La belleza, el entendimiento e interpretación del mundo que nos rodea, el tratamiento del material y la utilidad de producto final, son algunas de las variables que debe conocer un orfebre.

Las piezas de oro que observé la tarde anterior cuentan con todos estos elementos. Exquisitos collares que con gusto pagarían el precio que fuera algunas o algunos aficionados a la moda de vanguardia. Algunos pendientes elaborados con finas hebras doradas, otros que alcanzan la mejor abstracción geométrica.

En algún momento sentí estar o en una tienda de algún joyero exclusivo o bien en una exposición de arte moderno. Pero las etiquetas y explicaciones al lado de las vitrinas ubican bien al visitante: estamos ante un pedazo de la Colombia cuando no se llamaba así y cuando aún no hablaban el florido y armonioso español que ahora hablan.

Tolima, Nariño, Cauca… Son nombres que había escuchado en boca de amigos colombianos orgullosos de su tierra, o en las páginas de alguna novela de García Márquez o Jorge Isaacs. Estos nombres son el reclamo de estas piezas; de sociedades que habían desarrollado una cosmovisión propia y cuya capacidad de interpretación plástica sería la meta de muchos artistas de la actualidad.

La exposición que permite reflexionar sobre la riqueza latinoamericana es “Oro Sagrado” , una muestra del Museo del Oro del Banco de la República de Bogotá y que está afincada en el Museo de las Bellas Artes de Bilbao. Merece la pena reservar una tarde de estas para ofrecer deleite a nuestros ojos y mentes, con arte de miles de años atrás. La exposición se acaba a principios de setiembre.

Una anotación final: si bien los habitantes de Colombia ya no usan caminar cubiertos de estas joyas doradas, tal como lo describió un explorador español (para deleite de algunos buscadores de oro y riquezas), precisamente la riqueza de los colombianos reside en su calidez y su mente distintivamente creativa. La creatividad es un sello de Colombia, ya lo sabía García Marquez que con su descripción del imaginario colombiano ganó un Premio Nobel y creo un género nuevo: el realismo mágico.

Fuente:

América en el Botxo