Por Donaldo Mendoza
El diario El Pilón (22/07/20) publicó un informe especial sobre el estado ruinoso en que hoy se encuentra la Institución Educativa “Eloy Quintero Araujo”, de Bosconia (Cesar), fundada en 1973. Pero lo que debe llamar la atención del lector es lo que dice el diario, después del titular: «La I. E. “Eloy Quintero” es un referente de la educación en el Cesar». Si recordamos que el periodismo escribe la historia del día a día, lo que comunica se puede asumir como cierto. Con una inferencia fácil: si así está el colegio de un centro urbano en constante crecimiento, la situación en veredas y corregimientos debe ser peor.
El escenario fotográfico recuerda la descripción apocalíptica del final de Macondo: “Los laboratorios están abandonados. Las raíces de la ceiba levantaron el piso. Las tejas están en el piso. Y unas hormigas gigantes se pasean con los trocitos de hojas de la ceiba caída”. Y concluye la descripción: “Todo allí se volvió peligroso”. Sólo una escena dignifica el lugar: un grupo de niñas con uniformes impecables que se pasean por lo que queda de colegio. En suma, nada se inventaba García Márquez, sólo se limitaba a observar.
Y el rector del “Eloy Quintero”, Héiner Muñoz, habla como queriendo no ofender a nadie: “Digamos que por ahora la infraestructura puede esperar, porque la prioridad es la virtualidad”. Cualquiera que lo oye pensaría que la Secretaría o el Ministerio de Educación dotaron de portátiles a los estudiantes de estratos uno y dos, que son la mayoría. Eso no ha sucedido. Ni siquiera la señal de internet les está garantizada. Todos sabemos que los docentes trabajan con las uñas, si es que les quedan. Algunos, los más abnegados, irán puerta a puerta entregando guías físicas.
También habla el señor alcalde, Edulfo Villar, de un proyecto de cofinanciación (gobiernos nacional, departamental y municipal) para la adecuación de varias aulas (!). ¿Se imaginan ese esfuerzo y el decidido interés por la educación? El rector, por su parte, manifiesta estar muy preocupado, porque en el 73, cuando entró en funcionamiento el colegio, las aulas fueron acondicionadas para veinte estudiantes, y hoy se hacinan cuarenta. Hasta razón tiene… Porque no son solo las aulas. La lluvia y el sol caen sobre los equipos del laboratorio. La maleza se apoderó del espacio que fungió en el pasado de canchas deportivas. Pero él sigue, sin querer ofender a nadie: “La institución es antigua, pero no se está cayendo”.
Ahora, con los 1.800 estudiantes y los docentes en casa forzados por el perturbador confinamiento, el otro enemigo que llegó para acelerar el aniquilamiento físico del colegio son los fenómenos naturales: sol, agua, vientos, humedad, que en el Caribe son devastadores. En el informe de El Pilón llama la atención la ausencia de los padres de familia para reclamar que se garantice el derecho a la educación de sus hijos. No es necesario quebrarse la cabeza para hallar una razón.
En efecto, a los políticos y/o funcionarios de gobierno no les mueve ningún afán, no sienten la obligación moral de servir a las comunidades. Para eso gastaron ingentes recursos en comprar favores electorales. Y quienes vendieron el favor se avergüenzan de ir a exigir que se les cumpla con las obras prometidas. Y en su resignación, se consuelan con el incierto mantra cristiano: si Dios quiere, un día de estos nos arreglan el colegio.
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