Por: Jorge Eliécer Otero Fernández.
En la galaxia musical es difícil encontrar un artista más completo e idóneo que Gilberto Alejandro Durán Díaz; es que su trascendencia no sólo radica en las variadas letras compuestas e interpretadas en su carrera, se trata de una persona íntegra que además de ser un excelente artista, es el juglar que dio a conocer este folclor caribe por distintas regiones del país. La costa fue la que más conoció, pero llegó también a departamentos como Antioquia y Tolima, donde la música vallenata era poco escuchada o ni siquiera se conocía.
Para el año de 1949, el Negro Alejo tomó su pedazo de acordeón, empacó unos trapos viejos y emprendió una odisea artística por tierras lejanas nunca antes exploradas por otro cantante de música vallenata, esa fue una actitud desafiante propia de verdaderos héroes musicales; así fue como el folclor vallenato se fue reconociendo a nivel nacional y años más tarde se consolida en el ámbito internacional.
Parece que se le hubiese encomendado una “misión imposible”: llevar la música de acordeón a tierras lejanas sin importar la discriminación racial, social y económica de la época. Esa no era una tarea para personas débiles, era una cruzada musical propia de guerreros culturales, de artistas que engrandecieron el folclor vallenato, hasta llevarlo a ser considerado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), ese día martes 1 de diciembre de 2015.
Desde la época que inicia la odisea artística más importante para el género vallenato, el maestro Durán, comienza a componer e interpretar canciones dedicadas al amor y el desamor, a los pueblos que iba conociendo, amistades viejas y nuevas, quejas existenciales, criticas sociales, la naturaleza, el mundo campesino, las costumbres regionales y los fenómenos socioculturales, por decir algunas temáticas.
Tal vez, la temática preferida por el Gran Alejandro Durán podría estar relacionada con el binomio: “amor/desamor”; los dos elementos inmateriales que dan origen a la vida según el filósofo Empédocles: el amor y el odio; estos dos sentimientos son el aliciente y la fuente de inspiración de muchos compositores.
Entonces, crea y canta letras cargadas de sentimiento donde el amor es la raíz de todos sus males, tristezas, triunfos, anhelos y alegrías, por ejemplo: “039”, “El mejoral”, “Tengo un dolor”, “La trampa”, “Amor comprado”, “Deja que la gente diga”, “Mírame fijamente”, “Tu traición”, “A mí no me consuela nadie”, “Estoy enfermo”, “Ya lo sabes corazón”, “Tristeza”, “Cállate corazón”, “Ojos bellos” y “Fidelina”; esta última es un himno al amor imposible, inspirada por la mujer que se dice fue su primera musa en 1945, con ella se quiso casar, pero la madre lo impidió y más nunca supo de su primer amor: Fidelina.
Una temática que siempre lo acompañaría en su larga y exitosa trayectoria, tiene que ver con los pueblos donde había vivido y otros que iba conociendo; le canta a sus tierras adoptivas que lo amaron como hijo nativo, y que él destacaba en cada una de las entrevistas que le realizaban. Entre estas canciones tenemos: “Planeta Rica”, “La Fortuna”, “Los Manguitos”, “Pal Oriente”, “El Paso”, “Altos del Rosario”, “Ayapel”, “Chimichagua”, “Trementino”, “La quema de Rusia”, “Canto al Tolima”, “Lo que pasó en Montería” y “Santa Marta Antigua”.
Para el año de 1962, Alejo llega a Planeta Rica (Córdoba), donde conocería a los hermanos José Manuel y Apolinar Lozano, quedándose a vivir el resto de su vida en la tierra de El Pital, componiendo las 4 primeras canciones que se mencionaron, una con el nombre del municipio adoptivo, otra con el nombre de uno de sus caseríos, la siguiente con el de una vereda y la cuarta en la lista se la sacó a su mejor amigo José Manuel, dueño de la Hacienda El Oriente, donde el artista cultivaba arroz, maíz, yuca y ñame en unas tierras que le prestaba el ganadero.
«Los Manguitos» fue una canción de las más sentidas del Negro Alejo, en ella menciona a uno de los mejores artistas del pueblo llamado Lucho Campillo; además, a un gran amigo finquero de nombre Andrés Álvarez Vergara, al que llamaban «Andresito» y con quien tuvo una firme amistad. Tanta era la confianza con el dueño de la finca, que el cantante antes de iniciar el toque se ponía a hacer queso al estilo cesarense.
La afición por la musa inspiradora, la mujer, lo lleva a interpretar y componer un sin número de letras con nombres de féminas, en su mayoría amigas o parejas sentimentales, tales como: Cata, Joselina Daza, Saturnina, Evangelina, Altagracia, Juliana, Toñita, Raquelita, Estercita, Enriqueta, María Clara, Maruja, Rosa Elena, Rosario, Liza, Patricia, Rosita, Amparito, Petrica, Miriam Osorio, Rosalbita, Pablita, Nacira, Alicia Adorada y Sielva María.
Las dos últimas canciones, aunque son de otros compositores, fueron rotundos éxitos musicales: “Alicia Adorada” un son de Juancho Polo Valencia y “Sielva María” un paseo de Germán Serna; en ambas se nota la predilección del rey vallenato por letras que divinizaban al género femenino, que las ponían por encima de cualquier otro fenómeno social, cultural o natural.
Varias de sus hazañas siempre tuvieron un coequipero, un compadre, amigo o compinche, de esos aliados que siempre están ahí cuando más se necesitan; entonces le canta a sus amistades en canciones como: “Compae Heleodoro”, “Escalona se está apoderando”, “Compae Nacho”, “Compae Chemo”, “Compae Victo”, “La fiesta de Mario López”, “Joche Abdala”, “La muerte de Juancho”, “El compadre Pancho”, “Los cuatro parranderos”, “La candela viva”, “Fredy Molina”, “Compadre Polo”, «Liza», “Augusto Daza” y “Mensaje a Nelson Enrique”.
Tal vez víctima y testigo presencial de algunas injusticia sociales propias de las décadas en que inicia y termina su vida y obra musical, el Primer Rey Vallenato cree necesario cantarle y componerle a la protesta social; por esta razón opta por grabar: “Lamento de un negro”, “Plegaria vallenata”, “Los hermanos negros”, “Suerte negra”, “Como plata no tengo”, “Mala humanidad” y “El Indio Sinuano”; esta última letra, es quizá la canción más reconocida de tinte social cantada por el juglar, compuesta por el escritor y compositor cordobés David Sánchez Juliao.
Sus crisis y angustias personales, normales en todo ser humano, lo llevaron a crear canciones con tilde existencialista y vitalista, donde refleja sus debilidades y fortalezas mentales para salir de algunas situaciones problémicas inherentes al hombre; así, graba las letras: “Son pesares”, “El mejoral”, “Cuerpo cobarde”, “Pena y dolor”, “Plegaria vallenata”, “El llanto de mi acordeón”, “Nube viajera”, “Unos cantan por cantar”, “Pedazo de acordeón”, “Amor ingrato”, “Déjame llorar”, “Nostalgia vallenata” y “Se muere Alejo”.
Sin embargo, uno de los temas que más agradó al gran Alejo Durán, fue el relacionado con la naturaleza y las costumbres campesinas, sin dudas que siempre se sintió un hombre rural, que por mucho que conoció la vida citadina, nunca pudo olvidar esas raíces labriegas; es entonces cuando interpreta y canta: “Atardecer sinuano”, “La mujer y la primavera”, “El Playonero”, “Caminito verde”, “El vaquero”, “El verano”, “Caminito triste”, “Lengua planetera”, “El chinchorrito” y “El palco».
Ese escenario campestre, donde transcurre toda su infancia y adolescencia en el municipio de El Paso, iba a marcar indeleblemente la vida del artista vallenato; su vida rodeada de animales de granja y aves domésticas lo marcarían para siempre; entonces, haría y cantaría varias composiciones: “El caballo Pechichón”, “Perro negro”, “La puerca pollera”, “El gavilán pollero”, “El tigre”, “La perra”, “El gavilán guamero”, “Gavilán javao”, “El tigre de la montaña”, “Palomita”, “El perro de pabayó”, “El tigre de la Pacha”, “El caballo pinto”, “Toro chibolo”, “El perro pabajeau” y “El pájaro carpintero”.
Sin vanagloriarse hace referencia a su talento, destrezas y capacidad para sacar letras sentidas, interpretar canciones con el corazón y ejecutar magistralmente su pedazo de acordeón; en canciones como: “Entusiasmo a las mujeres”, “Mi puya”, “Cada Vez que me enamoro”, “Adiós festival”, “La puya vallenata”, “Ese negro sí toca”, “Mi estilo”, “Sabor vallenato”, “Quiero hacer un paseo”, “La cachucha bacana” ”Para saber tocar acordeón” y “El leñazo”.
Para muchos estudiosos del vallenato, esa versatilidad en la facultad creadora del legendario y mítico Alejandro Durán, lo llevan a ser considerado el más grande exponente de este hermoso género musical; sin embargo, lo prioritario que se desea expresar es que el “Juglar Negro” sigue siendo uno de los grandes patriarcas de este bello arte musical, al cual se le debe valorar, respetar y seguir difundiendo en las nuevas generaciones, todo para que nunca muera el vallenato real.

Mi compadre, excelente narrativa de la vida y obra del más grande artista de la música vallenata que ha dado nuestra querida patria.
Mi respeto y admiración por usted.
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