en el centro de ellas, un cerro oteaba: al norte, los picos blancos de la Sierra-Madre y el nacimiento de un río; al este, la ruta de frondosos caminos al Valle de Upar; al sur, kilómetros de verdes sinfonías de sabanas y el viaje de su río en busca de las aguas del Cezare; al occidente, bosques de palmas de corozos y sabanas.
Todo este paisaje fue una tentación para la llegada de los españoles, que se inicia en 1590 con el capitán Antonio Flórez, quien bautiza el lugar con el nombre de Valencia de Jesús, y abre el camino a otros colonizadores. En el siglo XVIII llegó a ser una Villa reconocida por su numerosa población, algunas edificaciones semejantes a la típica arquitectura española, y populosos hatos de ganados mayores y menores que servían de sustento para proveer a la provincia de Cartagena. Pero en el siglo XIX, Valencia tuvo un notorio retroceso; el sociólogo Ariel Rincones (nativo de esa población), explica una de las causas posibles de esta decadencia: «el resultado de las luchas independentistas en la primera mitad del siglo XIX. La clase dirigente de Valencia de Jesús en ese entonces estaba conformada por españoles y sus descendientes, los cuales se opusieron y enfrentaron los procesos de liberación en la región. La derrota de la autoridad realista provocó la huida de gran parte de los habitantes de Valencia, contribuyendo, además, al desmoronamiento de su economía y de sus edificaciones».
En las primeras décadas del siglo XX, Valencia de Jesús parecía detenerse en el tiempo, los hombres dedicados a las faenas agropecuarias. De esas noches de luna cuando los colores duermen en los patios, aparecen dos valencianos, hijos de César Salomón Ochoa López y María Jesús Campo, Rafael y Juan, y con sus acordeones llenan de fiesta el corazón de sus paisanos, y detrás de ellos, el hermano menor, Calixto quien en edad juvenil descubre su talento y empieza entonces a desarrollar su capacidad musical. Tal vez, iluminado por el precepto bíblico de que nadie es profeta en su tierra, decide viajar hacia las Sabanas, y se queda en Sincelejo, emporio de música de bandas; y, sin olvidar sus raíces vallenatas, se nutre de estas influencias que fortalecen su capacidad musical, hasta el punto de alcanzar el distinguido título de maestro y máximo genio creador de canciones en el folclor colombiano. Sus coleccionistas afirman que tiene grabada más de 1.120 canciones. Su compañera sentimental por muchos años hasta su muerte fue Dulzaide Bermúdez, una mujer dulce como su nombre y la musa del hogar lleno de amor y ternura, hoy es una fiel defensora del legado musical del maestro Calixto. ///
DÉCIMAS AL CANTOR VALENCIANO (José Atuesta Mindiola)
I Este músico querido del folclor es patrimonio, su nombre Calixto Antonio, Ochoa Campo su apellido; por todos muy conocido, es un rey entre juglares, son bonitos sus cantares como lirio en madrigal; de su pueblito natal son famosos Los Altares.
II Su bello pueblo natal es Valencia de Jesús, sus ojos vieron la luz cerquita de un manantial; alegre cantó el turpial dándole la bienvenida, y Dios bendijo su vida con el don de hacer canciones, para llenar de ilusiones a las mujeres queridas.
III Siendo joven todavía se va para Sincelejo, como lluvia de gracejo se desborda en melodías: el Lirio rojo sería su primera grabación, y siguió la inspiración con charanga y paseaitos, y vallenatos bonitos que están en el corazón.
IV Como el cantor valenciano todo el mundo lo conoce, muy divertido es el goce de su canto El africano. Demostró ser veterano en música tradicional, tercer rey del festival con merecidos honores; entre los compositores Calixto es universal.
-El Rey Vallenato del año 1970 nació en Valencia de Jesús, corregimiento de Valledupar, el martes 14 de agosto de 1934, y siempre lo visitaron las musas para que hiciera canciones para poner de fiesta al folclor.-
La vida de Calixto Antonio Ochoa Campo, el hijo de Cesar Salomón Ochoa López, y María Jesús Campo Pertuz, estuvo llena de música o en otras palabras se la pasó regalando alegrías cantadas. Todo lo que giraba en su entorno lo pasaba a canción y en su registro aparecen más de mil 500, algunas de ellas quedaron inéditas en casetes que guarda su última compañera Dulzaide Bermúdez. En fin, ‘El negro Cali’, el hombre de la lengua activa que ablandaba cualquier corazón, el del ingenio popular, el compositor versátil que se paseó orondamente por los oídos del mundo vallenato, supo darle el toque preciso a su sincero amor al folclor.
No contento con eso en vez de entregar su hoja de vida, contó su biografía partiendo desde su tierra Valencia de Jesús hasta transitar por esos caminos de Macondo donde todo se convertía en realidad, como aquel hecho del calabacito alumbrador o cuando llegaban las horas de la tarde que le provocaba volver a los inolvidables sabanales. También aquella vez que soñó con tristeza su propia muerte, 36 años antes de suceder el hecho real.
Yo recuerdo que mi madre cuando yo estaba pequeño con sus trajecitos viejos me hacía mis pantaloncitos, cumpliendo con su deber pasando miles tormentos y así me fue levantando hasta que fui un hombrecito. Que así es la vida y que vamos a hacer, luchar y ser del buen corazón no se imaginan hoy los que me ven lo que luché para ser lo que soy.
Como cualquier sicólogo de pueblo, en una oportunidad Calixto Ochoa se puso a pensar en las vueltas de la vida, esas que nunca se quedan quietas, así el mar del olvido o las alegrías efímeras se unieran al silencio del recuerdo cuando los años van diciendo adiós.
Yo no me siento tan joven pero muy viejo tampoco, y ahora es cuando más disfruto de lo que a mí me domina porque cuando ya no pueda viviré con el consuelo que un tiempo disfruté de las cosas de la vida. Cuando el hombre está muy viejo es la horrible situación cuando mira una muchacha no más se muerde los labios, y le cae un desespero como el burro garañón con ganas y sin poder solamente malayando. Si señores es la vuelta de la vida Como es una jornada tan larga Hay que aprender a aguantar la caída.
Él, fue la estampa del hombre trabajador y que supo en el momento justo dedicarse a componer para dejar las huellas que marcaron su gran historia musical. Entre esas facetas un hecho que lo catapultó sucedió hace 50 años cuando se coronó como Rey del Festival de la Leyenda Vallenata presentando sus propios cantos: el paseo, ‘Muñequita linda’; el merengue, ‘Palomita volantona’; el son, ‘La interiorana’ y la puya, ‘Puya regional’. Lo acompañaron en la caja Olimpo Beltrán Peñate y en la guacharaca, Eliécer Amado Ochoa Herrera. En esa oportunidad en la mesa de jurados estuvieron Enrique Castro Palmera, Pedro Peralta, Darío Pavajeau Molina, Víctor Julio Hinojosa y Lácides Daza. Precisamente en cierta ocasión al indagarle a Consuelo Araujonoguera sobre Calixto Ochoa fue enfática en afirmar: “Calixto es extraordinario, es el representante de la clase vallenata que tiene sabor a tierra, a boñiga, a ganado, a campo, a trabajo, a sudor, a esfuerzo. Yo diría que Calixto Ochoa, es lo más auténtico dentro de la música vallenata”. De igual manera Jorge Oñate conceptuó. “Él, será inigualable y a través de sus canciones nos abrió un amplio campo en la música a los que iniciamos en esta brega. Fue todo un maestro del acordeón y de la composición que vivirá eternamente a través de su grandiosa y numerosa obra musical. Calixto, era el amigo que nunca dejó su humildad y manera amable de tratar”.
Afiche del 45 Festival de la Leyenda Vallenata homenaje a Calixto Ochoa, año 2012
El más merecido homenaje
A finales del mes de abril del año 2012 Calixto Ochoa Campo, recibió el más grande homenaje en el 45° Festival de la Leyenda Vallenata. Fue en vida el mejor regalo para el hombre que supo meterse en el pentagrama del mundo en forma de sabanales, lirios rojos, mujeres, pueblos, hechos reales y personajes que tenían su propia identidad. En el homenaje no tuvo a su lado su más grande cómplice, el acordeón, porque los dolores del cuerpo lo tenían alejado de la música, pero dijo: “Esto es indescriptible. Tantas muestras de cariño me hicieron llorar como un niño. Irrepetible, inigualable, Dios les pague a todos. Lo que más me gusto fue el entusiasmo del público”. Esa vez recordó que cuando ganó la corona en el año 1970 recibió como premio 10 mil pesos y se compró un reloj marca Ferrocarril de Antioquia. También antes de llegar a Valledupar para recibir el homenaje hizo una parada en su pueblo Valencia de Jesús. Sobre ese hecho trascendental expresó: “Regresar a mi pueblo fue un reconcilio con mi alma. Cada pedazo de esa tierra me hizo recordar la bella época donde nacieron mis primeras canciones y todo lo que significa el comienzo de mi vida”. En esa rápida visita a su pueblo viniendo de Sincelejo, donde se residenció por muchos años, fue sorprendido por una de sus paisanas al hacerle la petición a su señora Dulzaide Bermúdez, para darle un beso. Antes de que ella contestara el maestro no dudó en manifestar. “Para dar un beso no se pide ningún permiso porque el amor es libre. Démelo cuando quiera”. Ante la contundente respuesta los aplausos no se hicieron esperar y la paisana cumplió su cometido. Después del hecho cariñoso el maestro Calixto no se pudo contener sobre el papel de la mujer en su vida y aseveró. “La mujer marca la vida de todo hombre porque es la diosa del amor. Ya lo dije, que una casa sin mujer no es más que un infierno y añado, una casa sin mujer es como un velorio sin gente”. Enseguida exaltó a su compañera Dulzaide del Rosario Bermúdez Díaz, de quien anotó era su ángel. Estando conectado con la mejor nota del sentimiento hizo una rápida disertación sobre el amor al que calificó como lo más bonito de la vida. “Sin amor, no hay hombre feliz, ni mujer tampoco, porque la mujer se enamora igual que uno. En ese sentido yo creo que para todo se necesita el amor. El amor es el tren que nos lleva a ser felices, y cuando se descarrila la vaina se pone maluca”.
Calixto Ochoa y Dulzaide Bermúdez, una unión que perduró por 25 años
Secretos de Calixto
Dulzaide o “Dulsa”, como la llamada el maestro Calixto, estuvo a su lado durante 25 años. Esta mujer nacida en Villanueva, La Guajira, le conocía todos los horarios de su corazón siendo su guía a todo momento. Claro, que esos amores comenzaron en 1971, pero los interrumpieron por diversas causas, hasta que el destino los volvió a unir y fueron como dos tortolitos en un mismo nido. Ella, lo recuerda todos los días y visita con frecuencia su tumba en Valencia de Jesús. Teniendo la grabadora al frente sin pensarlo cuenta su historia de amor. “A Calixto lo conocí en el Festival Vallenato del año 1970 cuando se coronó Rey Vallenato. Lo observé tocando en un kiosco y me llamó la atención porque todos los aplaudían. Esa vez no pasó nada. Todo comenzó un año después y al poco tiempo como por arte de magia cada uno tomó su camino hasta que nos volvimos a encontrar”. Entrando en detalle sobre su amor eterno, manifestó que “era humanitario, noble, sencillo, cariñoso, respetuoso y principalmente una persona de pueblo. Nunca se dejó tocar por la fama”. Entrando en el campo musical destacó que todas sus canciones fueron vivencias y esa era su gran virtud, además que dejó grabadas más de mil 500 sin repetir letra, ni melodía. “Quedó una caja llena de casete con canciones iniciadas y casi al terminar. Chiflaba y grababa porque se le podía escapar la melodía”, agrega. En un momento el dolor aparece en medio de los recuerdos y señala que tuvo una hija con Calixto Ochoa, pero murió a los cuatro meses de nacida. Su nombre era María de Jesús. Deja un espacio para las lágrimas que no alcanzaron a huir ante el llamado del dolor. Al paso de los años ese dulce amor creció. Ella, conocía los secretos de muchas de sus canciones, citando a una joven que lo rechazó por ser negro. Esto provocó dos canciones: ‘Mi color moreno’ y ‘Negrito gracioso’.
El otro día me contaron que me odias por el color. Mi color moreno no destiñe, pero perdona mi equivocación.
Cuando yo la conocí no quería pisá en el suelo, y me ha despreciado a mí tan solo por solo por el color.
Seguidamente Dulzaide profundizó dando a conocer que a Calixto Ochoa lo dominaban las películas del actor mexicano Mario Moreno, Cantinflas, que las veía en el teatro Cesar. Para lograr tener la plata de la entrada y como trabajaba en la finca de Lucas Monsalvo, cortaba leña aparte y la dejaba donde una amiga para que la vendiera. Además, sus ídolos en la música vallenata fueron Andrés Landero y Alejo Durán. De ellos, les gustaba como interpretaban las canciones, ‘Flamenco’ y ‘El chevrolito’. Lo hacían llorar.
Despedida de la vida
En el año 1969 Calixto Ochoa compuso la canción ‘Sueño triste’ en la que cuenta la historia que vivió en su pensamiento y la muerte con todo su misterio fue la protagonista. Y añadió más renglones del sueño raro y triste cuando se imaginó muerto y todos comentando tan bueno que era el difunto.
Yo recuerdo que le dije déjeme vivir otros años, pero esto fue un sueño triste porque desperté llorando.
El hombre que le pidió permiso a la muerte para demorarse 36 años más en la tierra, nunca le tuvo miedo y hasta en varias canciones se dio el lujo de exponer su concepto. En la canción ‘La plata’ revela que la vida es un sueño y antes de morir hay que disfrutarla a lo máximo.
Si la vida fuera estable todo el tiempo yo no bebería ni malgastaría la plata, pero me doy cuenta que la vida es un sueño y antes de morir es mejor aprovecharla.
También hizo un paseo por la conclusión de los días del ser humano, y sentó una cátedra de cómo la vida es un perfume al viento que siempre se nos va, y que de nada vale en el mundo tanto orgullo si todo se vuelve nada.
Se acaba la vida se acaba el misterio cuando uno se muere ya no vale nada, aquí vale igual un pobre pordiosero que el más ilustrado de la sociedad. Solamente el cementerio nos da un alojo mientras que todo se vuelve polvo hasta que al fin ya no somos nada.
La última noche de vida del maestro Calixto Ochoa fue diferente. Estando en la clínica, Dulzaide Bermúdez le dio la despedida sin pensar que lo hacía. “En un momento que lo noté tranquilo no sé cómo se me ocurrió eso. Comencé a bailar y a cantar alrededor de la cama esa bella canción ‘Los sabanales’. Él, se limitaba a sonreír, a seguirme con la vista y cuando terminé me aplaudió”.
Cuando llegan las horas de la tarde que me encuentro tan solo, y muy lejos de ti… Me provoca volvé a los guayabales de aquellos sabanales donde te conocí.
Hace una pequeña parada en el relato y continúa. “Al ver esa acción le regalé un beso en la frente. A cabo rato se quedó dormido”. En este momento regresan las lágrimas al recordar que pasadas pocas horas la llamaron a decirle que el maestro había partido para la eternidad. Eso fue en Sincelejo la madrugada del miércoles 18 de noviembre de 2015. Así pasó todo. Lo claro es que la grandeza de Calixto Ochoa no tiene comparación y el acontecimiento de su vida se inició en Valencia de Jesús hace 86 años, el cual tiempo después él mismo lo reseñó en la canción, ‘La escuela del poder’.
Calixto Ochoa, escribió su propia historia teniendo como compañera permanente a su acordeón
Fue un placer muy fabuloso pa’ la buena madre mía, la cigüeña en ese día le dio un regalo precioso y a Dios Todopoderoso ella siempre le pedía, por la salud del retoño hijo que tanto quería.
Calixto Ochoa Campo, posando con su consentida, el acordeón
Calixto Antonio Ochoa Ocampo, que era su nombre completo, nació en Valencia de Jesús (Cesar), el 14 de Agosto de 1934, y falleció en Sincelejo (Sucre) el 18 de Noviembre de 2015.
«El viejo Cali», como lo llamaban cariñosamente sus amigos fue un gran Compositor, Cantante, y Acordeonista.
Se dio a conocer en nuestro país cuando, en el año de 1961, conjuntamente con Alfredo Gutiérrez, Eliseo Herrera, y otros artistas, fundó la famosa agrupación conocida como «Los Corraleros de Majagual», con la cual grabó sus obras más conocidas.
Fue, además, coronado como Rey Vallenato en el año de 1970 y fue maestro en el Acordeón, de quien es precisamente conocido como «El rebelde del acordeón», su amigo Alfredo Gutiérrez Vital.
Quiero que recordemos musicalmente al gran Calixto con los siguientes temas, todos de su inspiración, y todos en su afinada voz:
1-«El africano»: El cual fue, sin lugar a dudas, un gran éxito, tanto a nivel local como internacional,
2-«El calabacito alumbrador«:
3-«Los sabanales»: Fue su obra más conocida, y también, según palabras de Calixto, su preferida,