PRÓLOGO:
José Portaccio Fontalvo pertenece a una brillante saga familiar barranquillera. Cuatro de sus hermanos son educadores como él. El mayor, Alberto Luis, fue, además de maestro de escuela, un destacado locutor de noticias en la radio. Rosny es cantante, músico y compositor, además de profesor. Y él mismo ha sido control de sonidos, locutor y libretista en diversas emisoras de Barranquilla y Bogotá.

Es curioso. José lleva más de 40 años viviendo en Bogotá, consagrado a la enseñanza de generaciones de bogotanos, está casado con una bogotana y sus hijos han nacido en la capital pero él mantiene intacta, y ello se nota en la voz grave, de presentador de boleros, una orgullosa, irrenunciable ciudadanía caribe.
José Portaccio Fontalvo es un hombre cálido, comunicativo, abierto a todas las formas de la cultura. Un costeño culto que no hace aspavientos para que la gente se dé cuenta de lo mucho que él sabe. Si se lo pregunta, te hablará con autoridad de los orígenes del danzón cubano. Pero en las pausas, que otros utilizamos para respirar, él estará pendiente y comentando la canción que suena en su tocadiscos. Con seguridad alguna rareza que nadie encontrará en las tiendas de discos ni en las emisoras más antiguas del país. José es uno de los más conocidos coleccionistas de discos de Colombia.
Todo este bagaje, esta insaciable curiosidad intelectual enfocada en la música colombiana, es la materia prima, la materia gris, con que José se lanza, cada cierto tiempo, a la averiguación seria, profunda, de nuestras raíces folklóricas.
De este trabajo investigativo han salido obras ya clásicas en la bibliografía musical colombiana.
«Personajes, Versos y Canciones en torno a una escuela» se tituló su ópera prima y fue prologada por el inolvidable Otto de Greiff. Más tarde se entregaría a su más ambicioso proyecto editorial:»Colombia y su Música», un estudio documentado de las canciones y fiestas de las diversas regiones de Colombia, del cual han aparecido los tres primeros volúmenes, dedicados a nuestras dos costas y San Andrés y Providencia, a la Región Andina y al Llano. José es además autor de las biografías de Lucho Bermúdez y Matilde Díaz.
Y ahora aparece esta sorprendente recopilación de los boleros y boleristas de la costa caribe. Con el pretexto de hablar del bolero costeño, José nos cuenta toda la historia del bolero. Desde sus comienzos en Cuba con la canción inaugural «Tristezas», del santiaguero Pepe Sánchez, de ello hace ya más de un siglo, hasta los grandes cultores en Puerto Rico, México, Argentina, Chile, Venezuela, Panamá y otros países latinoamericanos. Y, por supuesto, Colombia.
Nadie más autorizado para escribir una obra como ésta. En esa época de locutor, Portaccio conoció personalmente y presentó a las más grandes figuras del bolero en América.
En su libro, Portaccio Fontalvo habla primero de los compositores y cantantes colombianos de la región andina. Nos cuenta que «Te amo», de Jorge Áñez fue el primer bolero escrito en el interior del país. Y cita, claro, a los infaltables: Jame R. Echavarría, Álvaro Dalmar, Carlos Julio Ramírez, Alberto Granados, Victor Hugo Ayala, Alberto Osorio, Luis Ángel Mera, Lucho Ramírez, entre otros.
La temática del bolero caribe colombiano, investigado a fondo por Portaccio en su libro, gira en torno del amor, como en el resto de Colombia y en los demás países de América Latina. Pero el compositor costeño mete su historia de amor dentro de un paisaje. El barranquillero Rafael Mejía Romani, uno de los maestros del género, es su ejemplo.
En 1950 le compuso a su novia de entonces, los versos de un bolero inmortal:
«Mientras me quieras tú
no me importa que el sol
se quede sin luz
ni que se seque el mar...
«Mientras me quieras tú
lo mismo a mi me dá.
vivir sin sol sin mar,
sin cielo y sin luna
mientras me quieras tú».
Mejía nunca ha dejado de componer y de cantar boleros. Todavía, a sus más de 80 años, acude una que otra noche con su trío a la ventana de alguna muchacha barranquillera, a ablandarle el corazón por petición de un amigo o encargo de un cliente trasnochador en plan de conquista. La serenata sigue siendo una de las más resistentes tradiciones de la cultura caribe.
Por eso, gran parte de los boleros costeños nacieron en esa mágica atmósfera nocturna de las serenatas. Entre guitarristas que bordonean y borrachos perniciosos. En el centro del grupo, debajo de la ventana, el enamorado se ha aflojado la corbata y abraza a sus últimos aliados, Agustín Lara y Rafael Hernández, confiado en que ellos le harán el milagro.
El resto de la historia y de las historias, no lo cuenta en el libro José Portaccio Fontalvo entre lejanas guitarras nocturnas que nos acompañarán en las próximas páginas. ¿Ya las está oyendo?
Andrés Salcedo González