EL HIJO DEL CACIQUEY LA LIBERTAD CREATIVA

Por: Donaldo Mendoza

«El hijo del Cacique» es el título–fachada de la nueva serie de televisión. Ese título es el debido gancho para vender el producto (rating). Puertas adentro el productor, guionista, director… disponen, una vez negociados los derechos, de la libertad creativa para el montaje de la historia: con algo de realismo y mucha ficción o invención. El resultado es un melodrama con un final que depara alguna catarsis. Y con un objetivo básico: entretener.

La historia del protagonista es puesta en el marco de un entorno cultural, que de alguna manera él representa. Quienes hoy somos mayores de 60 años recordamos las radionovelas de las décadas del 60 y 70, el argumento era muy similar a la telenovela de hoy; es decir, con un personaje protagonista que interpretaba el imaginario popular: la muchacha pobre y sufrida que con talento, esfuerzo y algo de suerte compra una máquina de coser y se convierte en una exitosa empresaria («Simplemente María)». Una historia que robustecía la autoestima y los sueños de muchas jóvenes humildes. Aquellas radionovelas alcanzaban audiencias inmensas. Y son las mamás de las actuales telenovelas, con idéntico ADN.

Los hacedores de este tipo de producciones no improvisan. Se desplazan a los lugares que dan origen a la serie televisiva; se surten del variopinto universo de usos y costumbres de la región; lo necesario para dar cuerpo a toda clase de peripecias, con ingredientes de intriga, conflictos, suspenso y misterio. Quizá en la vida de Martín Elías la brujería y los hechizos no estuvieron; pero ¿cómo negar que el dinero y la fama están exentos de esa presencia?, cualquier cosa es capaz de hacer la envidia o el resentimiento. Y no es cierto que la hechicería es cosa del pasado. Aún se escucha que «las brujas no existen, pero que las hay, las hay».

Que el trago y toda clase de estimulantes están presentes en el entorno de los artistas exitosos y famosos, es innegable. Que al dinero, al éxito y la fama le son consanguíneos el machismo, la infidelidad y aun la violencia intrafamiliar, ¿quién lo niega? Vivo en un lugar distante de Valledupar y mis visitas al Cesar son espaciadas (cada dos años); pero en las veces que voy escucho cuentos de maleficios y otras yerbas, que ya se ven como tópicos propios del paisaje.

Es cierto que esos tópicos a veces los exageran en el culebrón televisivo, hasta volverlos caricatura. Pero hay que tener en cuenta que la caricatura y otras exageraciones son formas legítimas de comprender e interpretar la realidad. Por algo la hipérbole es una de las figuras más relevantes del realismo mágico (ver Cien años de soledad). Algunos gestos, actitudes y expresiones de Diomedes Díaz, un espejo los devuelve con el histrionismo de la caricatura.

En fin, no veo motivo para el escándalo en este seriado, basado en la vida y circunstancias de «el gran Martín Elías» y su entorno cultural. Discernimiento y distanciamiento ayudan a comprender mejor esta y otras series de televisión. Creo que fue André Gide quien dijo que con buenas intenciones solo se puede hacer mala literatura. Y Rousseau nos hizo entender que los seres humanos somos dados a mantener oculto todo aquello que causa vergüenza. Claro que se puede ver la entretenida novela «El hijo del Cacique», y cada quien que lo haga con los filtros que quiera.

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Donaldo Mendoza

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