Octavio Daza, 40 años después, sigue pegado al sentimiento vallenato

Crónica
Por Juan Rincón Vanegas |@juanrinconv

El hombre que respiraba poesía por todos sus poros cuando el sentimiento le daba la orden cumple 40 años de haber muerto. Una partida que fracturó la estructura del folclor porque sus canciones tenían la esencia del imaginario vallenato, las letras daban vueltas por los caudalosos ríos del amor, el pueblo nunca cambió con su cerro lleno de tristeza, y hasta las palomas mostraban el camino. Es más, una mariposa detuvo el vuelo y se convirtió en flor.

Se trata del compositor Octavio de Jesús Daza Daza, el primogénito de Samuel Francisco ‘Chame’ Daza Hinojosa y Palmina de Jesús Daza Maestre, quien había nacido en San Juan del Cesar, La Guajira, el 15 de abril de 1948, y fue asesinado en Barranquilla, el 12 de enero de 1980.
En Patillal, su segunda tierra, donde llegó a los seis años, comenzó a escribir su propia historia teniendo una guitarra como compañera. Desde esa tierra bendita puso a trabajar la inspiración logrando muchas obras memorables que nunca han dejado de escucharse.

Todo se debió a que supo cantarle a las alegrías y tristezas del amor, a los dolores del alma cuando la esperanza huía despavorida y tampoco escapó al encanto de una linda morena sanandresana que buscada como el más preciado tesoro.
Precisamente en el Parque de los Compositores del corregimiento de Patillal, municipio de Valledupar, se erige una moneda con su figura, siendo la constancia de su valía como ese gran poeta que dibujó en versos la belleza natural del sentimiento. Claro, que a pocos kilómetros sigue corriendo el río Badillo, testigo de aquel amor que se reflejó en sus aguas. En ese bello lugar, juró amarla con gran pasión decidiendo enarbolar el corazón cuando la llama comenzaba a arder, y de esta manera producir una canción que fue ganadora en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1978. La obra ‘Río Badillo’, la grabaron los Hermanos Zuleta y después Claudia de Colombia.

El río Badillo fue testigo de que te quise,
en sus arenas quedó el reflejo de aquel amor
de una pareja que allí vivió momentos felices
y ante sus aguas juró quererse con gran pasión.

El amor de su vida

María Concepción, la musa del compositor Octavio Daza

En esos respiros que concede el corazón a los poetas para regalar hasta la vida, en medio de los delirios del amor para al final estar de rodillas, como se adora a Dios, Octavio Daza, a quien en familia lo llamaban cariñosamente ‘Oky’, encontró a María Concepción Gámez Pareja, quien le regaló un hijo que no pudo conocer porque estaba viajando por Bogotá y Barranquilla. Él, murió cuando su hijo tenía 19 días de haber nacido, el 24 de diciembre de 1979.
Octavio Daza no tuvo la dicha de cantarle a ese niño, el cual con el paso de los años supo seguir de manera directa su línea musical, incluso tiene un enorme parecido a su papá.
María Concepción, de profesión docente, por primera vez accedió a contar su vida al lado del célebre compositor que conoció en el momento justo del amor.
“A Octavio me lo presentó en Valledupar su primo hermano Alberto ‘Beto’ Daza, exactamente en la carrera cuarta con calle 17A del barrio El Carmen, diciéndome que era el compositor de la canción ‘Frente a mí’. Eso fue amor a primera vista. Intercambiamos miradas y así comenzó todo”. Enseguida recalca. “Ese amor existe porque perduró con el tiempo y dio como fruto un hijo que lleva el mismo nombre, Octavio. Solamente su muerte nos separó”.
Había tanto que contar que no sabía por dónde enrumbar su memoria. “Yo, tenía 19 años y estudiaba en el colegio Nuestra Señora de la Paz, de Ocaña, Norte de Santander. Cuando se estaban terminando las vacaciones y me tocaba partir, Octavio se inspiró y teniéndome al lado, sacó una canción que grabó Jorge Oñate con el Rey Vallenato Raúl ‘Chiche’ Martínez”. Agacha la cabeza, mira para todos los lados y canta: “Amor de mi vida no te vayas pa’l colegio. Di que estas enferma y quédate un rato conmigo”.
Los presentes dijeron al unísono. ‘Nido de amor”. Ya sabían que por muy alto que volara el águila, siempre regresaba a su nido con precisión.
Ella recalcó siguiendo la línea del diálogo. “Tiempo después cuando salió la canción estábamos en Cartagena en plena luna de miel. Nos abrazamos, nos dimos un beso y saltamos de alegría. Nunca me he cansado de escuchar esa bella canción que cumple con todos los requisitos del sentimiento de una mujer enamorada”.
La maestra María Concepción relata que desde un comienzo estuvo acompañando a Octavio a todos los festivales donde concursaba, pero recuerda con especial énfasis el Festival Bolivarense de Acordeón de Arjona, Bolívar, donde la canción ‘Nido de amor’, resultó ganadora en el año 1978, siendo jurados Pedro Pérez Barrios, Dagoberto Puello Buelvas y Emiro Valverde Espeleta. La interpretación estuvo a cargo en el acordeón por el Rey Vallenato Julio Rojas, y el canto de Armando Moscote. Octavio Daza, hacía la segunda voz.
Regresa al primer encuentro y narra. “Eso fue algo muy bello. Nos mandábamos papelitos, y vinieron muchas canciones que escribía en cualquier hoja. Hasta en las cajetillas de cigarrillos. Era un ser inigualable y que prodigaba amor sin pedírselo”.
En ese instante hace una parada y muy seria recalca. “No puedo decir que todas las canciones me las hizo a mí, aunque estaba cercana. Él, hacía canciones de cualquier hecho. Me las cantaba y consultaba por el nombre o algún verso. Intervenía en eso con su anuencia”.
En cierta ocasión por diversas circunstancias, ella le dijo que no quería continuar la relación y que cerraran ese capítulo. Octavio no aceptó, y antes de andar con pasos derrotados para perderse en la nada, tomó el arma que lo identificó siempre. Acudió a su poesía envuelta en dolor con una inmensa carga de esperanza y le cantó.

Yo necesito tu amor vida mía
si contigo mi dolor se mitiga.
El no tenerte sería para mí
como aquella tormenta
que despiadada arrasando
a su paso todo lo extermina.

El reconcilio con la canción ‘El cansancio del poeta’, no se hizo esperar y brilló el amor en toda su intensidad hasta los últimos días.

El heredero

María Concepción Gámez y su hijo Octavio Miguel Daza Gámez

Cuando María Concepción estaba próxima a dar a luz decidió irse de su casa en el barrio Gaitán de Valledupar, hasta Villanueva, La Guajira, donde vivían sus padres Miguel Gámez Orcasita y Delfina Pareja Martínez, quienes se encargaron de atenderla.
Aquel hijo fue el que tomó las banderas de su padre, siendo cantante y compositor. Sus hermanos, Adriana Cristina y Octavio de Jesús, no se han dedicado a la música.
“Dios me dio el talento necesario para sacar adelante ese amplio legado de mi papá que a través de sus canciones sigue siendo inmortal. La primera vez que participé en un concurso fue en el Festival Cuna de Acordeones de Villanueva, La Guajira, cuando tenía ocho años y había compuesto la canción ‘Trazando un camino’. Recuerdo que me presenté con el seudónimo de ‘El hijo del poeta’, y me declararon fuera de concurso”, dice Octavio Miguel Daza Gámez.
Enseguida presenta una cifra importante en su carrera como compositor. “Tengo un total de 201 veces que he estado entre el primer, segundo y tercer puesto en distintos eventos, siendo el último donde gané, el Festival de la Leyenda Vallenata de 2019. Mi emoción fue grande porque mi papá también ganó en 1978”.
Al su mamá María Concepción escuchar ese balance positivo señaló. “Hijo, me siento muy orgullosa de ti porque explotaste esa vena musical de tu papá y nunca lo has olvidado. En cada escenario lo pones en lo más alto. Qué lindo, padre e hijo ganaron el concurso de canción inédita del Festival de la Leyenda Vallenata”.
El hijo complementó el concepto al cantar la canción ‘Cuánto me duele’, donde pone su marca y sus deseos de seguir con esa misión.

Mientras yo viva, siempre cantaré
y haré canciones lindas con mucho honor
los aires vallenatos salvaguardaré
y los defenderé del invasor.
Juro ante Dios que siempre amaré
el folclor de mis amores con gran pasión
ese vallenato puro que heredé
porque soy el fruto de ‘Río Badillo’
y ‘Nido de amor’…

Canciones de Octavio Daza

Cuando se trata de recordar las canciones de su padre, su hijo Octavio Miguel Daza Gámez, quien desde hace varios años se encarga de cantarlas en diferentes escenarios del país, va diciendo: ‘La tierra tiene sed’, ‘Frente a mí’, ‘Sanandresana’, ‘Río Badillo’, ‘’Nido de amor’, ‘Oye tú’, ‘Mi novia y mi pueblo’, ‘Dime pajarito’, ‘De rodillas’, ‘El cansancio del poeta’, ‘Linda sabanera’, ‘El sentido de mi vida’, ‘Te llevo en mi vida’, ‘No digas que no te quiero’, y ‘El baile de los animales, entre otras. La mayoría de estas canciones fueron ganadoras en distintos festivales vallenatos que se llevan en distintas ciudades y pueblos del país.
Al final cuenta que su mamá le dijo que la última vez que su papá participó en un concurso de canciones fue bien lejos de Valledupar, en Villavicencio, Meta, donde ocupó el tercer puesto con ‘La tierra tiene sed’.
Octavio de Jesús Daza Daza, es inolvidable a través de su abundante obra musical que pasados 40 años de su partida de la vida, los aguaceros del recuerdo no escampan porque las aves siguen surcando el cielo, las novias posándose en su nido de amor, el río caudaloso está lleno de aguas sonoras, las oraciones del sentimiento no cesan en cualquier lugar del mundo vallenato y una mujer villanuevera no ha cesado de amarlo. Ella, al final prefirió quedarse con el alma repleta de añoranzas, alegrándose cuando su hijo interpreta esos cantos del hombre que la enamoró con su mirada y lo complemento con sus versos.

BLOG DEL AUTOR: Juan Rincón Vanegas

El cantor del río Badillo

Por: Félix Carrillo Hinojosa*


Es 1977 el inicio de lo que sería su encumbrada carrera. Diomedes Díaz y Elberto López adoptan como propios unos versos y unas melodías que lo volvieron un compositor inmortal, a pesar de que se marchó el 12 de enero de 1980.

“El río Badillo fue fiel testigo de que te quise…” Octavio Daza Daza

La suerte de Octavio de Jesús Daza Daza está enmarcada en la visión de un caminante que se hace, no en la noche de su nacimiento sino en el sitio donde empieza a balbucear sus primeros alegatos de la vida. Él nació en San Juan del Cesar, en la Guajira, el 15 de abril de 1943, en el hogar de Samuel Daza Hinojosa y Palmina Daza Maestre, pero fue en Patillal, infante y luego adolescente, donde cayó rendido por la prosa.

Blanca Gladys Caldas Méndez. Bogotá, Colombia.Enero 21 de 1950 ( Claudia De Colombia):

Toda la vida quiso ser lo que luego fue con lujos de detalles: un compositor. Ese viejo anhelo lo cristalizó con unas cuantas obras, que lo llevaron a la cúspide y lo hicieron inmortal.

Él supo capotear, en más de una ocasión, la irreverencia del artista de moda o la poca fe que generaban sus nacientes versos. Pese a todo ello, estaba ahí poniéndole el pecho al frío de la nevada. Iba de un festival a otro o se metía en la parranda, en donde los consagrados de la composición jugaban de locales.

Más adelante logró su primera grabación a través de un tema jocoso conocido Como el baile de los animales, que fue interpretado en 1965 por el artista Dolcey Gutiérrez.

El tiempo pasó como siempre sin hacer ruido, y le dio la madurez como persona pero ante todo como creador. Corría los finales de la década del 70 y el muchacho que esperó tanto, se armó de valor, una guitarra, unos versos y unos amigos intérpretes que le secundaran sus sueños. Eso lo logró en solo tres años.

Es 1977 el inicio de lo que sería su encumbrada carrera. Diomedes Díaz y Elberto López adoptan como propios unos versos y unas melodías que hacen de ese canto “siento tu amor frente a mí como el estudiante que en su desespero…”, un llamado de atención de lo que sería su corto pero fructífero paso por la tierra. Ahí arranca su periplo musical, con una crónica amorosa, llena de sentido de pertenencia por los elementos más cercanos a su vida.

La canción empezó a hacer su recorrido sin tener que recurrir a mecanismos oscuros, de pagar para ser escuchado o de perder su identidad. Eso lo logró la canción en sí, que se abría espacio y ponía en boca de todos a un nuevo creador, que ya había saboreado el agradable dulce de sentirse grabado, más no, el de empezar a recorrer los caminos del triunfo.

Octavio de Jesús, era un hombre callado y temperamental, pero meticuloso. Todo en él estaba fríamente proyectado. Por eso fue que entendió que alterno a la canción grabada debía llevar sus canciones inéditas a los pueblos donde se hacían festivales. Por eso no era raro escuchar las noticias radiales: “en el festival del pueblo tal, hay un muchacho que impacta con su canción, en el concurso de la inédita”.

El 11° Festival de la Leyenda Vallenata realizado del 26 al 30 de abril de 1978, dió como ganador del concurso de la Canción Inédita Vallenata, al compositor Octavio de Jesús Daza, con el paseo ‘Río Badillo’, siendo jurados Raúl Moncaleano, José Jorge Arregocés, Santander Díaz, Pablo López y Mauricio Portnoy. 

Sus hermanos, desde pequeño le decían “OKY”, manera cariñosa de demostrarle el afecto que le tuvieron siempre. Con esa palabra lo despedían al marcharse para el Colegio Cristo Rey de Bucaramanga, donde estudió Bachillerato o al irse a la universidad Santo Tomás, donde se graduó con honores como Ingeniero Civil. Al tiempo que hizo su carrera profesional en capital, organizó el primer conjunto vallenato en ese claustro universitario, que le sirvió para moldear sus versos, en procura de ser distinto a los de su generación.

No hubo pueblo de la región Caribe que no sintiera el influjo de sus creaciones. Su guitarra como compañera, junto a su inspiración; el canto de Armando Moscote y el acordeón de Julio Rojas, ya fallecidos como él, especies de escuderos musicales, se hicieron asiduos visitantes y figuras de primer llamado en cada uno de esos eventos.

Así se hizo Octavio de Jesús Daza Daza, al ganar con excepción del Festival Nacional de Compositores de San Juan del Cesar, La Guajira, todos los Festivales que con música vallenata se hacen en Colombia: Festival de la Leyenda vallenata-Valledupar, con su obra cumbre Río Badillo, grabada por los Hermanos “Poncho” y Emilianito Zuleta; y la figura nacional Claudia de Colombia; Sanandresana, Festival de Acordeones en San Andres Islas, grabada por Diomedes Díaz y Nicolás Mendoza; y en el Festival Sabanero del Acordeón, ocupó el tercer puesto con Linda sabanera, interpretada por Daniel Celedón y Norberto Romero, entre muchas otras actividades musicales.

A este consumado poeta, que vivía un momento especial dentro de la música vallenata, le truncaron la vida el 12 de enero de 1980 en Barranquilla.

Un día cualquier nació el reconocido creador. Otro igual se marchó, pero nos dejó una obra de grata recordación, que sigue prendida en el sentir de la gente, que sigue al vallenato en toda su dimensión. Muchas, entre ellas, Figuras de amor (Mi novia y mi pueblo) que tuvo dos versiones, una por Jorge Oñate y Raúl Martínez, y la otra por Rafael Orozco e Israel Romero; Oye tu cantada por Jorge Oñate y el acordeón de Raúl Martínez; al igual que Dime Pajarito por el Binomio de Oro, no pudieron ser escuchadas por su creador.

Él hace parte de los compositores escogidos por la naturaleza musical de nuestra gran provincia, que sabe cómo poner todo en su sitio, sin que sea producto de los top exitosos, aunque vivió y bebió de ese manantial, su obra es ejemplo del lirismo citadino, que bien puede sentir en su mayor dimensión. Daza Daza fue un creador que sin proponérselo logra que su obra ayude a construir nuevos pueblos y generar luces de modernidad o postmodernidad.

En ese bullicio de los pueblos, en donde las cantinas sirven de alcahuete a tantos sueños perdidos y otros por lograr las voces de nuestros cantores Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Diomedes Díaz, Armando Moscote, Pablo Atuesta, y Gustavo Bula, quienes lograron interpretar sus anhelos, desgranan de manera certera los versos y melodías, que un hermano colombiano compuso con el solo propósito de contribuir a que el vallenato camine por sendas triunfantes, al tiempo que “un tropel de golondrinas voló, se escucharon campanazos en mi pueblo y la Malena en su interior lloró”, que escribió a manera de despedida.

BLOG DEL AUTOR: Félix Carrillo Hinojosa

*Escritor, periodista, compositor y gestor cultural.

Octavio Daza: el poeta y guerrero del vallenato

Por:Juliana Vargas*

Cuando uno escucha alguna canción de Octavio Daza, de pronto una golondrina se posa en el alféizar, el agua baja de la serranía, brillan los árboles y ella no deja la cama.

Versos como “siento tu amor frente a mí como el estudiante que en su desespero…” o “porque así, de rodillas, como se adora a Dios, con este gran amor solo te quiero yo”, fueron testigos de una leyenda corta pero fructífera.Ilsutración: Jonathan Bejarano

Tu amor crece como un arroyito y te arrodillas ante ella y podrá no haber más nubes en el cielo, podrán morir muchas regiones por el frío, podrá cambiarse la costumbre de un pueblo, todo eso pasará, “pero tu amor nunca se podrá apagar, la llama del amor que tú has prendido en mí”.

Al final descubres que todo Octavio Daza es un verso largo que comienza en San Juan del Cesar y termina en cada una de las gotas de rocío que caen en este país. Es un himno a nuestra cultura. Sus canciones son música de alas, tal como aquella noche en la que ardieron en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas. Las composiciones de Octavio Daza son una sola sombra larga, ¡una sola sombra larga! Y él es la voz del exilio y de un pozo cegado, es una voz huérfana y una gran voz que se levanta por detrás del telón gracias los hermanos Zuleta, Claudia de Colombia, Diomedes Díaz, Nicolás Mendoza y Daniel Celedón.

Río Badillo, Sanandresana, Nido de amor, Linda sabanera, Frente a mí, De rodillas, El cansancio del poeta, El sentido de mi vida, La tierra tiene sed, Mi novio y mi pueblo, Oye tú. Sencillamente, es imposible pensar en el vallenato sin Octavio Daza como una de sus figuras principales.

El camino para llegar a ser el poeta del vallenato comenzó en Patillal. A los seis años, Octavio Daza llegó a este corregimiento y su guitarra fue la artífice de su incipiente inspiración. A una corta edad ya había muerto y renacido de amor, ya había recorrido los dolores del alma y las cascadas de la esperanza, ya flotaba por entre los picos nevados y los ríos multicolores. Solo era cuestión de plasmarlos.

Primero vino El baile de los animales. Un grillo tocó el acordeón y la cucaracha, la guitarra; el lobo tocó el saxofón y la iguana lo tomó de gancho. ¿Acaso ver esto es imposible? Para Octavio Daza no lo era, y nos convenció de la magia de esta peculiar banda musical.

Luego se celebró el 11.º Festival de la Leyenda Vallenata, del 26 al 30 de abril de 1978. Aquella vez, el ganador del concurso de la Canción Inédita Vallenata fue el compositor Octavio de Jesús Daza, con Río Badillo. Ese día, Daza estuvo más feliz que nunca, y cuando pensaba que no cabía más de la felicidad, los Hermanos Zuleta grabaron su canción.

Por fin, a finales de los años 70, el poeta incipiente se convirtió en un guerrero de la música y en la inspiración misma. Diomedes Díaz, Elberto López, Rafael Orozco y Jorge Oñate no necesitaron de musa, pues Daza, con espada y escudo, buscó en tierras del olvido palabras perdidas, palabras hermosas, palabras nuestras que rescató con un profundo sentimiento como arma.

Versos como “siento tu amor frente a mí como el estudiante que en su desespero…” o “porque así, de rodillas, como se adora a Dios, con este gran amor solo te quiero yo”, fueron testigos de una leyenda corta pero fructífera.

Pudo haber escrito más, pudo haber inspirado generaciones enteras de vallenateros, mas el canto de un pajarito anunció una de las pérdidas más sentidas de Colombia. El 12 de enero de 1980, Octavio Daza murió asesinado, cuando ya nos había llenado de festivales, de voces, de lírica y de pueblos fantásticos, pero con el valor y la fuerza de otorgarnos mucho más.

“Dime, pajarito, ¿por qué hoy estás triste? No escucho en tu canto la misma alegría. Dime si a tu compañero perdiste o has venido a compartir la pena mía. O tal vez quieres contarle al mundo tu inconformismo por lo que han hecho. Tú sabes que lo más lindo que yo tenía también está deshecho así que, dime pajarito, ¿por qué hoy estás solo, cantando y cantando con melancolía? Lo sé, sé que lo extrañas. Lo sé, sé que llevas en el alma todo el amor que él desprendió con su guitarra, aquella misma que lloraba. No llores más, pajarito mío, que todos nosotros nos encargaremos de no olvidarlo”.

* Juliana Varga /El Espectador

Octavio Daza Daza “El Cantor del Río Badillo”

Felix Carrillo Hinojosa*

«El río Badillo fue fiel testigo de que te quise…» Octavio Daza Daza

La suerte de Octavio de Jesús Daza Daza está enmarcada en la visión de un caminante que se hace, no en la noche de su nacimiento sino en el sitio donde empieza a balbucear sus primeros alegatos de la vida. Cuentan los que saben más sobre él, que nació en San Juan del Cesar, en la Guajira, pero que no habían terminado su madre de curar su ombligo, cuando su padre “Chame” decidió con mujer e hijo abordo, encaminarse a su amado Patillal. Allí, infante y luego adolescente, cayó rendido por la prosa que dejó regada el mismo caminante que influenció su manera de componer, a lo que estuvo tentado siempre. Seguir leyendo «Octavio Daza Daza “El Cantor del Río Badillo”»