Alberto Fernández Mindiola, una larga vida llena de cantos y recuerdos

Crónica

El hijo de Atánquez, Cesar, a sus 94 años guarda calcadas en su memoria las más grandes añoranzas de su largo trajinar por la vida y el canto vallenato-

Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv

El legendario cantor de Atanquero vive agradecido con la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, por el reconocimiento recibido en el año 2019

Al otro lado de la línea el legendario cantante Alberto Fernández Mindiola hablaba pausado y antes de aceptar las preguntas manifestó. “Hoy no voy a cantar porque estoy de luto”. Todo debido a que su amada esposa Olga Elisa Ramírez de Fernández, murió el 14 de agosto de 2020. Ante esa razón de tristeza no se podía hacer nada.

Una excusa poderosa para no realizar lo que tanto le gusta porque ante el corazón acongojado se desvanece cualquier canto como los interpretados en su larga carrera musical.

“Ella quien me acompañó por 70 años se fue para el cielo dejándome tres hijos”. Enseguida citó sus nombres completos. “Beatriz del Socorro Fernández Ramírez, Aida Karime Fernández Ramírez y Alberto José Fernández Ramírez”.

Antes de avanzar en la charla Alberto Fernández volvió a traer a la memoria a su eterno amor. “Con mi esposa Olga Elisa Ramírez, tuvimos un amor fiel e irrepetible que solamente la muerte acabó”.

Siguió anotando que su esposa fue el motor de su inspiración para el canto, a quien premió con una fidelidad absoluta. Terminando de entregar esta declaración se acordó de una anécdota con el maestro Rafael Escalona, al que inicialmente le interpretó todas sus canciones.

“Una vez al maestro Rafael Escalona intenté reprenderlo para que se ajuiciara en asuntos de mujeres y resulté regañado. Me pidió más bien que me avispara y dejara de estar dándoles consejos a los demás. En ese momento me dí cuenta que cada quien tiene su manera de pensar, de actuar y de amar”.

El cantor Kankuamo quien reside en Bogotá desde el año 1950, nació el jueves siete de abril de 1927, en Atánquez, Cesar, “El pueblo más bonito del mundo”, como lo recalca en su decir y sentir. De todas maneras hace apenas dos años que no va a su querida tierra, pero no se cansa de recordarla y recorrerla a través de sus palabras.

Es así como describió en detalle su lugar de nacimiento. “Atánquez, pueblo cercano a Valledupar, tiene al frente el cerro de Juaneta, en forma de seno de mujer joven. Este cerro es imponente, fértil y seductor donde brotan torrentes de aguas limpias y frías. Tan frías que incluso queman la piel de quien se baña, y por eso los aborígenes Kankuamos lo llamaron Candela”.

Precisamente, cuenta que su mamá le dio sus primeros teteros con agua de ese histórico río, y que desde entonces sus cuerdas vocales entraron en el calor y la vibración de aquellos cantos con los que a muy temprana edad comenzó a sorprender al lado de la guitarra de su tío Gonzalo Mindiola, con quien interpretaba rancheras, tangos y boleros.

“Desde siempre la música fue lo mío estando en Atánquez acompañado de Hugues Martínez, Pedro y Marcos García, Juan Francisco Mindiola, Juancho Sarmiento y Eduardo Urrutia”. Además, allá ví tocar a los acordeoneros Abraham Maestre, Agustín y Marcos Montero, entre otros, quienes aprendieron con José León Carrillo Mindiola, el muchacho aquel que los curas se llevaron desde mi tierra a los seminarios europeos conociendo ese instrumento de pitos y bajos que lo hechizó”, cuenta con total certeza Alberto Fernández.

Con el recuerdo con las luces prendidas continuó diciendo. “José León Carrillo Mindiola, lo aprendió a tocar y un día se voló del seminario con su sotana y el acordeón regresándose a su querido terruño. Toda una proeza que Dios le perdonó”.

Alberto Fernández, fue el primero en dar a conocer los cantos del maestro Rafael Escalona

Alberto Fernández frenó la historia de aquel famoso acordeonero y se regresó a hablar de su pueblo, pensando regresar pronto para tomarse un exquisito tinto a las cinco de la mañana, cuando la luz de la aurora esté a punto de pedir permiso para aparecer en el firmamento en medio del canto de los gallos.

Sin dar tantas vueltas aseveró. “Mi pueblo, es un territorio hermoso rodeado por dos ríos, El chiskuinya y El candela. Sus calles son todas empedradas y sobre muchas de ellas corren las aguas de muchos arroyitos como Zapotuskua, El chorro, y El arroyito azul. Allá se encuentran unas frutas que son propias de ese territorio como el sasao, las rabiacanas y las manzanas de la montaña. Por cierto ya están en vías de extinción, pero yo las tengo intactas en mi sabor y en mi recuerdo perenne”.

No paraba de contar sobre su bello pueblo. “También en Atánquez se hacen las panelas más grandes y deliciosas del mundo. Se hacen con coco, jengibre, queso y limón. De igual forma se preparan los exquisitos alfandoques que vienen bien mercochados y envueltos en majagua directamente de los trapiches kankuamos. Además, se tejen hermosas mochilas de fique y de lana de ovinos que son conocidas como mochilas kankuamas”.

El cantante de un metro con 80 centímetros de estatura, de ojos azules, herencia de su abuelo José Antonio Mindiola, de procedencia holandesa, siguió extasiándose con los recuerdos de sus padres Luis Fernández y Beatriz Mindiola, él joyero y ella de hermosa voz que le enseñó los primeros pasos en el canto.

Cuando se le preguntó sobre sus grandes gestas musicales, pidió permiso para contar una historia sucedida en su pueblo que denominó como, “Los giros de la vida”.

“Una vez estuve en la finca llamada Sevilla y el propietario Jacob Lúquez notó mi interés por los gallos finos, convenciéndome para que me convirtiera en el adiestrador de sus gallos. Desafortunadamente, el primer día de estar en ese oficio me enredé con un bejuco, dí un brinco y caí sobre la pata de uno de los gallos y se la partí. De inmediato me volé y todavía me andan buscando para ir a entablillar aquel pobre animalito”, señaló sobre aquel curioso suceso.

Los cantos de Escalona

Cerquita de Atánquez queda Patillal, la tierra del maestro Rafael Escalona, y precisamente Alberto Fernández jugó un papel preponderante al interpretar por primera vez sus canciones.

Siendo muchachos se encontraron en las aulas del Colegio Nacional Loperena donde cada uno expuso sus virtudes para el canto y la composición, respectivamente.

Centrado en la vida de Escalona expresó. “Desde que nos conocimos en Valledupar, en el Colegio Nacional Loperena por allá en el año 1943, él me confió sus primeras obras para que las cantara y las diera a conocer inicialmente en el ámbito regional, después a nivel nacional e internacional, tal como sucedió. Desde entonces pasaron una a una por mi garganta todas sus canciones, hecho que siempre agradecí por la confianza que me brindó”.

En ese instante el entorno giraba alrededor de esos cantos llenos de historias pueblerinas donde aparecen una serie de personajes.

“De esa manera se las dí a conocer al guitarrista Guillermo Buitrago y las interpreté con Bovea y sus Vallenatos. Aquella vez me encontré en Barranquilla con Julio Bovea, en una de las esquinas de la Iglesia San Nicolás y le conté que me sabía todas las canciones de Escalona. De ahí nació todo ese glorioso suceso musical que llegó a muchas partes del mundo, especialmente a la Argentina, donde duré cantando a lo largo de 10 años”, cuenta con conocimiento de causa Alberto Fernández.

En el disco duro de su memoria tiene todos los hechos que han rodeado su vida musical y no sorprende que los narre con una precisión de relojero. Así lo contó.

Bovea y sus Vallenatos marcaron su propia historia en Colombia y el exterior

“En 1948, como acto central del Hotel Granada, Bovea y sus Vallenatos conmigo en el canto, nos convertimos en el primer grupo vallenato con guitarras en trabajar en Bogotá. Además, la grabación de ‘Cantos Vallenatos de Escalona’, para el sello barranquillero Tropical, determinó para el trío su consagración definitiva”.

Cuando se le indagó con cuales canciones de Rafael Escalona se quedaba, porque además de cantarlas conocía su historia, anotó. “Me gustan todas, pero como hay que escoger varias me quedo con ‘La casa en el aire’, ‘El testamento’, ‘El almirante Padilla’, ‘El mejoral’, ‘La custodia de Badillo’, ‘La Maye’, ‘La Patillalera’, ‘El general Dangond’, ‘El pirata del Loperena’, ‘Elegía a Jaime Molina’, ‘Honda herida’, ‘La brasilera’, ‘La vieja Sara’, ‘El arco iris’ y ‘La creciente del Cesar’.

Después dijo que la canción que más le gustaba del maestro Escalona era ‘La custodia de Badillo’ y expuso su razón. “Rafael Escalona era un excelente narrador que sintetizaba todo con un gran ingenio de letra y música. De esa manera traspasó fronteras con la historia del hurto de la custodia del pueblo de Badillo, que se lo achacaron a un ratero honrado. Lo demás está plasmado en la canción”.

Cerró ese capítulo diciendo: “La obra de Escalona le abrió el camino a la música vallenata recorriendo todo el mundo, y en algo contribuí para hacerlo realidad, una realidad que sigue vigente a pesar del paso del tiempo”.

Te olvidé’, himno del Carnaval de Barranquilla

Enseguida entró a narrar historias tras historias y expresó que integró otras agrupaciones como Don Américo y sus Caribes, Alberto Pacheco, Edmundo Arias y la Sonora Curro de José María ‘Curro’ Fuentes.

“Precisamente estando con Curro Fuentes, tuve la fortuna de grabar en el año 1954 la primera versión de ‘Te olvidé’, el tema clásico de Antonio María Peñalosa, que sigue siendo el himno del Carnaval de Barranquilla”.

Se emociona y sin parar contó todo lo que sucedió hace 67 años. “Me encontraba en los estudios de la emisora Nuevo mundo de Bogotá, haciéndole coros a una canción de Celia Cruz. Después de eso la orquesta estaba esperando al cantante Tito Cortés para grabar la voz de la canción ‘Te olvidé’, pero él llegó borracho y no pudo hacerlo. Enseguida, me pidieron el favor que la cantara y acepté. Sonoro éxito que resultó”.

Se quedó callado un momento, pero después dijo que el inicio de esa canción le recordaba a su esposa. Tiene razón. “Yo te amé con gran delirio, de pasión desenfrenada”.

Al otro lado de la línea se sentía un leve llanto del hombre que ha amado una sola vez en la vida, y por eso su corazón se lo recuerda a cada minuto. Claro, que Alberto Fernández no cantó en se instante esta majestuosa obra por lo que había dicho al principio.

Ya con más calma y habiendo despejado un poco el cielo de la tristeza que lo acompaña en su entorno, manifestó que hasta ahora hace una parada en el canto porque después de la disolución del grupo de Bovea y sus Vallenatos, conformó su propia agrupación Alberto Fernández y sus auténticos vallenatos.

“Siempre vivo agradecido con Dios por todo lo que me ha dado, y esa fue su voluntad de llevarse a mi esposa, dejándome un inmenso dolor porque ella era la balanza donde me mecía”. Esa confesión del cantor que ha sido ejemplo de fidelidad y amor a la música vallenata lo catapulta al olimpo de los hombres que marcan el corazón de la vida.

Alberto Fernández y su gran amor Olga Elisa Ramírez

Lágrimas pintadas de recuerdos

Cuando había trascurrido mucho tiempo del diálogo y las historias no acababan porque su memoria es un prodigio, llegó la despedida no sin antes agradecer al acordarse de la fecha de su cumpleaños, de tantos honores que le ha otorgado la vida como el reconocimiento de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata en el año 2019.

Y no podía faltar el regreso a su memoria de Olga Elisa, la esposa que no deja de pensar, ni de amar. Menos hoy, cuando no estará dándole el abrazo y el beso de cumpleaños.

Al final no se le preguntó cuándo volverá a cantar porque esa es reserva de su alma adolorida, teniendo las lágrimas pintadas de recuerdos y exclamando: “Tan eterno es este amor que comparado con el tiempo es imposible saber dónde limita con la muerte”.

BLOG DEL AUTOR: Juan Rincón Vanegas

ALBERTO FERNÁNDEZ MINDIOLA

Por José Atuesta Mindiola

I
Llega a la tierra atanquera
un eco de La Nevada
que despierta la alborada
en abril de primavera.
Revestidos de quimeras
una pareja de esposos
que celebran venturosos
el nacimiento de un hijo;
que sería reconocido
como cantante famoso.

II
Atánquez edén vegetal
de café y cañaduzales
y de variados frutales
en ambiental musical.
La guitarra es un rosal
de viejos versos de amores
en sinfonía de esplendores
como el azul de las olas;
Alberto Fernández Mindiola
es el rey de los cantores.

III
Volando cruza Los Andes
así la historia lo narra,
del vallenato en guitarra
cantando Alberto Fernández.
En el Magdalena grande
con Bovea son paladines,
y Rafa Escalona Martínez
conquistando corazones
con sus hermosas canciones
de sucesos y jardines.

IV
Los matices de floresta
los colores de su voz,
por eso también grabó
con acordeones y orquestas.
De Barranquilla y su fiesta
grabó por primera vez
linda canción ‘Te olvidé’,
el himno del carnaval.
Es un cantor inmortal
de nobleza y sencillez.

BGLOG DEL AUTOR: José Atuesta Mindiola

Alberto Fernández, muchos años después… la voz de los cantos de Rafael Escalona

Realmente, fue él, con la guitarra de Julio Bovea, el intérprete que cantó e internacionalizó los cantos vallenatos de Rafael Escalona y de otros autores. Esos que se concibieron y grabaron en la llamada Provincia con guitarra y trascendieron más allá de las fronteras pueblerinas de la época.

Tiene una figura monumental de abuelo feliz y satisfecho que llegó a la cumbre de sus más de noventa y tres años. Sin embargo, Alberto Fernández Mindiola aún se mantiene con el entusiasmo y alegría de los primeros tiempos.

Llegó de Atanquez, un pueblito enclavado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, en su momento, a una hora de la que hoy es la capital del Cesar.

En Valledupar, su primera escala en la primera mitad del siglo pasado conoció a quien sería uno de sus más grandes amigos, compadre y hermano de la existencia, el compositor Rafael Escalona Martínez, para muchos el más grande contador de historias del cantar vallenato.

En el tradicional Loperena de Valledupar fue donde conoció a Rafael Calixto, el hijo del coronel Clemente Escalona y de la señora Margarita Martínez, quien ya entusiasmaba a sus contertulios y compañeros de estudio con las historias que contaba y que más adelante quedarían grabadas por siempre en la voz de Fernández Mindiola como muchas de las más grandes obras musicales de este país.

Allí también quedó embelesado con la simpatía real maravillosa de Poncho Cotes, el mismo de Los Tres Monitos, también llamado La Nostalgia de Poncho y quien con su guitarra de siempre le ponía melodía a los relatos de Rafa, que casi siempre “descendían” en las madrugadas a su habitación de la casa paterna a donde se llevó a vivir a Fernández Mindiola para que éste le pusiera voz a las historias de una “morenita” que se quedaba muy sola por la apertura del Liceo…El Celedón de Santa Marta.

Fernández Mindiola se aprendió todos los cantos de Escalona y después le cantó al Mundo acerca de esa “señora patillalera muy elegante y vestía de negro” que un sábado formó en el Valle una gritería porque a su nieta Carmen Ramona, la pechichona, la consentía, se la había “sacado” un patillalero, nariz parada y dueño ‘e carro de nombre Luis Manuel Hinojosa. Es el canto de su amigo Rafa que más le gusta a Alberto Fernández junto al de esa Mensajera que se aprendió en el Loperena.

Unos años después de los tiempos del Loperena con el profesor Castañeda, Rafa, Molina, Jaime, aquel al que Rafa le dijo que si él, Rafael se moría primero le pintara un cuadro y al juglar le tocó hacerle un canto, la célebre Elegía a Jaime Molina, porque Jaime se fue primero a la eternidad…

Alberto Fernández escuchó unas guitarras alegres de domingo en la Calle de las Vacas en Barranquilla. Había llegado a su vida ese día el resto del pasaje para que su voz se conociera e inmortalizara más allá de las tierras del Caribe eterno. Ese día después de la misa de doce, Fernández conoció a Julio Bovea, quien con su instrumento de cuerdas que tuvo como característica esencial de su personalidad interpretaba las composiciones de Guillermo Buitrago.

Después de la segunda mitad de los años cincuenta del siglo pasado partieron hacia Argentina. Fue la internacionalización de los cantos de Escalona. Los argentinos “se enloquecieron y en los teatros donde nos presentamos siempre había mucha presencia de estudiantes de allá y de colombianos” Allí los argentinos le cambian el nombre a El Testamento.

Ellos no entendían cómo el canto tenía ese nombre sin haber ningún muerto. Entonces, le pusieron como nombre El Estudiante”. Al cono sur fueron por unas semanas y regresaron doce años después. Se presentaron también en diferentes ocasiones en Uruguay, Chile y Paraguay. El arribo de las dictaduras fue el detonante para su regreso a Colombia.

En su amplio y cómodo apartamento del sector de Corferias en Bogotá, conocido como Centro Nariño y en donde vive desde hace más de cuarenta años, Alberto Fernández rememora recuerdos y añoranzas de los tiempos idos, como diría Poncho Cotes, el viejo y las primeras vivencias de esa Provincia inolvidable.

Recuerdo que Jaime Molina fue el que primero comenzó a tomar chirrinchi. Él era mayor que nosotros y lo conseguía de contrabando. A él y a Poncho Cotes Queruz le gustaban mucho mis interpretaciones de Escalona”.

Se acuerda también de Villanueva, en el sur de La Guajira, la tierra de su papá Luis Fernández, un joyero experto y dedicado quien heredó la sapiencia en el oficio a su hijo Alberto hasta que éste terminó embelesado en las parrandas, los amores de incontables mujeres y el cariño de los compadres y amigos.

El Café La Bolsa, en el centro de Valledupar, con parrandas incipientes, al lado de esos personajes como de leyenda y nombres sonoros, queridos y con personalidad propia, fue testigo de la génesis de esas “expresiones literarias,” según Gabito, el primo de Aracataca y que se esparcían de manera sencilla y elemental, de voz en voz.

Muchos años después, hace unos meses apenas, Alberto Fernández Mindiola, cantó en un sitio público en el sur de La Florida, en los Estados Unidos. Allí lo hace de vez en cuando, cada vez que lo contratan, así como lo hace en cualquier otro sitio dentro y fuera del país.

Es la misma voz de los primeros años cuando recién apareció allí en Loperena y comenzó a conocer de las historias de Escalona, de La Provincia y las hizo parte de su existencia. Esa misma que pasó de más de noventa y tres celebraciones y que aún mantiene alegre y acompañada de quienes están a su lado desde siempre.

Su voz no tiene afectaciones y él no hace mayor esfuerzo para ser el más célebre, conocido y constante intérprete de los cantos de su gran amigo y compadre. Ataviado siempre de saco y corbata, a los que se acostumbró con una elegancia similar a su estatura física y musical, es uno de los más grandes símbolos del cantar vallenato.

Por Mauricio René Pichot Elles./ EL PILÓN

Alberto Fernández Mindiola, un patriarca del vallenato

Por: Félix Carrillo Hinojosa*

Personajes como Rafael Escalona, Julio Bovea, Guillermo Buitrago y Abel Antonio Villa rodearon su existencia y lo llevaron a ser una de las primeras figuras en internacionalizar el folclor colombiano. Su talento llegó a países como Argentina, Chile, Uruguay y España.

Su canto está inmerso en la vallenatía, y allí todos los valores de nuestra música no dudan en señar a Alberto Fernández Mindiola como uno de los más grandes.

El tiempo ha pasado y las más de nueve décadas que entre pecho y espalda lleva consigo, hecho que lo mantiene como un vivo ejemplo a seguir, le han permitido que el color de su voz esté intacto, como si fuera un joven cantor de los actuales.

Sin lugar a dudas, él es el rodstar del vallenato, una figura preponderante que conoció de primera mano los cantos de Rafael Escalona y que luego, unidos, terminaron por ser inmortales en la defensa del folclor.

¿Dónde nació Alberto Fernández Mindiola?

Nací en Atanquez, Cesar, a una hora de Valledupar, en las estribaciones de la Sierra Nevada, el 7 de Abril de 1927. Mi abuelo materno era holandés. Llegó a Riohacha y allí se casó, tuvo varios hijos, entre ellos, mi mamá Beatriz Mindiola, quien tenía una hermosa voz y se fue a vivir a Atanquez, donde puso una tienda. Por ahí pasan los ríos Guatapurí y Candela. Mi padre Luis Fernández, un Villanuevero quiso que fuera vendedor de joyas, oficio que desarrolló desde muy joven, pero que además, tocaba la trompeta, el redoblante y el bombo.

¿Cómo fue su infancia?

Desde niño escuchaba ranchera, corridos, vals, polka, tango y la música alegre que se tocaba con acordeón, no tenía como acompañante a la caja y la guacharaca, sino que se hacia con platillos, redoblantes y bombo. Aprendí a cantar y tocar la guacharaca desde niño, influenciado por los músicos que iban a mi tierra a las fiestas de San Isidro Labrador. Estudiando la primaria en mi pueblo, fui escuchado por Arturo Molina y Nel Martínez, quienes me vieron futuro y me insistieron que me fuera para Valledupar. De niño escuchaba que la gente hablaba de José León Carrillo Mindiola, acordeonero y creador en 1838 del paseo El amor amor,y de El desaire en 1840.

¿Cómo fue ese encuentro con Rafael Escalona?

Vivía en el Barrio el Cañaguate y me conocí con Escalona en el Colegio Loperena, en un recreo. Al pie de ese colegio quedaba una finca de los Pitre, gente guajira reconocida por ser músicos. Había cultivos de patilla. Escalona un día me dijo: “Beto, quiero que te vayas a vivir a mi casa, para que te aprendas mis canciones”. Me quisieron tanto en esa casa que Margarita Martínez, la popular Aló, fue mi madrina de confirmación. La primera canción que me aprendí fue una que hizo de su negocio de cerdos en Maracaibo. Él la silbada porque no sabía cantar. Él me hizo un canto que nunca terminó, que dice, “yo tengo un amigo, noble y grande que andaba conmigo a toda hora”.

¿Cómo se conoce con Julio Bovea?

Una tarde salí de una iglesia, ccuando escuché una música. Me acerqué y en una esquina había una parranda en la que estaban Julio Bovea, quien tocaba la guitarra puntera, Billo en la guitarra acompañante y El Chino en la guacharaca. En 1940 hice parte de la agrupación de José María Peñaranda, quien gozaba de gran renombre por ser el autor de las obras Me voy pa’ la habanaEl caimán y La cosecha de Mujeres. Todo esto me permitió conocer al músico Abel Antonio Villa, con quien grabé acompañado con la guitarra de Julio Bovea. Así se inició lo que luego sería Bovea y sus Vallenatos, bautizado así en 1946 por el periodista Rafael Roncallo, quien era amigo de Antonio Toño Fuentes y del comerciante Che Granados.

¿Cómo llegó a las primeras grabaciones?

Al conocer a Guillermo Buitrago, El Mocho Rubio, Alfonso Angarita y Julio Bovea Fandiño, eso trasformó mi mundo. Le enseñé al primero los cantos El testamentoLa Maye y La despedida de Rafael Escalona. Esto me permitió grabar con Abel Antonio Villa y la guitarra de Bovea. Al fallecer Buitrago, en 1949, organizamos junto a Alfonso Angarita y Ángel Fontanilla, nuestra primera agrupación con la que fuimos artista exclusivo de La voz de Barranquilla. Luego, logramos llevar Los cantos vallenatos de Escalona para el sello tropical en Barranquilla con Bovea y sus Vallenatos convirtiéndose en el producto más vendido”.

Muchos aseguran que en sus grabaciones nunca hubo acordeón, ¿qué hay de cierto en esa afirmación?

Eso no es verdad. Soy de los primeros, sino el primero, que logró separar el acordeón del canto. Además de cantar, me hice acompañar de la guacharaca. En esa actividad, me secundaron las notas de los acordeoneros Luis Enrique Martínez, Nicolás Mendoza, Alberto Pacheco y Ramón Vargas. En el sello Vergara también interpretamos cantos de Escalona, más los diez años que vivimos en Argentina como artista exclusivo de la RCA Víctor, donde desde 1965 hasta la presente, seguimos en la memoria de esa Nación como una de las agrupaciones más reconocidas. Nosotros somos los responsables de que la Cumbia haya llegado hasta allá y hoy día tengan a la cumbia villera como un derivado de nuestro original ritmo. Nosotros somos una de las primeras agrupaciones que internacionalizó al vallenato, Nos paseamos triunfantes Julio Bovea, Ángel Fontanilla y mi persona por toda Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y España.

¿Cómo logró un cantor vallenato grabar obras que no pertenecían al género?

Mis primeras grabaciones las desarrollé con la sonora Curro y la orquesta de Don Américo y sus Caribes, por el año de 1946, en los antiguos estudios de la Emisora Nuevo Mundo. También lo hice con orquestas como la de Pacho Galán, Lucho Bermúdez, José del Carmen Guerra y le hice coros a Celia Cruz.  A mí se me hace fácil cantar un porro, una cumbia, un chandé. Para mi fortuna, el cantante tumaqueño Tito Cortés se tomó unos tragos demás y no pudo cantar la obra Te olvidé, cuya letra es del poeta español Mariano San Ildefonso, un comentarista hípico radicado en Bogotá y director de la revista La Meta, a cuyos versos el trompetista y compositor Antonio María Peñaloza, les puso música.

¿Qué proyectos tiene Alberto Fernández Mindiola?

A pesar de mis 91 años bien vividos no he perdido la voz y quiero grabar un disco con Silvestre Dangond, Peter Manjarrés, Jorge Celedón y Jean Carlos Centeno. Había hablado con Martín Elías, para cantar un tema con él en su pasado disco, pero el infortunio no permitió eso.

Sin temor, estar al frente de Alberto Fernández Mindiola es estar ante un sabio patriarca del vallenato, alguien que con su voz y su guacharaca construyó unas bases sólidas para que la narrativa de los cantos vallenatos camine con la fortaleza hacia el futuro.  

Félix Carrillo Hinojosa

*Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural

Alberto Fernández Mindiola, una voz unida a la grandeza del vallenato

Alberto-Fern--ndez-MEl festival se hará en homenaje a Alberto Fernández Mindiola, figura representativa en la difusión del folclor vallenato en el interior del país y el extranjero.

Dentro de sus múltiples logros en el proceso de difundir la música vallenata, Alberto Fernández Mindiola acumula una amistad durante más de 60 años con el compositor Rafael Escalona Martínez, el amor por este género musical nacido en el Corazón del Caribe, el apego a las costumbres pueblerinas, la solidaridad a la hora de enamorar una hermosa mujer y el honroso título de ser el primero en grabar las canciones del Maestro Escalona. Seguir leyendo «Alberto Fernández Mindiola, una voz unida a la grandeza del vallenato»