DERECHOS SÍ, PERO TAMBIÉN DEBERES

Por: Donaldo Mendoza

En el último mes ha sido noticia nacional el caso de un profesor de Pereira que ‘trató mal’ a un estudiante de un instituto técnico. Lo más reciente es la apertura de investigación que adelantará la personera de esa ciudad, Sandra Lorena Cárdenas. “Investigación contra el docente y un proceso de acompañamiento a los jóvenes y sus familias”. Esta novedad da lugar a otra noticia: las circunstancias que en estos momentos han vuelto bastante riesgosa la labor educativa de los docentes colombianos.

A este último tópico quiero referirme. En efecto, el propósito no es salir en defensa del profesor de Pereira, ni tampoco mostrar como culpable al estudiante. El problema surgido sí revela novedades en el salón de clase, muy inquietantes e inéditas cinco o seis años atrás. Trabajé durante 38 años en un colegio oficial, y me retiré hace tres, con los 65 años cumplidos. Me tocó en suerte la hostil novedad, con visos ya de generalizarse en poco tiempo: los celulares. Hasta el estudiante más pobre tiene hoy un móvil. El ambiente de clase se ha ido enrareciendo, especialmente para los docentes, que ven cómo su labor pedagógica va perdiendo el pulso con el facebook y el whatsapp de los ocupados estudiantes; al grado que, el dicho de ‘arar en el desierto’ dejó de ser una expresión metafórica para convertirse en una perturbadora realidad.

Las formas tradicionales de indisciplina, que con la experiencia el docente sabía cómo manejar, fueron reemplazadas por el uso inoportuno del celular, en clase, por parte de los estudiantes; con prácticas que superan cualquier malicia del docente. Por ejemplo, apoyado en la carencia de respeto (valor que hoy parece anticuado), un díscolo estudiante se pone de acuerdo con otros para provocar al profesor. La treta del travieso estudiante da resultado cuando el humano profesor reacciona, a veces de manera análoga a como lo hizo el profesor de Pereira, y esa reacción queda grabada en dos o más móviles, como la ‘prueba reina’.

Dejo sobre el escritorio esta «novedad», que se vivencia en los salones de clase, a fin de darle luces a la personera de Pereira, en su investigación “contra el docente” y su “acompañamiento” a estudiantes y padres de familia como actores supuestamente inocentes. Si la personera Sandra Cárdenas limita su «investigación» solo a la parte culpable, en adelante el problema que pretende enmendar, con la eventual sanción legal del profesor, se tornará más grave: con estudiantes más ‘empoderados’, y con algunos padres que no asumen la crianza y la formación de los hijos en virtudes y valores éticos.

Vale subrayar que el ambiente escolar venía ya deteriorándose desde que entró a funcionar el Código de Infancia y Adolescencia (Ley 1898 de 2006), que priorizó los derechos y dejó en la sombra los deberes. Esa circunstancia obliga a que las investigaciones no se hagan solo “contra el docente”, sino que se extienda a las causas que hoy han puesto en la picota al profesor de Pereira. También es tarea prioritaria del MEN y las Secretarías de Educación de todo el país. Hoy, más que academia, los niños y adolescentes necesitan una equilibrada formación en derechos y deberes.

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Donaldo Mendoza

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